20060416lien chan hu jintao economic trade forum

La paradiplomacia asimétrica de China en Taiwán

 Lien Chan y Hu Jintao en el Foro Económico y Comercial, clic para aumentar
Entendida strictu sensu y oficialmente como política “interna”, el entendimiento establecido en abril del pasado año entre el Partido Comunista de China (PCCh), de una parte, y el Kuomintang (KMT), Partido el Pueblo Primero (PPP) y Partido Nuevo (PN), de otra, esquivando de forma intencionada a las autoridades oficiales de Taiwán, hostiles a esta política, da cuenta de una peculiar paradiplomacia que las autoridades chinas impulsan y secundan de forma creciente. Justamente, el pasado fin de semana, se celebró en la capital china el primer Foro Económico y Comercial de Ambos Lados del Estrecho de Taiwán, en el que dichos partidos han acercado posiciones en lo político y concretado diversas medidas en los ámbitos económico-comercial, turístico, educativo, cultural y social que son expresión de la nueva diplomacia cívica animada por Pekín. (Foto: Lien Chan y Hu Jintao (a la derecha en la foto y en frente de Lien) se aplauden en el Foro Económico y Comercial, en Beijing el 16 de abril de 2006).
 

La rigidez ha caracterizado, tradicionalmente, la diplomacia china. En las últimas décadas, los inmensos cambios introducidos en el país a resultas de la política de reforma y apertura, han influido poco en la gestión de los asuntos diplomáticos y sus principios elementales se han mantenido básicamente inalterables, con independencia de ajustes tácticos concretos y de la desideologización general y relativa que ha afectado a toda la política china. Esa “coherencia” se ha visto muy favorecida por la necesidad de atender a la dimensión diplomática del problema de Taiwán. Cercenar a toda costa el nivel de reconocimiento diplomático de la también llamada República de China constituye aún un frente importante en la actividad diplomática continental, a la que se dedican cuantiosos y significativos esfuerzos. Reducir el número de países que reconocen a Taiwán como un Estado, de hecho y de derecho, significa limitar la proyección exterior de cualquier intencionalidad independentista. Hoy día, en el supuesto de que en Taipei se proclame formalmente la independencia, en poco más de una veintena de Estados, por lo general de escasa significación internacional, tendría algún efecto y sólo simbólico ya que antes de proclamarla, de antemano le atribuyen la condición de sujeto de derecho internacional. Pero para la inmensa mayoría sería el equivalente a un grito en el desierto. Muy pronto, a juzgar por algunas filtraciones, tanto en Europa, como en América del Sur o en el Pacífico, podrían producirse más deserciones en beneficio de China continental. El creciente peso de Pekín en la comunidad internacional hace que su capacidad de atracción sea cada vez mayor y para estar a bien con China hay que cerrar la puerta, en términos de reconocimiento diplomático, a Taiwán. Esta política ha dado buenos resultados a China, aunque su combinación con otras formas de presión, incluida la militar, le ha alejado de algunos sectores sociales internos en la isla.

Pero a estas alturas, los dirigentes chinos parecen haber comprendido donde está el principal quid del problema de Taiwán. Y no es otro que el siguiente: si la sociedad taiwanesa se opone, aunque Chen o el mismo EEUU lo quiera, la independencia no será posible. Más que seducir a Washington con prebendas y negocios, más que hostigar los intentos de Taiwán por absorber pequeñas gotas de oxígeno diplomático, y sin dejar de hacer nada de esto, más decisivo aún es atraer a la mayoría de los 21 millones de taiwaneses al proyecto unificador que se lidera desde el continente.

¿Han dado con la fórmula? Entendida strictu sensu y oficialmente como política “interna”, el entendimiento establecido en abril del pasado año entre el Partido Comunista de China (PCCh), de una parte, y el Kuomintang (KMT), Partido el Pueblo Primero (PPP) y Partido Nuevo (PN), de otra, esquivando de forma intencionada a las autoridades oficiales de Taiwán, hostiles a esta política, da cuenta de una peculiar paradiplomacia que las autoridades chinas impulsan y secundan de forma creciente.

Justamente, el pasado fin de semana, se celebró en la capital china el primer Foro Económico y Comercial de Ambos Lados del Estrecho de Taiwán, en el que dichos partidos han acercado posiciones en lo político y concretado diversas medidas en los ámbitos económico-comercial, turístico, educativo, cultural y social que son expresión de la nueva diplomacia cívica animada por Pekín. China ha puesto sobre la mesa sus destacadas cifras de crecimiento, que se traducen en oportunidades para el desarrollo de los vínculos económicos y comerciales que solo la negativa del presidente Chen impide a los taiwaneses aprovechar con normalidad. Chen Yulin, director de la Oficina para Taiwán del Comité Central del PCCh anunció medidas preferenciales diversas que benefician las exportaciones taiwanesas de productos agrícolas y pesqueros, el reconocimiento de los diplomas universitarios extendidos en Taiwán, la liberalización de las visitas a la isla, más oportunidades de empleo en el continente para los originarios de Taiwán, etc. El encuentro entre Hu Jintao, en su calidad de secretario general del PCCh, y Lien Chan, presidente de honor del KMT, selló el éxito del entendimiento alcanzado.

La asimetría se produce desde el momento en que una de las partes, el PCCh, puede garantizar el cumplimiento de los compromisos contraídos, mientras que la otra, oposición, que no gobierno, en Taiwán, no dispone de los mecanismos institucionales necesarios para llevarlas a efecto, incorporando este entendimiento al debate político de la isla. De gobernar en ella, estos encuentros tendrían un formato distinto. La falta de interlocución con el gobierno taiwanés es lo que justifica esta peculiar paradiplomacia china y explica su mayor trascendencia, de otro modo limitada al mero contacto interpartidario.

Los resultados de este Foro explicitan un mayor acercamiento político entre el gobierno de Pekín y la oposición de Taipei, establecido sobre la base de un claro y mutuo reconocimiento del llamado “consenso de 1992”, logrado de forma oficial entre las dos partes a través de sociedades interpuestas y según el cual China y Taiwán asumen la idea de que son parte de una misma China, con independencia del tiempo y la forma en que la unificación pueda llegar a producirse. Pero, a menos de dos años vista de las próximas elecciones presidenciales en Taiwán, de perder el hoy gobernante PDP, estos años de ensayo general de un nuevo tiempo en las relaciones entre el continente y Taiwán no habrán sido en vano. La cuenta atrás ha comenzado.