¿Estuvo justificado el doble lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki? Unos afirman que el bombardeo aceleró el final de la guerra con el consiguiente ahorro de vidas. Otros creen que no era necesario porque la derrota japonesa era irreversible y solo cuestión de unos meses. Los más críticos consideran que EEUU quería comprobar los efectos de la bomba sobre objetivos reales y demostrar a la URSS su supremacía militar. En todo caso, los lanzamientos marcaron el inicio de una carrera de armamentos entre las dos grandes potencias. La URSS lanzó su bomba en 1949 y después, Gran Bretaña (1952), Francia (1960) y China (1964). La disuasión nuclear frenó una Tercera Guerra Mundial pero no las guerras convencionales y localizadas.
65 años después, en Hiroshima y Nagasaki, los “Hibakushas” o supervivientes de los dos bombardeos ayudan a recordarlo, especialmente, a las jóvenes japoneses. El trauma sigue vivo en Japón. En julio de 2007, el ministro de defensa Fumio Kyuma se vio forzado a dimitir cuando afirmó que las bombas al provocar el rápido fin de la guerra, evitaron que Japón fuese ocupado por la URSS. Los ideales pacifistas y antinucleares mantienen un gran apoyo en el país.
La caída de la URSS acabó con la Guerra Fría pero no con la proliferación nuclear. A pesar de la aprobación del tratado de No Proliferación nuclear en el año 1968, existen hoy 4 países nucleares más (Israel India, Pakistán y Corea del Norte). Otros, como Irán, sortean las presiones y sanciones internacionales para dotarse de armamento nuclear. Las relaciones internacionales siguen marcadas por su tenencia y la voluntad de lograrlas, incluso por parte de varios Estados fallidos.
Desgraciadamente, el hombre no aprende y olvida pronto las lecciones de la Historia. Y la Humanidad seguirá viviendo en medio de una gran tensión nuclear mientras no se reduzcan hasta su eliminación, unas armas nucleares capaces de destruir la tierra varias veces. Barack Obama lanzó un llamamiento a favor del desarme nuclear en Praga en abril de 2009 y ya alcanzó acuerdos parciales con Rusia. Pero su ideal choca con la cruda realidad de los intereses estratégicos, económicos y energéticos de cada Estado, empezando con los de EEUU y los de sus competidores, principalmente China.