La ruta del petróleo amarillo

China se ha convertido en el segundo importador de petróleo en el mundo. En 2003 sus niveles de importación han crecido un treinta por ciento más que en el año anterior. Se prevé que en 2020, estas importaciones podrían ascender a 500 millones de toneladas de petróleo y a más de 100 millones de metros cúbicos de gas natural. El incremento de la demanda tiene su origen en la continua expansión de la economía y el generoso aumento del consumo doméstico, que podría crecer en los próximos años de forma exponencial, especialmente en sectores que sugieren una mayor demanda energética como el automóvil.

Para hacer frente a posibles escenarios que puedan ralentizar su ritmo de crecimiento y comprometer la delicada estabilidad social, en el orden interno, el ejecutivo que dirige Wen Jiabao, impulsa proyectos para establecer una reserva estratégica de petróleo, con una previsión de almacenaje nacional de más de sesenta millones de metros cúbicos de petróleo. Según informa China Daily, en la provincia sureña de Guangdong que en 2003 ha acaparado la importación del 63 por ciento del petróleo crudo y del 84 por ciento del refinado que ha adquirido China, podrían situarse buena parte de los nuevos depósitos que supondrán una inversión de más de 1.500 millones de dólares.

Pero más importante que las medidas logísticas en el ámbito interno y sus exigencias financieras, pudieran ser las iniciativas en el ámbito exterior. Una de las primeras decisiones del nuevo equipo dirigente que preside Hu Jintao ha sido la creación de un Grupo de Trabajo Interministerial que coordinará las áreas de diplomacia, defensa y energía. La inclusión de la energía entre las áreas de diplomacia y defensa en ese Grupo de Trabajo es bien elocuente acerca de la conciencia existente en Pekín respecto a la naturaleza de los desafíos que enfrenta el proceso de reforma.

Las expectativas puestas en Asia Central quedaron truncadas con la guerra de Afganistán, y la guerra contra Irak ha situado sus importaciones de Oriente Medio (cincuenta por ciento del total) en una encrucijada difícil. Por eso, de nuevo, China, que además del embalse de las Tres Gargantas prevé construir 30 reactores nucleares de aquí al año 2020, ha dirigido su mirada, en primer lugar hacia Rusia, con la esperanza puesta en la construcción de un oleoducto que permitirá la comercialización del crudo de los yacimientos siberianos a partir del 2005.

El otro eje, más novedoso, de su orientación estratégica es el continente africano, en donde Pekín pretende encontrar alternativas a sus actuales dependencias, diversificando las fuentes de aprovisionamiento. La gira que Hu Jintao ha realizado por África a inicios del presente mes de febrero, ha puesto en evidencia la naturaleza de sus principales preocupaciones, en especial en las visitas a Argelia y Gabón. En el Sahara argelino explota un yacimiento de petróleo desde 2002 y participa en la construcción de refinerías en la región de Adrar. En el Gabón presidido por Omar Bongo Ondimba, uno de los pocos dirigentes africanos vivos que en el ejercicio de su cargo llegó a conocer a Mao, Zhu En-lai o Deng Xiaoping, Hu Jintao fue recibido con todos los honores, firmando un contrato que le permitirá recibir un millón de toneladas por año, merced al acuerdo alcanzado con Total Gabon, la filial del grupo francés que produce el 42 por ciento del petróleo gabonés, y colaborar en la exploración de nuevos yacimientos.

Esa cooperación sino-africana tiene además el valor cualitativo de la recuperación de un cierto discurso ideológico, ausente en las últimas décadas y a modo de nueva lectura del tercermundismo como alternativa a un orden internacional que margina a los países menos desarrollados. La cooperación Sur-Sur (el 48% de la ayuda exterior de China se destina a África) incide en la idea de una coprosperidad en la que Pekín aportaría la tecnología capaz de valorizar los recursos naturales y humanos del continente africano, compartiendo ambos la preocupación por reducir los desequilibrios en materia de desarrollo, acentuados por el incremento de la brecha existente entre países ricos y pobres. En Gabón, Hu Jintao ha otorgado préstamos sin interés, comprometido su apoyo en la construcción de infraestructuras básicas, en la formación de personal especializado o en la transferencia de tecnologías diversas. Esa misma política se ha generalizado con otros países africanos.

La generosidad china en África dispone de una última razón de ser: sostener el aislamiento diplomático de Taiwán. Durante su mandato, el Presidente Chen Shui-bian ha efectuado dos giras por África: en agosto de 2000 y noviembre de 2002. Pese a ese esfuerzo, Taiwán es objeto de reconocimiento por siete países en todo el continente, después de la pérdida de Liberia el pasado año. Las posibilidades de supervivencia de estos vínculos con cada vez más remotas. Los intercambios económicos, con la energía como motor principal, y la posibilidad de contar con los medios necesarios para desarrollar una auténtica política africana, reportan a Pekín una considerable ventaja sobre sus hermanos rivales de Formosa.