La sombra de los años treinta

Las relaciones entre Pekín y Tokio son extremadamente complejas. Por un lado, se incrementa la interdependencia económica. China es el primer socio comercial de Japón con una economía muy dependiente de las inversiones y el comercio exterior con el gigante chino. Pero las relaciones políticas son inestables. Se han enrarecido aún más tras irrumpir el contencioso sobre las islas Senkaku/Diaoyu que exalta estos días los sentimientos nacionalistas de ambos países. Desde que en 1968 se supo que la plataforma continental albergaba ricos recursos de petróleo y gas natural, China y Taiwán reclaman sus derechos de soberanía sobre las islas, hoy bajo administración japonesa.

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Las relaciones entre Pekín y Tokio son extremadamente complejas. Por un lado, se incrementa la interdependencia económica. China es el primer socio comercial de Japón con una economía muy dependiente de las inversiones y el comercio exterior con el gigante chino. Pero las relaciones políticas son inestables. Se han enrarecido aún más tras irrumpir el contencioso sobre las islas Senkaku/Diaoyu que exalta estos días los sentimientos nacionalistas de ambos países. Desde que en 1968 se supo que la plataforma continental albergaba ricos recursos de petróleo y gas natural, China y Taiwán reclaman sus derechos de soberanía sobre las islas, hoy bajo administración japonesa.

El distanciamiento crece en el sentir de las respectivas opiniones públicas. Los chinos mantienen vivo su resentimiento por las acciones del ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial. En 1937, Japón atacó el corazón de China ocupando Pekín, Shangai y Nanking castigando duramente a la población civil. Su recuerdo envenena las relaciones bilaterales.

Tras rendirse Japón en 1945, el general Mac Arthur sentó las bases de una nueva etapa de reformas estableciendo un régimen democrático. El emperador Hiro Hito que accedió al trono en 1926 continuó como un monarca constitucional hasta fallecer en 1989. Reinó durante 63 años. La monarquía es un símbolo esencial que asegura la continuidad de un país milenario. Japón se modernizó y desarrolló rápidamente hasta convertirse en 1968 en la segunda economía mundial. Pero, a diferencia de Alemania donde sí hubo una total depuración del régimen nazi, en Japón no tuvo lugar en igual medida debido a las urgencias estratégicas estadounidenses al iniciarse la Guerra Fría contra la expansión comunista en Asia. A partir de 1949, algunos políticos de la etapa imperial se reincorporaron a la esfera pública y participaron en varios Gobiernos del Partido Liberal Democrático.

Las relaciones diplomáticas de Japón con China y Corea del Sur se reestablecieron en 1965 y 1972. Pero Pekín y Seúl consideran que Tokio no asumió plenamente sus responsabilidades y exigen reparaciones por los daños infligidos a la población durante la guerra. Aún hoy persisten viejas y profundas heridas aún no cicatrizadas. Pero las últimas declaraciones o acciones antijaponesas también podrían responder a intereses en clave de política  interna. Se impulsan a las vísperas de celebrarse el XVIII Congreso del PCCh. y de las elecciones presidenciales en Corea del Sur.

Japón se siente agobiado ante el imparable ascenso político y económico chino. Cuando gira su mirada hacia el continente asiático ve a China reemerger como un coloso económico con vocación de liderazgo regional y global. En cambio, Japón con sus limitaciones constitucionales en el ámbito militar, una economía desacelerada desde 1991 y una población envejecida, no puede desarrollar un liderazgo político en Asia. China no se lo permitirá. Pero Tokio reforzará su alianza con EEUU, muy ansioso de asentarse activamente en el tablero del juego geoestratégico y económico que se libra en Asia oriental