La tragedia de Japón y la economía mundial

Hace una semana el primer ministro Naoto Kan comunicaba con emoción que debido a la devastación provocada por el seísmo y posterior tsunami, Japón afrontaba la peor crisis desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Unos días después, el emperador Akihito se dirigió solemnemente y por primera vez por televisión a los japoneses para expresarles su consternación ante la trágica amenaza de un desastre nuclear. El múltiple accidente nuclear en la central de Fukushima ha situado la crisis en una dimensión de incalculables consecuencias. Preocupa no tanto la grave situación económica como  la seguridad de millones de personas que viven no lejos de los focos que irradían  radioactividad. Una catástrofe nuclear en la tercera economía mundial agravará extraordinariamente la crisis, que tendría efectos globales.
                                                   
La economía japonesa quedó prácticamente paralizada. El seísmo destrozó las infraestructuras, las industrias y los hogares de la región de Sendai. Pero los cuantiosos daños en varias refinerías y centrales nucleares multiplicaron los graves efectos del seísmo. Los cortes o las reducciones en el subministro energético colapsaron el buen funcionamiento de las infraestructuras de transporte del país, incluyendo los ferrocarriles, puertos y aeropuertos. Y las factorías de los grandes conglomerados industriales, del sector automóvil y electrónica y otros, pararon total o parcialmente su producción y las exportaciones japonesas a los mercados mundiales. Y la alerta nuclear agobió a la población del área de Tokio que ha demostrado una serenidad y entereza encomiables Esta área representa casi un tercio del PIB del país. Aunque la situación se empezó a normalizar en los últimos días, la incertidumbre es grande.

El Banco de Japón inyectó billones de yenes para evitar una súbita depresión económica. El indice Nikkei de la Bolsa de Tokio  se desplomó ante la huída de aquellos extranjeros que vendieron sus activos invertidos en empresas industriales y de servicios nipones. Estas perdieron más de .00 millones de euros en solo tres días. Pero, a la inversa, las urgencias financieras niponas obligarán a repatriar una parte significativa de los capitales invertidos por los japoneses en empresas extranjeras y en bonos del tesoro estadounidense, la UE, Brasil o en otros países. Una vuelta de capitales ahora necesarios para reconstruir el país que ha provocado una inmediata revalorización del yen frente a dólar y el euro. Ya ocurrió tras el terremoto de Kobe en 1995 cuando el yen se revalorizó un 15% respecto al dólar. Ahora se repite el caso.  Pero un alza significativa del yen perjudicará la competitividad de las exportaciones japonesas.

La crisis japonesa tiene, a corto plazo, unos efectos globales y regionales, financieros y económicos. Lo ocurrido en las centrales nucleares pondrá en tela de juicio el uso de la energía nuclear y obligará a buscar otras fuentes alternativas. Y, a corto plazo, presionará al alza el precio del petróleo, cuando los países productores del mundo árabe vive tiempos de gran tensión política. La factura energética podría encarecerse para todos aquellos países que dependen de las importaciones energéticas, como son Japón, Corea del Sur. Ahora. Tras el fallo de los reactores nucleares, Japón deberá importar mucho más. Rusia saldrá muy favorecida.

La crisis representa un duro golpe para las economías de Asia oriental, el principal motor del crecimiento mundial. Existe una gran intendependencia económica y comercial entre Japón, China, Corea del Sur y Taiwán. Los conglomerados japoneses tienen una parte substancial de la producción en aquellos tres países vecinos y sus filiales dependen de los suministros de los componentes de alta tecnología. Solo se producen en  las factorías del archipiélago. Incluso las empresas chinas, surcoreanas y taiwanesas precisan importar los productos de alta tecnología nipones, vitales para su producción manufacturera en el sector del automóvil y electrónica. Japón podría frenar o demorar, a corto y medio plazo, sus inversiones no solo en Asia., también en América Latina y África. También las empresas extranjeras establecidas o que comercian en Japón verán disminuir sus ventas en el mercado interior. Impactará en las exportaciones alemanas a Japón. El turismo emisor y receptor será otro de los directamente afectados.

Pero una vez superada la actual fase de emergencia, se iniciará una nueva etapa de reconstrucción del país, priorizando a las infraestructuras destrozadas o dañadas por el seísmo. También una gran oportunidad para las empresas extranjeras. El coste para Japón será enorme. Su economía se contraerá en los próximos meses debido a la reducción de la actividad económica pero remontará en el último trimestre del presente año. Hay que confiar en Japón y el pueblo japonés. Como otras veces, también superará esta trágica crisis.