El pacto nuclear con Irán y el apretón de manos con el presidente cubano Raúl Castro durante los funerales por Nelson Mandela en Sudáfrica, ambos alcanzados en diciembre pasado, parecen constituir dos eslabones clave en la definición de la diplomacia y la política exterior que el presidente Barack Obama espera imprimir durante el 2014. Dos temas, Irán y Cuba, en un año igualmente decisivo en lo electoral debido a los comicios legislativos de noviembre próximo, en pleno segundo mid-term de Obama, con las expectativas colocadas en las presidenciales de 2016, donde constitucionalmente el actual mandatario estadounidense no podrá postular su candidatura para otra reelección.
El pacto nuclear con Irán y el apretón de manos con el presidente cubano Raúl Castro durante los funerales por Nelson Mandela en Sudáfrica, ambos alcanzados en diciembre pasado, parecen constituir dos eslabones clave en la definición de la diplomacia y la política exterior que el presidente Barack Obama espera imprimir durante el 2014. Dos temas, Irán y Cuba, en un año igualmente decisivo en lo electoral debido a los comicios legislativos de noviembre próximo, en pleno segundo mid-term de Obama, con las expectativas colocadas en las presidenciales de 2016, donde constitucionalmente el actual mandatario estadounidense no podrá postular su candidatura para otra reelección.
Si bien el 2013 pareció traducir las perspectivas de paulatina disminución de la hegemonía estadounidense, particularmente con las repercusiones del caso Snowden y el fracaso por intervenir unilateralmente en Siria, el presidente Barack Obama imprimió a finales de año un par de simbólicos gestos que pueden potenciar las expectativas por retomar para Washington la iniciativa en lo relativo a la política internacional del 2014.
El primero ha sido el histórico acuerdo nuclear entre Irán y el G5+1, formalizado a comienzos de diciembre pasado en Ginebra, y cuyos resortes pueden remontarse a la victoria del reformista moderado Hassan Rouhani en las elecciones presidenciales iraníes de junio de 2013 y, posteriormente, en la histórica conversación telefónica entre Obama y Rouhani en septiembre pasado, la cual constituyó la primera comunicación directa entre un presidente estadounidense y un líder iraní desde el triunfo de la revolución islámica en 1979 y la posterior ruptura de relaciones entre Washington y Teherán.
Por tanto, el pacto nuclear con Irán servirá como foco de atención primordial para Obama en cuanto a la política exterior estadounidense en el convulsionado Oriente Medio actualmente atomizado por la post-Primavera árabe, en particular tras el golpe militar en Egipto en julio de 2013. Precisamente, Egipto irá a elecciones legislativas a mediados de enero con la finalidad de legitimar el convulsionado status quo post-golpista, en particular con la pretensión de ilegalizar a la depuesta Hermandad Musulmana.
La tensión en Egipto corre paralela a la inédita reconversión de fuerzas y actores geopolíticos que viene presentándose en Oriente Próximo en los últimos tiempos, y que para Obama significa colocar a Irán como pieza clave a su favor.
La “apertura” iraní
Mientras Rouhani deberá sopesar la tensa correlación de fuerzas en Teherán tras el pacto nuclear con Occidente, en particular de cara a la teocracia y la poderosa Guardia Revolucionaria Islámica, Obama apuesta por una apertura con Irán que signifique un toque de atención claro hacia dos aliados estratégicos de Washington en la región, hasta ahora aparentemente inalterables pero que en los últimos tiempos han mostrado una notable distancia con EEUU.
Estos dos “afectados” indirectos por el pacto nuclear con Teherán y la nueva diplomacia de Obama son Arabia Saudita e Israel, ambos igualmente temerosos de una fortaleza iraní a través del programa nuclear y de su irradiación geopolítica regional. El distanciamiento de Obama hacia los planes de ataque “preventivo” israelíes contra Irán deja al gobierno derechista de Benjamin Netanyahu ante una fuerte disyuntiva. Y en esta disyuntiva, Israel ha encontrado en Arabia Saudita a un inesperado aliado.
Tanto Tel Aviv como Riad se han visto beneficiados por el golpe militar en Egipto, en particular ante los intentos de los islamistas egipcios por acercarse a Irán. Pero la pax rusa en Siria de septiembre pasado ha afectado los intereses israelíes y sauditas en ese país a favor de la caída del régimen de Bashar al Asad, aliado estratégico iraní en la región.
Mientras Siria se desangra y su guerra civil amenaza con empeorar en 2014, Israel y Arabia Saudita intentan reconfigurar alianzas geopolíticas, curiosamente por parte de dos países que no se reconocen diplomáticamente pero que el inesperado contexto actual puede aducir un leve acercamiento entre Tel Aviv y Riad.
Por ello, Obama apuesta por la carta iraní para disuadir a israelíes y sauditas de focalizar sus intereses unilaterales en Oriente Próximo sin contar con el aval de Washington. Para ello, aumenta la percepción de que existe una especie de cláusula secreta del pacto nuclear con Irán que la comunidad internacional desconoce.
El fuerte impacto de las sanciones internacionales en la economía iraní debido a sus adelantos en el programa nuclear se suavizará con el pacto de Ginebra. Pero hay más: se cree que Obama daría carta y aval para que Irán reciba inversiones de multinacionales petroleras, donde Occidente puede ganar terreno a Rusia y China, tradicionales inversores y aliados iraníes.
Este escenario, sumado a la reciente apertura petrolera en México a través de la decisión del presidente Enrique Peña Nieto de permitir la apertura de inversiones extranjeras con la petrolera estatal PEMEX, anuncia cambios relevantes en el mercado petrolero que colocaría a países productores como Arabia Saudita e incluso Venezuela, eje de fortaleza dentro de la OPEP, ante notables disyuntivas y complejidades.
En este sentido, el 2014 puede anunciar tensiones en el marco de la OPEP, tomando en cuenta que Irán e Irak quieren aumentar su cuota de producción, respectivamente a 4 millones de b/d cada uno, lo cual presumiblemente contará con el rechazo frontal de Arabia Saudita, el principal productor a nivel mundial. De este modo, Teherán parece intentar llevar su confrontación geopolítica con Riad al seno mismo de la OPEP.
Tensa geopolítica electoral
Si el pacto nuclear con Irán certifica paulatinamente esta presumible apertura petrolera en Teherán, Obama estaría solidificando los resortes de una eventual y no menos imprevista apertura diplomática con Irán por canales indirectos, un escenario que trastocaría el concierto geopolítico en Oriente Próximo, confirmando una especie de disuasión constante hacia Israel y Arabia Saudita, principales afectados por este ajedrez geopolítico de Obama e Irán, así como indirectamente a otros actores clave en la región, como Turquía y Egipto, este último sumamente concentrado en sus conflictos internos.
Incluso, las elecciones municipales de mayo en Turquía, interpretadas prácticamente como un plebiscito para el gobernante primer ministro Recep Tayip Erdogan y el islamista moderado AKP, supone un sutil toque de atención que estará mediatizado por la geopolítica en Oriente Próximo. Un presumible avance de los partidos kurdos en Turquía igualmente recolocará la cuestión kurda en el contexto geopolítico regional, y que igualmente tendrá magnitud en las próximas elecciones legislativas iraquíes.
Otro escenario es Irak, que irá a elecciones legislativas en abril. En este escenario, Irán juega cartas importantes a través de los partidos chiitas toda vez Washington intenta consolidar el incierto gobierno de Nourri al Maliki, en el poder desde 2006.
Para Obama, el definitivo retiro militar en Irak, así como el de Afganistán previsto para diciembre de 2014, es una prioridad que le permita ir reduciendo el peso estratégico de Oriente Próximo y Asia Central en la política exterior estadounidense. Precisamente, Afganistán irá a elecciones presidenciales en junio próximo, donde de nuevo el mandatario Hamid Karzai, en el poder desde 2002, irá a otra reelección en un contexto no menos complejo.
La reciente ofensiva iraquí de esta semana contra posiciones de islamistas radicales en Faluja anuncia la aparente necesidad de Washington y Teherán por fortalecer sus aliados y actores en el escenario iraquí, dejando fuertemente debilitados a los islamistas y radicales sunitas, incluso a la recién creada red de Al Qaeda en Irak y Siria.
Washington da por hecho que el Kurdistán iraquí conservará su autonomía regional, aspecto que le permitirá erigirse como el actor clave para modelar las demandas de independentismo kurdo en Turquía, Siria e incluso Irán. Por ello, la cuestión kurda puede convertirse en protagonista colateral de la actual reconfiguración geopolítica en Oriente Próximo.
Curiosamente, Israel también juega sus cartas a favor del eventual independentismo kurdo de facto, principalmente como estrategia de debilitamiento de cara a enemigos regionales como Siria e Irán y a potenciales rivales como Turquía, un tradicional aliado militar israelí que ha visto distanciarse diplomática y políticamente desde la llegada de Erdogan y del AKP a poder en Ankara.
El apretón con Raúl
El otro gesto, más de carácter simbólico, que ha preparado la diplomacia de Obama para 2014, parece concentrarse en una leve apertura con Cuba. El histórico apretón de manos entre Obama y Raúl Castro en Sudáfrica durante los funerales por Nelson Mandela, parece confirmar sin exageradas expectativas, que algo está cambiando entre Washington y La Habana.
El simbólico apretón tiene características de obvia educación diplomática. Obama acababa de llegar a Sudáfrica saludando a todos los jefes de Estado y de Gobierno presentes, así como las máximas autoridades mundiales, por lo que desestimar un saludo a Raúl Castro sería una descortesía inaceptable. Esta primera lectura puede explicar el gesto de Obama.
No obstante, el contexto en las relaciones entre EEUU y Cuba desde comienzos de 2013 aduce otras interpretaciones. La eliminación de restricciones para viajeros estadounidenses a Cuba así como del envío de remesas a la isla por parte de cubano-estadounidenses, abre las perspectivas de posible suavización del anacrónico embargo estadounidense a la isla caribeña.
Paralelamente, Obama ha permitido que compañías de telecomunicaciones puedan cerrar acuerdos con la operadora estatal cubana. Incluso se especula que este leve clima de distensión lleve a la solución bilateral de casos concretos que crean fricción entre Washington y La Habana, como el caso del contratista estadounidense Alan Gross o el de los cuatro agentes de inteligencia cubana presos en EEUU desde 2001.
Incluso, otro gesto simbólico se verá en el apartado deportivo, ya que por primera vez desde 1962, Cuba participará en la Serie del Caribe de beisbol a celebrarse el próximo mes de febrero en la Isla de Margarita. En ocasiones anteriores, Obama ha considerado la política estadounidense hacia Cuba como “anacrónica”.
Washington sabe que el contexto geopolítico hemisférico ha cambiado a favor de una reinserción cubana en los organismos hemisférico, aunado a las presiones de diversos lobbies económicos en el Congreso de EEUU, que instan a la eliminación del embargo y a una apertura económica con Cuba que potencie los intereses de diversos empresarios estadounidenses, principalmente de los sectores turístico y agroindustrial.
Si bien las reformas de Raúl avanzan lentamente en Cuba, como era de prever, otros factores ganan peso a la hora de interpretar como algo más que un gesto diplomático el apretón de manos entre Obama y Raúl Castro. El Congreso del Partido Comunista de Cuba de febrero de 2013 potenció la eventual transición generacional en manos del vicepresidente Miguel Díaz-Canel, de 53 años. En este Congreso, Raúl Castro ya anunció que estará en el poder hasta el próximo Congreso en 2018, lo cual abre las expectativas de transición política.
Para diciembre de 2014 está previsto que la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba se reúna por primera vez desde el triunfo de la Revolución en 1959, en el Capitolio de La Habana, una réplica heredada del mismísimo Capitolio del Congreso estadounidense. Aquí se espera que Raúl avance aún más en sus reformas adoptando la prerrogativa de una separación institucional de poderes entre el Estado y el Partido Comunista de Cuba. Pero, obviamente, mucho dependerá del poder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba y de los sectores duros del Partido.
La muerte de Hugo Chávez en marzo de 2013 y las complejidades del post-chavismo ahora en manos de su sucesor Nicolás Maduro, igualmente persuaden a Raúl Castro y al régimen cubano a buscar alternativas a la irrestricta alianza estratégica con Venezuela. Alternativas que parecen focalizar una apertura indirecta con EEUU.
Mirando al Congreso
Por tanto, la agenda exterior de Obama para 2014 tiene como escenarios probablemente prioritarios a Irán y Cuba. Pero sus avances igualmente dependerán de la recuperación económica estadounidense, del pacto político en Washington entre republicanos y demócratas para superar el inesperado default fiscal y el shutdown legislativo de finales de 2013 y, principalmente, de cara a las elecciones del Congreso y del Senado en EEUU previstas para noviembre próximo.
Aquí Obama se juega sus cartas políticas, en especial ante la expectativa de mantener la hegemonía demócrata en el Congreso y la presumible victoria de los republicanos en el Senado, consolidando así la bicefalia del poder en Washington persistente desde 2009.
Estos resultados electorales definirán la agenda de Obama de cara a las presidenciales de 2016, donde no podrá postular su candidatura y deberá, por tanto, abrir la puerta para una sucesión en el Partido Demócrata. De este modo, el 2014 parece anunciarse como decisivo y no menos histórico para Obama.