La muerte de Manuel Marulanda, alias "Tirofijo", evidencia la fase de debilitamiento y posible desorientación en la que se encuentran actualmente las FARC, tras el asesinato de sus principales líderes Raúl Reyes e Iván Ríos, de las numerosas deserciones y de la pérdida de frentes territoriales en su lucha contra el Ejército colombiano.
A pesar de la designación de Alfonso Cano como sucesor de Marulanda, el progresivo descabezamiento de las FARC y la posibilidad de presentarse pugnas internas entre diversas alas políticas y de "comandantes" militares, auguran un espacio de indefinición en su orientación política y militar, lo que refuerza las cartas manejadas por el presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez.
El lacónico comunicado oficial de las FARC, leído el pasado domingo 25 por el comandante "Timoshenko" supuestamente a través del canal TeleSur, en el cual se certificaba la muerte de su fundador y líder histórico Manuel Marulanda, alias "Tirofijo", supone el último capítulo de una serie de desastrosos acontecimientos que recientemente han golpeado la estructura del Secretariado General de la guerrilla colombiana.
La oficialización de la muerte de Marulanda era un secreto a voces desde hacía mucho tiempo. Sin apariciones públicas desde 2001 y con diversas especulaciones sobre su agravado estado de salud, quedaba claro que la sucesión política y militar en las FARC era un tema minuciosamente elaborado desde hace años.
Pero los últimos acontecimientos parecen anunciar al 2008 como el "annus horribilis" para las FARC. El ministro de Defensa colombiano Juan Manuel Santos, auténtico artífice de la operación tenaza a las FARC y posible futuro sucesor político y candidato presidencial de Uribe Vélez, lanzó la granada más mortal un día antes, al anunciar la muerte por infarto de Marulanda el pasado 26 de marzo.
El impacto de semejante bomba de relojería no tardaría en explosionar dentro de las mismas FARC, apresuradas como estuvieron al anunciar el deceso de su máximo líder, como reacción a una noticia adelantada por uno de sus más odiados enemigos, en este caso el máximo representante militar del Estado colombiano. Esta pérdida de iniciativa por parte de las FARC dejó claramente expuesto su debilitado estado actual.
En caída libre
Los planes de consolidación de la nueva estructura de poder en las FARC sufrieron un dramático giro cuando el pasado 1 de marzo, la aviación colombiana bombardeó un supuesto campamento guerrillero en territorio colombiano, cobrando la vida de Raúl Reyes, por muchos años el Nº 2 tras Marulanda, cuya posición era asumida como la del "sucesor natural".
A la muerte de Reyes le siguió días después la del comandante Iván Ríos, traicionado por sus allegados que no dudaron en hacer caso a las recompensas ofrecidas por el gobierno colombiano al amputarle la mano para certificar su defunción públicamente ante las autoridades policiales y militares.
La atención internacional hacia la crisis diplomática y cuasi bélica entre Colombia, Venezuela y Ecuador ocultó moderadamente un acelerado proceso de descomposición dentro de las FARC. Fueron frecuentes las deserciones e indisciplina de militantes guerrilleros, amparados en las ofertas gubernamentales y la posibilidad de impunidad judicial y reinserción social.
El caso más característico de la descomposición de las FARC ocurrió la semana pasada, con la entrega de la sanguinaria Nélida Ávila Moreno, la "Comandante Karina", quien durante años ejerciera de auténtica "señora de la guerra" en los departamentos orientales de Antioquia, mejor conocido como el Frente 47, uno de los más duros existentes en Colombia.
La "Comandante Karina" hizo un público llamado al fin de la lucha armada, argumentando que "las FARC están resquebrajadas" y que era entonces necesario dialogar con el gobierno de Uribe. Aquí se traduce un síntoma claro: la guerrilla da la impresión de estar "desideologizada", sometida a un proceso de desánimo anímico, con complejas y no siempre seguras fuentes de financiamiento que afectan su operatividad logística.
Sea esta declaración una potencial exposición de motivos, creíbles o no, quizás amparada en posibles efectos mediáticos hábilmente utilizados por las autoridades colombianas, la caída de esta guerrillera símbolo de la lucha armada activó el consecuente desánimo en varias filas de las FARC. Un total de 600 de los 1.700 guerrilleros presos en las cárceles colombianas firmaron inmediatamente su intención de desmovilizarse.
Para rematar la vorágine de recientes acontecimientos desastrosos para las FARC, las revelaciones de la INTERPOL sobre la autenticidad del portátil personal de Raúl Reyes, de las conexiones con políticos colombianos de izquierda como Piedad Córdoba y del mismo presidente venezolano Hugo Chávez, desarticulaba una sólida y segura ventana de apoyo político exterior que podía tener las FARC para internacionalizarse y ser reconocido como un actor beligerante.
La estrategia de Uribe
Era un hecho factible que, en los últimos meses, el Ejército colombiano estaba obteniendo cuantiosos éxitos militares en su lucha contra las FARC. La pérdida de control de territorios por parte de la guerrilla, tales como los estratégicos frentes de Tolima, Antioquia y Caldas, y las deserciones de algunos de sus líderes, minaron considerablemente su ala militar.
Se considera que de los aproximadamente 17.000 efectivos con que contaba la guerrilla en el 2002, hoy solo quedan disponibles para seguir la lucha armada entre 9.000 y 11.000. Las constantes deserciones han sido desesperadamente ocupadas con reclutamiento forzoso de jóvenes inexpertos en la lucha armada.
Hace dos semanas, en un sorpresivo y rápido decreto presidencial, Uribe Vélez autorizó la extradición a EEUU de los 14 altos jefes paramilitares, demandados por acusaciones de narcotráfico. El efecto de esta medida es evidente en dos sentidos: uno, garantizaba a Uribe alejar de Colombia el impacto del escándalo de la "parapolítica" que salpica a su gobierno, extraditando a unos incómodos personajes que podían complicar con sus revelaciones las relaciones entre paramilitares, Ejército y gobierno colombiano, y carteles de la droga.
El segundo efecto es más contundente a mediano plazo. Con la extradición, Uribe allanaba el camino para un potencial acoso final a las FARC y la eventual finalización del conflicto armado, que garantizaría espacios de poder a su favor a la hora de negociar con una guerrilla desmovilizada y desmoralizada.
Del mismo modo, confiado en su evidente éxito militar, Uribe podía conjugar sus efectos en una eventual segunda reelección en el 2010, previos procedimientos legislativos y judiciales, o bien dar paso a un sucesor con garantías, exitoso en la estrategia militar con las FARC y con peso y legitimidad política. Allí es donde el actual ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, parece entrar con fuerza, a raíz de su creciente protagonismo político.
La incógnita Alfonso Cano
Con Alfonso Cano elegido como "sucesor natural" de Marulanda, se abre una nueva etapa en las FARC, más repleta de incertidumbre e indefiniciones que de potenciales espacios estratégicos de poder.
Como lo fuera Raúl Reyes, Alfonso Cano es un conocido negociador político con experiencia en las reuniones establecidas con el ex presidente Andrés Pastrana, así como en la necesidad de iniciar el urgente proceso de internacionalización de las FARC, avalado recientemente por Hugo Chávez.
Cano no posee el carisma de Marulanda como ascendente simbólico entre los guerrilleros, aunque intente revestirlo con un incipiente bagaje ideológico y político al ser el máximo dirigente del Movimiento Bolivariano existente dentro de las FARC. Aún es una incógnita si con Alfonso Cano predominará la posición política y negociadora de la guerrilla, cuya cúpula incluye ahora como nº 2 a Iván Márquez, considerado el "canciller" de la guerrilla, o bien asentará una posición más radicalizada.
El problema puede estar en la conjunción de intereses y estrategias entre las alas política y militar, esta última aparentemente bajo control del hábil Jorge Briceño, "Mono Jojoy", aparentemente intolerante con cualquier diálogo y proceso de negociación con Uribe.
"Mono Jojoy" controla férreamente el llamado Bloque Oriental, fronterizo con Venezuela y Brasil, anclado en una inexpugnable zona selvática y responsable de la mayor parte de los secuestros. El Bloque Sur es el fronterizo con Ecuador, aunque su potencialidad está en declive por la cercanía de la base militar estadounidense de Putumayo, tal y como se evidenció con la incursión aérea colombiana que dio muerte a Raúl Reyes.
La indefinición de la estrategia de las FARC puede dar paso a un dramático proceso de implosión interna, con posibles pugnas políticas y luchas entre los "señores de la guerra" por mantener espacios de poder, amparados por algunos carteles de la droga.
Esta lucha por el control de espacios de poder podría no poseer un significado estrictamente político e ideológico, matriz de la lucha armada por más de cuatro decenios, sino una mera guerra entre grupúsculos armados, algunos con claros síntomas criminales.
Los documentos de Raúl Reyes en manos de la INTERPOL parecen certificar el carácter criminal en el que recientemente se ha visto envuelto las FARC. Allí se denotan los maltratos a la población civil en aras de implementar el proyecto político marxista, las negociaciones con carteles de la droga e, incluso, con jefes paramilitares, para posibilitar el tráfico de estupefacientes, y las extorsiones y los secuestros.
Con ello, las actividades de las FARC en los últimos años distan mucho de consolidarla como una guerrilla legitimada por factores políticos e ideológicos, lo cual parece restarle capacidad de movilización y atracción de adeptos a su causa.
Qué le queda a las FARC
Con una estructura de mando vapuleada en poco tiempo y llena de divisiones, desarticulados ante el fracasado mito de ser considerados como "inexpugnables e invencibles" en la lucha armada y con la muerte de Marulanda, su mito fundacional, las FARC entran en la encrucijada lastrada por la desorientación y la incertidumbre, probablemente incapacitada para mantener su cohesión interna.
Su posición parece estar atenazada ante la urgente necesidad de dar, a corto y mediano plazo, un contundente golpe de efecto que le permita sobrevivir, bien como grupo guerrillero o bien como posible conformación de un movimiento político de izquierda, incluido en la arena política colombiana, tal y como ocurriera con el grupo guerrillero M-19 en los años ochenta, posteriormente desmovilizado y conformado como partido político.
Pero la situación actual de las FARC podría más bien retrotraerla a la experiencia salvadoreña del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN): derrotado en la lucha armada pero superviviente en la arena política. Mucho de ello también depende de hasta donde son capaces de llegar tanto las FARC como el gobierno de Uribe Vélez. Allí se encierra la clave del dilema que vive actualmente el conflicto colombiano.