Las vueltas de la crisis

Si los vuelos de reconocimiento son actividades comunes y discurren por cauces bien conocidos de las partes interesadas, ¿por qué China se ha decidido a interceptar ahora el avión espía de Estados Unidos? ¿qué mensaje pretende hacer llegar a la nueva Administración Bush? En primer lugar, que China no es un actor pasivo y que puede desarrollar sin temor y por propia iniciativa acciones importantes sin eludir las hipotéticas consecuencias en el plano bilateral, siempre y cuando perciba que están en juego sus intereses vitales. En ese peculiar diálogo de reproches que viene caracterizando las relaciones bilaterales no solo es Washington quien puede acusar ni China quien aspira a ejercitar eternamente una actitud a la defensiva, sino también de igual a igual. Estados Unidos no puede actuar por libre, atendiendo única y exclusivamente a la satisfacción de sus intereses, en una región en la que China emerge como una potencia de primer nivel decidida a poner límites al hegemón.

En segundo lugar, los dirigentes chinos han tomado buena nota del giro estadounidense en la cuestión coreana y temen que ello pueda complicar más el triángulo Beijing-
Washington-Taipei. El Presidente Bush ha frenado el entusiasmo de Kim Dae Jung, el Presidente de Corea del Sur, y en la reciente visita a la Casa Blanca le ha transmitido su escepticismo respecto a la dirección política de Corea del Norte, ha exigido una nueva evaluación de su política en la península y rechazado el concepto de reciprocidad global manejado por Seúl para atraer al régimen de Pyongyang. Al aplazamiento sine die de los contactos intercoreanos previstos le han sucedido numerosos contactos entre autoridades chinas y norcoreanas.

¿Puede darse con Taiwán un endurecimiento similar? Las discrepancias con Washington a este nivel son bien conocidas y cada nuevo gesto se analiza al detalle. El objetivo de China es cercenar toda posibilidad de avance soberanista en Taiwán y propiciar un aislamiento que obligue a Taipei a negociar en serio la reunificación del país. Por ello, en Beijing se ha recibido con mucha irritación la noticia de que la Administración Bush ha autorizado la visita del ex-presidente taiwanés Lee Teng-hui a la Universidad de Cornel, prevista para el próximo mes de mayo. Lee es un personaje particularme odiado por Beijing, a quien señalan como el principal responsable del fracaso del diálogo oficioso iniciado en 1992 entre las dos Chinas. La visita “privada” que realizó en 1995 a Estados Unidos, siendo entonces Presidente, propició un severo cruce de acusaciones entre Washington y Beijing. Lee Teng-hui sugirió en 1999 que las relaciones entre ambos lados del Estrecho deberían plantearse sobre unas bases de mayor igualdad, “de Estado a Estado” y no de Estado a “provincia rebelde” como pretende la República Popular China. Fue en ese contexto, cuando China anunció que poseía la tecnología para la fabricación de la bomba de neutrones.

El otro eje inmediato de este triángulo es la venta proyectada a Taiwán de cuatro destructores equipados con el sistema más avanzado de radar naval Aegis. En su reciente visita a Washington, coincidiendo con el treinta aniversario del inicio de la diplomacia del ping pong, Qian Qichen advirtió de las graves consecuencias de una operación sobre la que el Presidente Bush debe decidir el próximo mes. El viceprimer ministro Qian Qichen, anterior jefe de la diplomacia china, dió a entender que de llevarse a cabo la operación, no podría hablarse de un rumbo constructivo en las relaciones bilaterales. Si al poco de la presente crisis, Bush autoriza la venta, la situación podría agravarse enormemente. Estados Unidos, se dice en Beijing, no parece comprender que el asunto de Taiwán es de vital importancia para China y que esta no admitirá, impasible, interferencias que propicien ambigüedades y alienten el status quo o la independencia.

Por otra parte, el incidente recupera el protagonismo político del Ejército Popular de Liberación (EPL) en un momento especialmente importante en el que pugna por encontrar un equilibrio satisfactorio entre la modernización y profesionalización de sus efectivos y el mantenimiento de su tradicional influencia. El EPL no se resigna a quedar en los cuarteles y desea que se respete su cuota de participación e influencia política en el proceso que debe culminar en el 2002, en el XVI Congreso del Partido Comunista de China. El EPL mantiene una representación importante en el Comité Central pero no dispone de participación directa en el Comité Permanente del Buró Político, máximo órgano de poder. El principal ámbito de proyección de sus intereses tiene que ver con el diseño y la gestión de la política exterior, en la que aspira a desempeñar un papel activo. A Jiang Zemin, preocupado ya por la designación de su sucesor y a quien le costó lo suyo hacer real su presidencia de la Comisión Militar Central, le recuerdan ahora que nadie sobrevive en la dirigencia del país sin el apoyo del EPL.