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Líbano: el día después

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Mientras se consolidaba como movimiento político, con representación parlamentaria, la actual guerra le permitió al Hizbulah seguir manteniendo sus posiciones en el sur del Líbano, aunque muy probablemente haya sufrido fuertes bajas en el aspecto logístico y operativo. Pero el escenario más seguro a corto plazo es que Hizbulah aumentará su influencia política en la sociedad libanesa y, probablemente, en el mundo árabe. (Foto: Portada del semanario egipcio al-Karama dedicada al líder de Hizbulah, Hasan Nasralah, en julio de 2006).
 

Con la implementación del alto al fuego en el Líbano y el próximo despliegue de una fuerza multinacional de la ONU, se hace necesario realizar un balance de los 34 días de duración de este extraño conflicto y sus posibles repercusiones. ¿Consiguió Israel sus objetivos? ¿Se reforzó el Hizbulah? ¿Cómo queda la geopolítica en Oriente Medio?

Tras 34 días de guerra, desatadas por el secuestro de tres soldados israelíes en Gaza y el sur del Líbano a manos de milicias vinculadas al Hizbulah y a Hamas, la guerra que enfrentó directamente al movimiento islamista libanés y al Ejército israelí deja sólo un balance claro: más de 1.200 muertos, una nueva crisis humanitaria de refugiados (más de 900.000 desplazados, entre ellos 300.000 niños) y un posible nuevo reparto de fuerzas regional.

La oferta planteada inicialmente por EEUU y Francia de propiciar un alto al fuego fue posteriormente reacomodada para garantizar que los principales autores del conflicto, el Hizbulah y el Ejército israelí, aceptaran llegar al cese de hostilidades implementado en la resolución 1.701 de la ONU, el pasado lunes 14 de agosto.

En este sentido, la oferta aprobada en el Consejo de Seguridad de la ONU estipulaba la retirada del Ejército israelí de las localidades ocupadas en el sur del Líbano, el compromiso de Hizbulah de no bombardear las ciudades del norte israelí y el despliegue de una fuerza multinacional de 15.000 efectivos, como fuerza de apoyo al despliegue del débil ejército libanés.

A menos que se reanuden las hostilidades por medio de otro incidente de suma gravedad, la guerra en el Líbano deja un nuevo panorama para los actores en conflicto, aunque las piezas originales siguen casi intactas.

La encrucijada israelí

Quien más tiene que perder con el nuevo panorama es el primer ministro israelí, Ehud Olmert. A pesar de mostrar una actitud decidida a la hora de hostigar y acabar con Hizbulah por medios militares (como antes había intentado por medios políticos y diplomáticos con el movimiento palestino Hamas), el alto al fuego puede constituir para Olmert , en el mejor de los casos, un fracaso político que le obligue a replantear su futuro.

Lo peor para él sería una inobjetable derrota militar que propicie su caída política. Muchos expertos israelíes consideran que su falta de experiencia y su obsesionada solución militar, sin acompañar con una alternativa política, facilitaron su fracaso en neutralizar a Hizbulah.

Olmert podría sufrir ahora una crisis política en su gobierno, ante el empuje de un renacido partido derechista Likud del ex primer ministro Benjamín Netanyahu, que complique otros planes gubernamentales, tales como el retiro militar de Cisjordania o la consolidación de las fronteras territoriales definitivas para Israel.

Junto a Olmert, los palos de las críticas recaen también en su ministro de Defensa, el laborista Amir Peretz, de quien se esperaba una actitud más conciliadora hacia el proceso de paz, y el jefe del Estado Mayor, Dan Halutz, criticado por sus estrategias militares, calificadas de "crueles e inhumanas", y por su falta de ética al haber vendido acciones en bolsa poco antes del estallar la guerra. Las demandas sociales de dimisión para Peretz y Halutz comienzan a aumentar en Israel.

La poderosa casta militar israelí puede estar ahora en el centro del huracán, al ser responsabilizada directamente no sólo por el fracaso militar sino por crímenes contra la humanidad, a tenor de la gran cantidad de civiles muertos. En materia de opinión pública, Israel ya tenía perdida la guerra mucho antes de implementarse el actual alto al fuego.

Una encuesta realizada por un medio británico estimaba que el 52% de los israelíes consideran como una derrota la breve guerra en el Líbano. Más de 100 israelíes murieron en este conflicto, registrándose también unos 10.000 desplazados. Lo peor para Israel, y para Olmert en particular, es que la breve guerra reforzó al Hizbulah como el verdadero factor del poder en el Líbano y como un actor a tomar en serio en el escenario regional.

La ganancia de Hizbulah

Diametralmente opuesto al resultado obtenido por Olmert y la clase militar israelí está el reforzamiento de Hizbulah, tanto como milicia armada como de movimiento político.

Haciendo historia, el Hizbulah ha sido el único movimiento árabe en controlar y derrotar militarmente a Israel, ante el fracaso de los gobiernos árabes durante las guerras contra Israel desde 1948. Hizbulah lo hizo al resistir durante la ocupación militar israelí (1982-2000), propiciando su retirada bajo el gobierno de un ex militar, Ehud Barak.

Mientras se consolidaba como movimiento político, con representación parlamentaria, la actual guerra le permitió al Hizbulah seguir manteniendo sus posiciones en el sur del Líbano, aunque muy probablemente haya sufrido fuertes bajas en el aspecto logístico y operativo. El escenario más seguro a corto plazo es que Hizbulah aumentará su influencia política en la sociedad libanesa y, probablemente, en el mundo árabe.

El movimiento liderado por el jeque Hasan Nasralah fue catalogado como la única fuerza de defensa nacional por parte de los libaneses, a tal punto que tanto el presidente Emil Lahoud como el primer ministro Fuad Siniora, hicieron públicas declaraciones de apoyo. Del mismo modo, demostró su capacidad para atacar ciudades israelíes y para esconder su arsenal en territorio libanés. Tal y como explicó el propio Nasralah, el reto de Hizbulah será ahora construir los cimientos de un Estado libanés sólido, elemento clave para la seguridad nacional ante la debilidad estructural estatal en esta breve guerra contra Israel.

Por su parte, la clase política árabe y musulmana así como millones de ciudadanos en Oriente Medio, también se despacharon en elogios al Hizbulah, Incluso, el presidente sirio Bashar al Asad reconoció que era un "honor" para su país apoyar a este movimiento.

El problema para el Hizbulah ahora será conciliar sus objetivos con la fuerza multinacional que se despliegue en los próximos días en el sur del Líbano. Queda pendiente la aplicación de la resolución 1.556 de la ONU, de fecha noviembre de 2005, que estipula el desarme del Hizbulah. Nasralah ya anunció su rechazo a esta medida, a no ser que el gobierno libanés negocie el retorno de los prisioneros del Hizbulah y se alcance una resolución de las disputas territoriales en el sur libanés. Todo esto arroja ingredientes para inflamar el conflicto a corto plazo.

El paisaje regional

Con el aparente fin del conflicto, salvo recientes escaramuzas de combate, algunos puntos quedan claros en Oriente Medio mientras que otros quedan abiertos.

Siria e Irán se consolidan como la principal ventana de apoyo externo a Hizbulah, con una renovada influencia política en los asuntos libaneses. Esto aumenta los temores en Occidente e Israel, aunque también es necesario recalcar que actualmente están en el peligroso punto de mira de Washington, tal y como se intuye del reciente discurso del presidente George W. Bush.

A pesar de que en su discurso de felicitación a Hizbulah, el presidente sirio al Bashar amenazó a Israel con recuperar militarmente los Altos del Golán, en poder israelí desde la guerra de 1967, la nueva coyuntura puede abrir una ventana a Damasco para superar el pesado aislamiento occidental.

Al recuperar parcialmente su posición como actor de influencia en el Líbano, Siria espera que esto le permita ganar posiciones en un hipotético acuerdo político entre el Líbano e Israel. El ministro israelí Peretz dejó entrever que es posible un próximo proceso político de negociación de alto nivel en Oriente Medio. Observando la actual situación desde una perspectiva histórica reciente, tanto Siria como Israel han cosechado sendas derrotas políticas y militares en el Líbano, con la retirada de las tropas israelíes en el 2000 y las sirias en el 2005.

Con la nueva correlación de fuerzas, se constata lo que ya venía anunciándose antes de que comenzaran las hostilidades. Al eje EEUU-Israel se le contrapone un reforzado eje Siria-Irán-Hizbulah, dejando en el aire cómo queda la situación interna en el Líbano y Palestina.

La diplomacia "boba"

Paralelamente, Francia logra apuntarse un pírrico aunque no menos importante triunfo diplomático, al convencer a las fuerzas políticas libanesas a la hora de aceptar el alto al fuego. En este sentido, Washington actuó a última hora esta propuesta, viendo que Israel era incapaz de alcanzar sus objetivos planteados.

Obviamente, el frontal apoyo de Bush a la estrategia de Olmert deja nuevamente en evidencia a la Casa Blanca y constituye un duro golpe al plan regional de Bush de fomentar un cambio político prooccidental en Oriente Medio. La guerra del Líbano reforzó a enemigos de Washington como el Hizbulah y el eje sirio-iraní. Por su parte, el mundo árabe y la diplomacia conjunta europea se apuntan un nuevo fracaso operativo al no lograr implementar ningún acuerdo a tiempo de cese de hostilidades.

Para el Líbano, ahora vendrá un período de reconstrucción de la maltrecha infraestructura civil, lo cual puede reactivar determinadas inversiones y ayuda extranjera, y de reinserción social de los miles de refugiados.

De todos modos, existen dudas sobre si esta tregua y el despliegue de tropas de la ONU garantiza el fin de las hostilidades. En caso de reactivarse la guerra, la ONU y los países que enviaron sus tropas al sur del Líbano se encontrarían en una encrucijada bélica, atrapados en una interminable espiral de violencia. Es por ello que aquí pueden surgir diferencias entre los países occidentales sobre la necesidad de enviar tropas al peligroso sur libanés.