20060927 khalihenna ould errachid

Los cismas tras la autonomía saharaui


 Khalihenna Ould Errachid, clic para aumentar
Khalihenna Ould Errachid es un hombre del sistema. De ahí precisamente que muchos hayan observado con escepticismo la puesta en marcha del Corcas, algo que se vendió en su momento como novedoso y como un total giro en la política marroquí pero que, sin embargo, suponía más de lo mismo. De otra parte, “si Khalihena ya fracasó con España, ¿por qué ahora iba a ser distinto bajo la bandera de Marruecos?”, se preguntan algunos.
 

Bajo una fachada de calma y homogeneidad, el Consejo Real Consultivo para Asuntos Saharauis (Corcas) entregó el pasado 6 de diciembre a Mohamed VI su propuesta de autonomía para el Sahara Occidental. Tras esta imagen idílica, las críticas se multiplican, siendo la realidad bien otra.

El 6 de diciembre, el Consejo Real Consultivo para Asuntos Saharauis (Corcas) anunció, en rueda de prensa en Rabat, que su propuesta de autonomía para el Sahara había sido finalmente remitida a Mohamed VI para que este diera su visto bueno al proyecto. Allí, como de costumbre, fue el presidente del Corcas, Khalihenna Ould Errachid, quien monopolizó la palabra, señalando que los trabajos y actividades emprendidas en el seno de la institución que él dirige habían dado, al fin, los frutos deseados.

Tras apuntar escuetamente que el modelo español había servido de inspiración, pero sin dar detalles sobre el futuro ente autonómico, Ould Errachid concluyó que la solución al dossier saharaui estaba ahora mucho más cerca, “en virtud de la apuesta real por la opción autonomista”. Hasta aquí nada nuevo, ya que esta ha sido precisamente la tónica desde el pasado mes de marzo, cuando el rey de Marruecos puso en marcha el Corcas como el reflejo de apuesta de Rabat por la autonomía de las “provincias del sur”. Bellas palabras, viajes y encuentros con autoridades y líderes extranjeros, y siempre una única voz, la de Khalihenna.

“Él solito se lo ha guisado y él solito se lo ha comido”, confiesa un miembro del Corcas que prefiere mantener el anonimato. La trastienda de la imagen impulsada desde el Palacio Alauí no es tan idílica como parece. Así, a pesar de que se ha intentado controlar desde el primer momento el acceso de los medios a la información y que los miembros del Corcas tienen estrictamente prohibido proferir declaraciones sobre el contenido de sus reuniones, no han sido pocos los que desde las páginas de los rotativos marroquíes han criticado a la real institución, críticas dirigidas sobre todo a su líder, a su composición y a su modo de funcionamiento.

A nadie escapa que Khalihenna Ould Errachid fue “el hombre de España” en el Sahara Occidental a principios de la década de los 70, siendo el elegido para intentar ya entonces una suerte de salida autonómica para la entonces irredenta provincia española. Se le colocó al frente del Partido de Unión Nacional Saharaui, el PUNS, que vio la luz en 1974 y tres meses después, tras un sonado fracaso, desapareció. Ould Errachid tuvo que huir hacia Marruecos “con 160.000 pesetas de la caja fuerte del partido”, dicen algunos de los muchos rumores que circulan por el desierto, donde el Majzén, el régimen tradicional marroquí, lo esperaba con los brazos abiertos.

Nombrado “ministro del Sahara”, a través del puesto de Secretario de Desarrollo de las Provincias del Sur, impuesto como parlamentario y a la cabeza del ayuntamiento de El Aaiún durante más de dos décadas –ente que ahora dirige, por cierto, un hermano suyo–, Ould Errachid es un hombre del sistema. De ahí precisamente que muchos hayan observado con escepticismo la puesta en marcha del Corcas, algo que se vendió en su momento como novedoso y como un total giro en la política marroquí pero que, sin embargo, suponía más de lo mismo. De otra parte, “si Khalihena ya fracasó con España, ¿por qué ahora iba a ser distinto bajo la bandera de Marruecos?”, se preguntan algunos.

Otra de las principales críticas vertidas hacia lo que algunos entienden como un “consejo de notables saharauis”, es su falta de legitimidad y de representatividad. Sus miembros, designados por Mohamed VI, no son significativos en el territorio de la antigua colonia española. “De las 143 personas que componen esta institución real, solo 39 son oriundos del territorio en litigio, siendo en su mayoría gente fabricada por el propio régimen marroquí”, afirma Bachir Edkhil, un hijo de El Aaiún, histórico del Frente Polisario y actualmente presidente de una ONG de desarrollo saharaui.

Según este, “se trata de un mosaico de individuos que poco o nada tienen que ver los unos con los otros, con el agravante de que este problema no les concierne, un fenómeno que, por otra parte, no es exclusivo de Marruecos, ya que también lo podemos encontrar en el otro bando, donde los no oriundos se han erigido en portavoces de una causa que no es suya”. Para Edkhil queda claro que “la única institución que realmente fue representativa en el Sahara fue, paradójicamente, la Asamblea General que Franco puso en marcha en 1967 y que, compuesta por 102 miembros, era elegida a través del sufragio de cada tribu”.

En una línea similar se manifiesta Abdellah El Hairach, miembro del Corcas, al confesar como “los oriundos nos sentimos un fuera de juego dentro de esta institución, en medio de gente de fuera que, en muchos casos, no persigue otra cosa que sus propios intereses”. “La historia no hace sino repetirse cada vez que aparece una oportunidad para el Sahara, con la misma gente, con los mismos procedimientos, sin dejar oportunidad a aquellos que más interesados estamos en poner fin a este conflicto”, se lamenta El Hairach.

El Hairach no oculta que “no se nos ha hecho realmente participes del proyecto de autonomía y no se nos ha permitido plantear iniciativas, sino que, quizás tomándonos por ignorantes, se nos ha impuesto un proyecto que, si bien lo hemos podido discutir, no hemos conseguido modificarlo”. “Ha funcionado la demagogia pura y dura, justificándonos el secretismo en la necesidad de evitar el espionaje. No se dan cuenta que este es un tema muy importante, una responsabilidad enorme como para tomarla a la ligera. La historia no nos perdonará si no estamos a la altura del desafío de terminar con un conflicto que ya dura más de tres décadas”, concluye El Hairach.

(Versión en catalán de este artículo en www.avui.cat).