La UE decide estos días su futuro en un contexto de incertidumbre política. La crisis viene de lejos y se llegó al borde del abismo. La credibilidad y el prestigio de la vieja Europa están en juego ante los ojos atónitos de los países emergentes. Difícilmente los europeístas podíamos imaginar la imagen de los países BRIC (Brasil, Rusia, India y China) reunidos el 22 de septiembre en Washington discutiendo si y como ayudar a la zona euro a salir de un callejón sin salida.
La UE decide estos días su futuro en un contexto de incertidumbre política. La crisis viene de lejos y se llegó al borde del abismo. La credibilidad y el prestigio de la vieja Europa están en juego ante los ojos atónitos de los países emergentes. Difícilmente los europeístas podíamos imaginar la imagen de los países BRIC (Brasil, Rusia, India y China) reunidos el 22 de septiembre en Washington discutiendo si y como ayudar a la zona euro a salir de un callejón sin salida. Ni al primer ministro portugués Pedro Passos Coelho pidiendo al presidente angoleño Eduardo Dos Santos, el 17 de noviembre en Luanda, la ayuda financiera para superar la grave crisis que acecha a Portugal. Resulta que la ex-colonia, un gran país productor energético, cuenta con más divisas que la ex metrópoli. El mundo tal como es hoy.
Los países emergentes pueden ayudar a la UE pero piden garantías. También otros países industrializados como Japón, Taiwán y Corea del Sur que poseen las 2ª, 5ª y 9º reservas de divisas mundiales. Todos cuentan con un sector exportador dependiente del mercado europeo. Pero para asistir a la UE exigen que esta decida a donde va. En la cumbre del G20 de Cannes no se comprometieron a participar en el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera necesario para reconducir la crisis de la zona euro. Prefieren canalizar su asistencia financiera a través del FMI. Desconfían de la UE al observar como sus miembros no se ponían de acuerdo sobre el libro de ruta para salvar el euro. Dudan invertir en una divisa cuya viabilidad futura es discutida. En definitiva, esperan los resultados efectivos de la decisiva cumbre europea de este viernes 9 de diciembre en Bruselas.
El rol de China, el primer acreedor de Occidente, será clave. Cuenta con 3,2 billones $ y quiere diversificar sus inversiones muy concentradas en bonos del tesoro de EEUU. También exige que Alemania y Francia vayan al unísono. Está dispuesta por su propio interés a paliar, aunque no resolver, las urgencias financieras de la UE, el principal destino de las exportaciones chinas. Pekín sabe que si la crisis europea se prolonga en el tiempo, afectará negativamente al crecimiento chino. La actividad del sector manufacturero se contrajo en noviembre. A los chinos les interesa apuntalar el euro para no desvalorizar sus inversiones ya realizadas en la zona euro y no depender tanto del dólar.
Pero China pide contrapartidas económicas y políticas. Reclama que la UE le reconozca el status de “economía de mercado”, algo que la OMC prevé para 2016. Y que no le presione sobre la valoración del yuan. También pide el levantamiento del embargo a la venta de armas, acordado por la UE en 1989 tras los trágicos hechos acaecidos en la plaza Tiannamnen. Pekín se queja de que Bruselas levanta barreras a las exportaciones chinas mientras abre el mercado europeo a los productos surcoreanos tras entrar en vigor, el 1 de julio el Acuerdo de Libre Comercio con Corea del Sur. La UE negocia acuerdos similares con India, Singapur y Malasia.
China quiere hacer valer su peso político y financiero para seguir invirtiendo en la UE comprando deuda pública pero también en activos fijos. Ahora prioriza la inversión en sectores industriales y servicios estratégicos. Responde a la estrategia del Gobierno chino de apoyar con generosos y cuantiosos créditos públicos la globalización de las grandes empresas chinas. Ya han invertido en América Latina y África para asegurarse recursos energéticos y alimenticios. Ahora van de compras por un Occidente en rebajas para hacerse con empresas y, si cabe, con sus tecnologías avanzadas o el “know-how” útiles para asegurarse también el mercado chino. En EEUU encuentran recelos. En un Europa necesitada de liquidez, las empresas chinas son mejor recibidas. E invierten en los sectores de infraestructuras y, especialmente logística para favorecer la entrada de los productos chinos en los mercados europeos. Esto ocurre mientras algunos inversores europeos afrontan dificultades en China.
Las raíces de la crisis europea no son externas sino internas. No están en China sino en la tardanza europea en realizar las reformas estructurales aún pendientes. La UE solo será competitiva en un mundo cambiante si avanza hacia una unión política que sume la fuerza de todos. En caso contrario, se ira desdibujando hasta desaparecer. Entonces quedaremos a merced de los grandes países y áreas económicas emergentes. Mientras en España algunos afortunados disfrutan del largo puente de la Inmaculada-Constitución o pendientes del Fútbol, en Bruselas se decide sobre nuestro futuro.