Los gendarmes del mundo y el eje del Mal

El pasado 29 de enero, George W. Bush, presidente de los Estados Unidos de América, dirigía su Discurso sobre el Estado de la Nación a un Congreso preso de místico fervor. Bush acababa de designar al "Eje del Mal", etapa superior de los "Estados gamberros" de su predecesor, Clinton. Irak, Irán y Corea del Norte, si bien es una lista abierta que puede incluir a Yemen, Libia, Siria, Sudán, Somalia… Al día siguiente, la cuota de aceptación pública rondaba el 83%. En épocas de intensa represión, y este comienzo de siglo sin duda lo es, es absolutamente necesario para el hegemón contar con un enemigo, una fuerte amenaza. Sólo así el Estado líder podrá aumentar y reproducir su dominio.

¿Cómo se llega a estos niveles de aceptación ante una guerra que será larga, que perseguirá al enemigo, sin límites temporales o espaciales, hasta "el día del Juicio Final"?. Al día siguiente a los atentados del 11 de Septiembre, fecha convencional de partida, el famoso telepredicador Falwell curaba así el dolor de sus compatriotas: "Han sido los paganos, los abortistas, las feministas, las lesbianas y la ACLU (una asociación progresista de defensa de los derechos cívicos y la libertad de expresión) quienes, al intentar secularizar a América, han favorecido estos acontecimientos. Lo digo señalándoles con el dedo". Señalaba con el dedo como Bush, a quien el área fundamentalista de la derecha americana, de la que Falwell es dirigente, prestó el apoyo para la victoria en las primarias del Partido Republicano.

El Mal es el terrorismo. Iniciando la guerra contra Afganistán, Bush ha convertido un acto terrorista en un acto de guerra. El Bien debería ser entonces la ausencia de terrorismo y, sin embargo, Estados Unidos es el único Estado que ha sido condenado por el "uso ilegal de la fuerza" fuera de sus fronteras, es decir, por terrorismo (fallo del Tribunal Internacional de Justicia en favor de Nicaragua en 1986). El terrorismo no fue entonces, y no suele serlo, el arma de los débiles: "es considerado un arma de los débiles, porque los fuertes también controlan los sistemas de adoctrinamiento y su terror no cuenta como terror", dice Chomsky.

La actual situación de anunciada guerra perpetua en cualquier parte del mundo, no la marca la legítima defensa, y no es el último recurso, porque para Washington la guerra no es sino un medio, una empresa, para conseguir ulteriores objetivos. Sea como fuere, EE.UU venía avisando al mundo desde finales de los años noventa de que las amenazas de siglo XXI no serían convencionales, sino que provendrían de milicias en red sin domicilio aparente, de "grupos de individuos" que "no combaten lealmente". EE.UU reacciona rápido tras el 11-S y no tan mesuradamente como se apresuran a aplaudir sus colegas europeos. La "Segunda Fase" de la guerra es aludida ya a finales del mismo Septiembre; aún no ha caído la primera bomba en Afganistán, pero las tropas norteamericanas están ya en Uzbekistán, pero también en Filipinas. Durante la guerra EE.UU usa, además, nuevas bases en la propia Afganistán, en Pakistán, en Kyrgyzstán y en Tayikistán. Una vez que la zona de Asia Central recupere la estabilidad, se nos dice, las tropas deberían retirarse, pero de esto si que no hay precedentes.

La guerra contra Irak de 1991, resultó en una miríada de bases militares norteamericanas en el Golfo, comenzando con las enormes de Arabia Saudí y Kuwait, siguiendo con otras en las que el Pentágono se reserva el derecho a mantener. Bahrein, Qatar, Omán y Emiratos Árabes Unidos. ¿Para defender a estos países de Sadam Hussein? O mejor, para reprimir potenciales brotes internos de protesta contra los gobiernos títere de las monarquías petrolíferas. Más tarde, en 1995 y 1999, las intervenciones humanitarias de EE.UU en Yugoslavia, han puesto picas en forma de bases militares en Hungría, Albania, Bosnia, Macedonia y Kosovo, destinos en los que quizá, de ser distintas las cosas, podría haber bases de una UE ampliada y con un proyecto de defensa propio. El objetivo, a largo plazo, sería aumentar el control corporativo de los EE.UU sobre el petróleo que persiguen Europa y Asia Oriental. El objetivo final, establecer nuevas esferas de influencia americana, y eliminar cualquier obstáculo (militantes religiosos, nacionalistas laicos, gobiernos enemigos, también aliados) que pudiera encontrar.

Esta tesis, que defiende en un bravo artículo -New US Military Bases: Side Effets or Causes of War-, Zoltan Grossman, nos remite a una nueva realidad geopolítica, y al desarrollo de la dominación militar imperialista en regiones estratégicas por un país como futuro contrapeso o cuña a los competidores económicos: Europa, Rusia y, sobre todo, China.

Bush y Cheney presentaban, en mayo de 2001, el plan energético de la legislatura: Reliable, Affordable and Enviromentally Sound Energy for America´s Future. En él se apuntan áreas específicas de interés, a nivel mundial, para América, priorizadas por las principales compañías nacionales. Áreas que deberían ser "más hospitalarias y remuneradoras" para los inversores norteamericanos: países del Golfo; Brasil y Venezuela; Nigeria; Benim, Togo y Ghana; Chad y Camerún; el Caspio.

La presencia americana ya se está solidificando en el Caspio y Asia Central. El obstáculo talibán ha sido sustituído por un imposible gobierno dirigido por Karzai, que ya había ejercido de consultor informal de la petrolera UNOCAL. No es, pese a las apariencias un área virgen para América. Ya Rockefeller amasaba fortuna allí antes de la Revolución Rusa de 1917, en una época, principios del siglo pasado, en la que estaba de moda en Estados Unidos cierta teoría geopolítica que tenía en Asia Central la región pivote de la Historia (Mackinder, 1904). Tras la II Guerra Mundial, caída Alemania y con una URSS poderosa, EE.UU necesitaba una estrategia global y ésta debía apoyarse en "su" modelo de mundo; el resto de los códigos geopolíticos, simplemente, se adaptaron. La realización completa debía esperar a la caída de la URSS, que daría lugar a una multitud de nuevos Estados y a un vacío de poder hegemónico.

La creación del "Eje del Mal"

Irak, un asunto no resuelto en los noventa por las tropas de general Powell, ahora aplicado poli bueno, e Irán, gigantesco y problemático desde la desaparición del Sha, son ahora las dos únicas potencias regionales no sometidas a Washington; junto a Arabia Saudí, producen la mayor parte del petróleo mundial. Pese a su definición como parias, han afirmado, en los últimos años, una provechosa apertura en sus relaciones regionales, relaciones que o bien van por libre o, peor, caen en la órbita Rusia-China.

Irak, que desde la guerra ha seguido recibiendo bombardeos contínuos por parte angloamericana, y soportando un embargo sobre el que Naciones Unidas debería hacer examen de conciencia, sigue, según EE.UU, desarrollando, produciendo y almacenando, armas de destrucción masiva. Respecto a Irán, que tambalea en su evolución política, el genocida Sharon, cuyos buenos servicios son requeridos en Washington, recupera un viejo plan de 1981. Entonces se trataba de ocupar Irán contra la expansión soviética. Ahora, Irán es un país, incluído en el "Eje del Mal", que proporciona armas a Hizbullah, en la lista Bush de "organizaciones terroristas". Esto lo descubre Israel en enero de 2002, iniciando así una campaña, interna y externa, basada en la peligrosidad iraní.

La famélica Corea del Norte, en cambio, es un anacronismo comunista en plena Asia Oriental, donde China crece como potencia regional, y ya los dragones comienzan a recuperarse de la crisis de los noventa. EE.UU, que cuenta con importantes peones en la región -Japón, Taiwan, Corea del Sur-, avanza con bota de hierro, abriendo una base en Kyrguizstán, ya muy cerca de China, e interviniendo en Filipinas. Se diría que "El Eje del Mal" comete un básico error comercial: no son "hospitalarios" a los productos norteamericanos, y sí muy receptivos a las armas rusas y chinas.

El Estado presidencialista, maximalista y de seguridad, que es hoy Estados Unidos, sólo podrá institucionalizarse bajo el estado de terror si, efectivamente, se eterniza la guerra. A medida que se extienda, los oleoductos perderán importancia frente al poder netamente militar. De ahí la amenaza nuclear de Bush.

Despues del Discurso sobre el Estado de la Nación, el Institute for American Values publicaba una carta apoyando la estrategia gubernamental contra el "Eje del Mal". Firmaban hasta 60 respetados académicos, como Fukuyama, Etzioni, Stocpol y Huntington, autor de "El choque de civilizaciones", y otrora experto en contrainsurrección de Lyndon B. Johnson para Vietnam. Con su firma, legitimaban la hiperviolenta política de Bush, sin ser capaces, sin querer, dar una sóla alternativa a la guerra. Como los telepredicadores.

Naturalmente que el enemigo, y la víctima indudable, tras el 11-S, es el Islam. Entre Bush, Sharon y Osama, pueden crear la materialización de una reacción unánime a partir de un sentimiento común, porque los atentados del 11-S no fueron un intento de destruír los EE.UU, sino un grito colérico y movilizador: ¡Fuera de nuestra tierra! . Es un grito gestado en décadas. Phil Ochs ya lo cantaba a principios de los 60:

Tenemos que proteger a todos nuestros estupendos ciudadanos,
Así que os mandamos un batallón por cada uno de ellos,
Y quizá nos marchemos en un par de años, (…)
Escupiremos en las calles de las ciudades que arrasemos,
Y os encontraremos un líder al que elegir libremente, (…)
Nos hemos llevado la mitad de mundo, no lo véis,
Y a nuestros dividendos los llamamos democracia,
De forma que lo queráis o no tendréis que ser libres,
Porque somos los gendarmes del mundo, muchachos,
Porque somos los gendarmes del mundo.