¿Pudo evitarse la tragedia? Durante cuarenta y cinco días el centro neurálgico de Pekín permaneció literalmente ocupado por miles de estudiantes. Hasta el último momento, todo discurrió de forma asombrosamente pacífica, ¿Por qué, entonces, la masacre final? ¿Fue consecuencia de la ineptitud y la imprevisión gubernamental o una acción ejemplarizante y deliberada?
Diez años después muchas preguntas continúan sin respuesta y en las cuestiones fundamentales persisten los interrogantes. ¿Cual fue el papel de Zhao Ziyang? Comunmente se afirma que Zhao, secretario general del Partido, lideraba la linea partidaria del diálogo con los manifestantes. Zhao estaba enfrentado a Li Peng, principal representante del grupo conservador, y propuso la supresión de los privilegios especiales, la publicación de informes detallados sobre las finanzas de los cuadros de alto nivel; la creación de una organización para investigar la corrupción de los altos funcionarios y de sus familiares. Fue depuesto de inmediato y sometido a arresto domiciliario. Otras versiones, no menos solventes, indican que Zhao Ziyang utilizaba demagógicamente las reivindicaciones del movimiento estudiantil para impedir el declive de su propia carrera, amenazada por una farragosa gestión económica que a punto estaba de pasarle factura. Su secretario particular, Bao Tong, se movía como pez en el agua entre los manifestantes y, al parecer, llegó a facilitarles información sensible con el consentimiento de su jefe, quien actuaría al margen del Buró Político.
Otro tanto ocurre con el papel del Ejército Popular de Liberación. “El Partido manda al fusil”, decía Mao. Pero ¿que ocurre cuando el Partido no es capaz de mandar? La tardanza en la represión del movimiento pudo deberse a que la dirigencia del Partido necesitaba resolver primero sus diferencias, pero la movilización de las tropas bien podría ser también el último episodio de un pulso interno. No solamente perseguía poner punto final a los disturbios, sino explicitar igualmente el apoyo a una determinada facción, mayoritaria, del Partido. El Ejército no desempeñaría entonces un papel secundario sino que decidiría un hipotético empate.
Los estudiantes sintetizaron el descontento por la corrupción y los desequilibrios provocados por la reforma iniciada en 1978. Sus reivindicaciones poco o nada tenían que ver, al menos en su origen, con las aspiraciones democráticas que se le atribuyen desde el exterior. La influencia ideológica occidental fue infinitamente menor que la ejercida, por ejemplo, por las esperanzas de renovación del socialismo que animaban la perestroika y la glasnost. Al margen del protocolo oficial, el 17 de Mayo de 1989, los estudiantes movilizaban más de un millón de personas para despedir a Gorbachov. En buena medida, compartían su sueño de un socialismo democrático. Deng Xiaoping se encargó de recordar a todos los límites de una reforma que si bien aspira a construir una sociedad más desarrollada, en modo alguno pretende alterar la naturaleza política del régimen.