Los Republicanos: combustión y alto riesgo

Las elecciones legislativas estadounidenses del 2018 demostraron hasta que punto Trump había llegado a controlar al Partido Republicano. O, mejor dicho, como controlaba al voto que lo alimenta y por intermedio de este al partido mismo. Fue gracias a su involucramiento activo en esa campaña que múltiples candidatos de esa tolda lograron conservar sus curules en el Senado o acceder él. Gracias a Trump, los Republicanos lograron contener la marea Demócrata donde realmente importaba: el Senado.

Liñas de investigación Relacións Internacionais
Apartados xeográficos Estados Unidos
Palabras chave IGADI Galicia internacional
Idiomas Castelán

Las elecciones legislativas estadounidenses del 2018 demostraron hasta que punto Trump había llegado a controlar al Partido Republicano. O, mejor dicho, como controlaba al voto que lo alimenta y por intermedio de este al partido mismo. Fue gracias a su involucramiento activo en esa campaña que múltiples candidatos de esa tolda lograron conservar sus curules en el Senado o acceder él. Gracias a Trump, los Republicanos lograron contener la marea Demócrata donde realmente importaba: el Senado.

Ello confirmaba lo que los analistas habían venido señalando. Es decir, como Trump había logrado apropiarse del partido, transformándolo ensimple prolongación de su personalidad y planteamientos. Tal como refería The Economistel 21 de abril de 2018: “Todos los presidentes Republicanos y Demócratas intentan reconfigurar al partido a su imagen y semejanza. En ello, Donald Trump ha sido más exitoso que la mayoría. El se ha apropiado totalmente del partido”. 

Thomas L. Friedman llegaba aún más lejos: “El Partido Republicano ha cambiado en todo menos en el nombre, pasando de la noche a la mañana de ser internacionalista, pro libre comercio y anti déficit fiscal para transformarse en un partido proteccionista, anti inmigrantes y abierto a los déficit fiscales, todo ello para adaptarse a los instintos de Donald Trump y de su base. Como bien señalaba el antiguo Presidente de la Cámara de Representantes John Boehner: ‘Ya no existe un Partido Republicano. Lo que existe es un partido Trump’”(Why Are So Many Political Parties Blowing Up?, The New York Times, June 26, 2018). 

¿Cómo una figura que se había introducido como un cuerpo extraño en las las elecciones primarias por la candidatura presidencial del Partido Republicano, pocos años antes, lograba apropiarse del partido de manera tan completa? Lo cierto es que Trump supo aprovecharse de la inseguridad sentida por gran cantidad de estadounidenses, adaptando su mensaje a los temores de aquellos. Sin embargo, eso por si sólo no hubiese bastado si la mesa no hubiese estado ya servida al interior del Partido Republicano mismo. Quien se ocupó de hacerlo fue una plutocracia que, a través de sus gigantescos donativos electorales, lo estaba doblegando a sus intereses.

Jane Mayer, una de las periodistas investigativas de mayor prestigio en Estados Unidos, publicó en 2016 un libro fundamental para comprender la fuerza del dinero detrás del Partido Republicano. En él explicaba cómo los hermanos Charles y David Koch, dueños de la sexta y la séptima fortunas más grandes del mundo, habían creado en la más absoluta opacidad una suerte de “banco político” dedicado al financiamiento y control de dicho partido y de las ideas que lo sustentaban. Los integrantes de dicho grupo incluían a dieciocho billonarios y a un extenso número de multimillonarios con una fortuna combinada de 214 mil millones de dólares. Dicha plutocracia propiciaba un gobierno limitado, una reducción drástica de impuestos, mínimos servicios sociales para los necesitados y mínima supervisión para las actividades económicas, particularmente en materia de Medio Ambiente (Dark Money,New York).   

Estos plutócratas no sólo persiguían que el proceso político se amoldase a sus intereses patrimoniales, sino que para lograrlo recurrían a una movilización política de rasgos particulares. En otras palabras, junto a la agenda patrimonial existía un método de acción política. Martin Wolf describía así la esencia del modelo: “...el ‘obstruccionismo salvaje’, la demonización política de las instituciones, el coqueteo con la intolerancia y el racismo… ¿Por qué ha ocurrido esto? La respuesta es que esta es la manera en la que una poderosa casta de donantes, abocada a cortar impuestos y a achicar al Estado, logra ganarse a los votantes que necesita. Se trata, por tanto, de un ‘pluto-populismo’: un matrimonio de la plutocracia con el populismo de derecha”  (“Donald Trump embodies how great republics meet their end”, Financial Times, March 1, 2016).

Donald Trump aterrizó como un outsider en medio de este universo. No obstante, nadie como él supo aprovecharse tan bien del terreno labrado en materia de demonización política de las instituciones y del coqueteo abierto con la intolerancia y el racismo. Su maestría para azuzar esta cobustión política le permitió apoderase de las bases del partido y por intermedio de éstas del partido mismo.

A pesar de cohesionar y movilizar a sus bases, tal estado de combustión representa un riesgo evidente para el partido Republicano. El mismo desestimula a sus sectores moderados, le resta capacidad de penetración entre los independientes y, por vía de la polarización que genera, propicia una movilización similar de la contraparte. En pocas semanas sabremos si es posible repetir en la Casa Blanca y mantener el control del Senado contando tan sólo con las propias bases y habiendo desatado una intensa reacción. Más aún, si el partido tiene futuro bajo estas condiciones en medio de una demografía cambiante.