A pesar de su contundente victoria en la segunda ronda electoral, el presidente brasileño Lula da Silva se encuentra con un comprometido mapa político y social, en el cual deberá sopesar el mantenimiento de los logros actuales con la presión de unos movimientos sociales que cobrarán mayor protagonismo en el segundo mandato de Lula. Todo ello sin dejar de lado su intención de implementar una reforma política y buscarse un sucesor para las elecciones del 2010.
La segunda vuelta electoral de los comicios presidenciales en Brasil, realizada el pasado domingo 29 de octubre, confirmaron al actual mandatario y líder del Partido de los Trabajadores, Luis Inacio Lula da Silva, como la figura más representativa del escenario político brasileño de los últimos años.
Esta realidad obedece a dos razones: la primera es que el abrumador triunfo de Lula, con 58 millones de votos, un 60,83%, lo ubican como el líder más votado en la historia política brasileña, incluso superando altos índices de mandatarios extranjeros, como fue el caso de Ronald Reagan en 1984.
La segunda razón es que, tras el socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso (1994-2002), Lula se convierte en el segundo presidente brasileño en ser reelegido en los últimos veinte años, coincidiendo con el retorno a la democracia en 1985. Tras perder en tres ocasiones (1989, 1994 y 1998), las victorias de Lula en 2002 y 2006 confirman también a la izquierda brasileña como el agente modernizador del cambio sociopolítico en Brasil.
Una victoria agridulce
Es posible que esta victoria electoral imprima en Lula y su partido un mayor efecto moral. Esto se debe a que los escándalos de soborno y corrupción de miembros del PT hacia legisladores de partidos de oposición para que aprobaran proyectos gubernamentales implicaron, desde el 2004, a una gran parte de la dirigencia alta y media del PT y que estuvieron a punto de acabar con la presidencia de Lula, por medio de un juicio político.
Esta crisis interna y la rebelión (y posterior expulsión) de figuras de peso político en el PT, como fueron los casos de Heloísa Helena y Cristovão Buarque, críticos con la gestión de Lula por no haber cumplidos las promesas sociales realizadas y por virar su presidencia hacia un sentido "neoliberal", marcaron una aguda ruptura entre Lula y diversos cuadros políticos y movimientos sociales, ilusionados desde un principio con sus promesas. La popularidad de Lula comenzó a bajar a tal punto que estuvo a punto de plantearse la posibilidad de no presentarse a la reelección.
Para Lula, el "dossier de la corrupción" supuso también poner a prueba sus dotes políticas, a fin de lograr mantener su credibilidad dentro de la militancia de su partido y del electorado. Las cada vez mayores evidencias de corrupción permitieron a Lula y al PT reconocer sus errores e iniciar un proceso de limpieza interna que afectó a dirigentes de gran peso, como el asesor Marco Aurelio García. La sucesión de presidentes dentro del PT ha sido una constante meses antes de las elecciones.
Electoralmente, Lula pagó su precio por el polémico dossier al no obtener la mayoría absoluta en la primera vuelta realizada el 1 de octubre, cuando todos los pronósticos arrojaban una victoria en primera vuelta. Otros factores de imagen también influyeron, como su negativa a asistir al debate televisado con sus rivales electorales, días antes de la elección. En todo caso, Lula obtuvo un correctivo electoral que le obligará a replantearse sus objetivos en este segundo período.
Del mismo modo, este segundo período le presenta un panorama político encaminado a los pactos y negociaciones. El PT tiene 83 de los 534 diputados en el Congreso, por lo que Lula deberá negociar constantemente con otras formaciones políticas centristas, como el socialdemócrata PSDB y el liberal FPL, para contrarrestar una posible oposición activa de diversos sectores de la izquierda.
Los retos hasta el 2010
El Lula vencedor en el 2006 deberá reflexionar sobre esta nueva etapa, que comienza con una inobjetable legitimidad electoral en medio de una serie de demandas sociales y el peligroso espectro de la corrupción, que marcarán sus próximos cuatro años de presidencia.
En el 2002, Lula prometió implementar un programa de gobierno basado en la reducción de la pobreza y las desigualdades, la alfabetización popular y la reforma agraria, como ejes fundamentales de acción. Los resultados en el 2006 son positivos en algunos aspectos, pero no van exactamente de la mano con estas promesas iniciales, a tenor de la frustración mostrada por diversos movimientos sociales y personalidades de la izquierda.
La base de los logros sociales de Lula se localizan en el programa de ayuda asistencial "Beca Familia", iniciado en el 2003, que ha permitido un mejoramiento notable en el nivel de vida de once millones de familias pertenecientes a los estratos más humildes y populares, la mitad de los 43 millones de brasileños que viven bajo el umbral de la pobreza, quienes tienen garantizado el consumo mínimo de calorías exigido por la Organización Mundial del Comercio. Las estadísticas ofrecen una baja en la pobreza del 28% en 2003 a un 22% en la actualidad.
Paradójicamente, los programas sociales de Lula han despertado diversas reacciones, algunas de ellas muy encontradas, desde varios sectores antagónicos. Mientras las clases más populares e, incluso, parte de la clase media, juzgan oportunas y efectivas estas medidas, buena parte de la izquierda brasileña, dentro y fuera del PT, así como las elites financieras y económicas, critican esta gestión, unos por no ir lo suficientemente a fondo y otros por el oneroso gasto público que generan.
Precisamente, el énfasis en el equilibro fiscal y el pragmatismo económico han sido una constante en los cuatro primeros años de Lula y una necesidad para los mercados internacionales y la elite financiera, para los próximos cuatro años. Cumpliendo con los organismos internacionales y manteniendo cierta ortodoxia económica, Lula ha contentado a varios sectores de la clase media (decisivos a la hora de votar en esta segunda vuelta) y a la elite económica.
El programa económico de Lula apenas ha modificado la política macroeconómica de su antecesor Cardoso, lo cual ha permitido a Lula manejar prudentemente el presupuesto nacional y un crecimiento económico de 4% hasta el 2005. Pero el crecimiento del 2006 para Brasil será de 2,5%, por debajo incluso de Haití, principalmente debido al encarecimiento de las tasas de interés (13%) y los gastos derivados del sistema de previsión social, que consume un 15% del presupuesto.
La oposición interna
Pero este énfasis en la macroeconomía también influyó en la radicalización de varios sectores de la izquierda brasileña hacia Lula, especialmente notorios en el 2003 y 2004, que llevó a la expulsión de varios dirigentes del PT. Del mismo modo, movimientos sociales afectos al PT como el Movimiento de los Sin Tierra, MST, y Vía Campesina, criticaron esta gestión al no materializarse las promesas iniciales de reforma agraria total.
El apoyo a Lula fracturó a varios sectores del MST y Vía Campesina: unos anunciaron antes de las elecciones que si bien seguirían apoyando tácitamente a Lula, no harían campaña a su favor y emprenderían una política frontal más activa en el segundo período, contando con la reelección de Lula.
Diversos sectores del MST anunciaron que presionarán a partir de ahora con más fuerza, llamando a romper con el "neoliberalismo de Lula" y avanzando por sus propias fuerzas, en la materialización de su propio proyecto social. Se estima que en los últimos meses la afiliación al MST alcanzó el millón y medio de campesinos mientras las invasiones han aumentado en este primer período de gobierno. La reforma agraria, con el reparto equitativo de las tierras, será un reto ineludible para Lula hasta el 2010.
Otros escenarios
La política exterior de Lula constituye un eslabón importante, debido a la gran cantidad de giras internacionales y una activa diplomacia, que le ha permitido granjearse el apoyo de diversos países, tanto del mundo desarrollado como en vías de desarrollo, a fin de constituirse en un elemento de la "izquierda moderada".
Brasil constituye un actor clave de pacificación y diálogo en escenarios conflictivos (Haití, Colombia, Venezuela), así como un polo de desarrollo económico para el área suramericana. La entrada de Venezuela al MERCOSUR será también un reto para Lula, tomando en cuenta la cada vez más activa política exterior de Hugo Chávez.
La crisis del gas boliviano, del cual Brasil depende en un 60% de sus importaciones, también supuso otra prueba de fuego diplomática, solucionada de manera parcial, y que servirá también de experiencia en este segundo período. Pero probablemente, serán EEUU y Europa los ejes más importantes en materia exterior para este segundo mandato de Lula.
En el plano político interno, Lula buscará dos objetivos hasta el 2010. Uno es la reforma política, que le permita alcanzar un consenso entre las fuerzas parlamentarias para modificar el sistema de representación actual, favoreciendo a las grandes formaciones políticas.
La otra es la elección de un sucesor para el PT, a fin de continuar con el proyecto político hasta el 2015. El baile de sucesores puede que comience a materializarse después de las elecciones municipales de 2008. La ex prefecta de Sao Paulo, Marta Suplicy, el ex ministro y líder socialista Ciro Gomes y el actual responsable de Relaciones Institucionales, Tarso Genro, se posicionan como los posibles sucesores.