Cuando aún no se disiparon los ecos de las grandes celebraciones conmemorativas del cincuenta aniversario de la fundación de la República Popular, China, se prepara ya para solemnizar nuevos festejos. El próximo día 20 de diciembre recuperará la plena soberanía sobre Macao, la última provincia europea en Asia o, en palabras de Jiang Zemin, Presidente de China, el último vestigio del colonialismo en el Imperio del Centro. De esta forma, Pekín culminará el proceso de unificación continental, iniciado el pasado 1 de julio de 1997 con la retrocesión de Hong Kong , para adentrarse en el nuevo siglo libre de las humillaciones impuestas en el pasado por las potencias occidentales.
Aunque resulta inevitable referirse a Hong Kong al hablar del enclave portugués, conviene tener presente que además de casi anecdótica en términos comparativos, toda la conocida como “cuestión de Macao” se halla en el polo opuesto a Hong Kong y no solo desde el punto de vista estrictamente geográfico.En efecto, para empezar, el territorio, de unos 17 km2 (frente a los 1.061 Km2 de Hong Kong), es una pequeña península situada sobre el estuario del río Sikiang, que incluye la ciudad de Macao, y las islas de Coloane, y las dos Taipa. La población no alcanza el medio millón de habitantes (frente a los casi seis millones de Hong Kong) y el PNB per cápita es de 16.840 dólares (en 1997) frente a los 22.950 de Hong Kong (en 1995).
Sus diferencias también son de origen. Mientras en el caso de Hong Kong, existe una relación directa entre la agresión occidental y la humillación china que obligó al Emperador a efectuar una primera cesión a perpetuidad, completada más tarde con la península de Kowloon y los Nuevos Territorios por un espacio de 99 años, en el supuesto de Macao, la naturaleza de la relación es sensiblemente diferente pues, como en su día significó el propio Mao, en ningún momento Portugal se ha visto involucrado ni en las guerras del Opio ni en guerra alguna contra el Imperio chino. Los portugueses consiguieron establecerse en Macau en 1557 con el propósito de comerciar con China y pagaban por ello un tributo anual (el llamado foro do chao). En 1849, Portugal declaró unilateralmente la pertenencia de Macao al Imperio portugués, que China acabaría por reconocer en 1887, en el Tratado de amistad y comercio. Pero a pesar de algunos momentos de tensión, con la perspectiva actual, puede afirmarse que la soberanía real de Macao siempre ha pertenecido a China o, como mucho, ha atravesado breves períodos de ambigüedad durante los más de cuatro siglos de presencia portuguesa . Desde 1979, ambas partes, de común acuerdo lo han definido como un “territorio chino bajo administración portuguesa”. Y en la Declaración Conjunta de Marzo de 1987 se perfilaba ya el camino de la transición devolutiva.
Por otra parte, a diferencia de Hong Kong, el tejido económico de Macao viene determinado esencialmente por la presencia del lucrativo negocio del juego, en buena medida en manos de un solo hombre, Stanley Ho, el administrador de la STDM (Sociedade de Turismo e Diverssoes de Macau). No tiene la última colonia portuguesa una industria puntera o, como se dice en el argot, internacionalmente competitiva, pero si diez casinos que son visitados anualmente por millones de turistas, especialmente hongkoneses. El juego atrae a unos seis millones de visitantes al año y proporciona la mitad de las rentas de la administración. Los intentos de diversificación a través de la implantación de manufacturas o industrias transformadoras han tenido su mejor momento en los años ochenta, pero en la actualidad se encuentran en crisis. Ello ha reforzado el papel del juego como sector refugio y motor incuestionable de la economía local. Apoyándose en esa secuela de la historia que ha establecido aquí una frágil separación entre lo lícito y lo ilícito, a su alrededor se mueve el turismo y los servicios, pero también la prostitución, la droga y las sociedades ilegales vinculadas a las tríadas.
En el llamado “Montecarlo de Oriente”, la apertura de nuevas salas de juego viene acompañada a menudo de enfrentamientos entre las numerosas bandas del crimen organizado. En 1997, por ejemplo, la inauguración de un nuevo casino en el hotel New Century, en Taipa, desató toda una gran refriega para reacomodar las subconcesiones de explotación de las salas. Solo durante el año pasado fueron detenidos unos 1.200 individuos por hechos delictivos vinculados a las tramas mafiosas. Todo el año 1998 estuvo marcado por diversos atentados del crimen organizado contra funcionarios de la administración y la detención de allegados líderes de la secta 14K, una de las más activas junto con la Soi Fong. Las muertes del motorista del secretario adjunto para la Seguridad, de un funcionario superior de los Servicios de Inspección de Juegos y de un guarda de prisiones fueron algunas de las evidencias dejadas por el crimen organizado, entre las que cabe destacar también el atentado frustrado contra el director de la Policía Judicial y otro en el que resultaron heridos más de una docena de periodistas y policías.
Algunas fuentes señalan que China podría, en un abrir y cerrar de ojos, resolver el problema de la criminalidad pero que no le interesa porque abriga segundas intenciones, principalmente, templar gaitas con las mafias y acortar distancias en cuanto a niveles de desarrollo y estabilidad entre el Macao capitalista y el continente. Pero, al margen de la existencia o no de acuerdos secretos para incorporar tan boyante negocio a la magna causa de la modernización china, no debe resultar fácil desactivar un problema que se halla tan enquistado en el tejido económico y social de esta peculiar ciudad-Estado. Asimismo, las concesiones de los casinos finalizan en el año 2003 y será entonces cuando el Partido Comunista tendrá que verselas cara a cara con las sociedades secretas para decidir sobre la prórroga automática o imponer un nuevo reparto en el que buena parte del negocio se traslade a manos continentales.
Por otra parte, es importante tener en cuenta que la influencia de Macao en el conjunto de la región es significativamente menor al de Hong Kong. Incluso corre el serio riesgo de verse fagocitado en un futuro no tan lejano, por la notable capacidad de atracción de la vecina Zhuhai, una zona económica especial plenamente integrada en el espacio de prosperidad creado en el sur de China, en torno a la provincia de Guangdong y a la también zona económica especial de Shenzhen.
En lo político, más quizá por simple desentendimiento de Lisboa que como consecuencia de una estrategia consciente, Macao ha contado con un nivel de autonomía administrativa, económico-financiera, legislativa y judicial importante en relación a Portugal. El máximo órgano de poder es el Gobernador, quien, con rango de Ministro, ejerce plenamente la función ejecutiva y algunas de carácter legislativo. Es nombrado por el Presidente de la República, al igual que sus secretarios adjuntos (no más de siete) a propuesta suya. La Asamblea Legislativa está formada por 23 diputados, de los cuales 7 son nombrados por el Gobernador, 8 son elegidos directamente y los 8 restantes son elegidos indirectamente por cuatro circunscripciones corporativas: empresarios (cuatro puestos), trabajadores (dos), profesionales (1), otros (1). Entre estos últimos cabe citar a las sociedades asistenciales, deportivas, culturales y educativas. El mandato de los diputados es de cuatro años y su mandato finaliza en el año 2001.
En el Consejo Consultivo, órgano que emite pareceres no vinculantes, el Gobernador nombra cinco de sus diez vocales. También el Presidente de las Cámaras Municipales es designado directamente por el Gobernador. Por último, en el ámbito judicial, la jurisdicción portuguesa se ejerce a través de la fiscalización por vía de recurso ante las instancias supremas del orden judicial luso (constitucional, supremo, contencioso-administrativo y de cuentas).
Así las cosas, con la devolución a China los cambios no serán tantos. La fórmula “un país, dos sistemas” permitirá a Pekín asumir, a grandes rasgos, el papel que hasta la fecha ha venido desempeñando Portugal. Macao, al igual que Hong Kong, será una nueva Región Administrativa Especial, con un gobernador que será nombrado por China. Su mandato será de cinco años. Como en Hong Kong, China asumirá también las relaciones exteriores y la defensa y mantendrá el sistema económico y social del enclave por un tiempo mínimo de cincuenta años. Se mantendrá la moneda (la pataca), el puerto franco y la consideración como territorio aduanero diferenciado. El primer gobernador será Edmundo Ho Hau Wah, presidente de la asociación de banqueros de Macao, nombrado a propuesta de una Comisión Electoral constituida de acuerdo con las instrucciones dictadas por el Parlamento chino. Edmundo Ho es descendiente de Ho Yan, un histórico capitalista rojo fallecido en Macao en 1983.
La Asamblea Legislativa de Macao fue una de las primeras en celebrar elecciones parcialmente directas en toda Asia, y sin embargo ahora, se queda bastante atrás en relación a Hong Kong. Mientras en la Ley Básica de la excolonia británica se contempla la elección de la totalidad de los miembros del Parlamento local mediante sufragio directo como objetivo estratégico irrenunciable, en Macao se opta por una evolución en tres etapas que no cuestiona el fundamento tripolar del Legislativo. En la primera nueva elección no habrá modificaciones; en la segunda, se pasará de 23 a 27 miembros, manteniéndose los 7 de designación por el Jefe del Ejecutivo, y ampliándose los elegidos por sufragio directo e indirecto hasta diez cada uno; en la tercera etapa, de los 29 a elegir, 12 serán elegidos por sufragio directo, manteniéndose los otros dos cupos sin alteración. Desde las últimas elecciones celebradas en 1996, en Macao no hay un solo diputado que no sea de etnia china.
El Leal Senado o Cámara Municipal de Macao, es una institución relevante sobre todo desde el punto de vista simbólico. Mantiene ese nombre desde el tiempo en que la Corona española ejerció la soberanía de Portugal (1580-1640). Macao fué la unica plaza del Imperio que rechazó el dominio castellano. De ahí que en la simbología inscrita en la bandera municipal, al lado de las armas de la ciudad, figure la frase “Cidade do Nome de Deus de Macau, Nao Há Outra Mais Leal”.
La precariedad de las aspiraciones políticas de Macao se completa con la inexistencia de partidos políticos. La participación social se canaliza a través de más de setecientas asociaciones de diverso carácter que han establecido una infraestructura paralela para dar cobertura a las necesidadesde una población china, abrumadoramente mayoritaria pero muy distanciada de la administración portuguesa. En muchas de ellas el asistencialismo (con clínicas, hospitales, escuelas, etc, de su propiedad y para servicio de sus asociados) es la nota determinante y la respuesta al olvido del poder público. Los llamados kaifongs o asociaciones de residentes son muy populares y proporcionan todo tipo de servicios esenciales a la comunidad. Por el contrario, en las asociaciones deportivas, en especial en las de artes marciales, se encuentra el mejor vivero para reclutar adeptos a las sociedades secretas. Pero al igual que no se preocupó de crear una burguesía local, bien sea china, portuguesa o simplemente macaense, capaz de inspirar dinámicas propias, Lisboa, tampoco ha expresado el mínimo interés por facilitar la consolidación de un elemental pluripartidismo que, por otra parte, le podría haber causado problemas en sus relaciones con Pekín.
Bastante tardíamente, como de la democratización en Hong Kong, se habla ahora del problema judicial en Macao, aunque no sin acierto por supuesto. Se asegura que el jefe del Ejecutivo (Gobernador) nombrará a los jueces o al fiscal general del territorio. Sin embargo, nunca se ha cuestionado el ejercicio de la justicia por unos magistrados y abogados que no sabían hablar el idioma chino (a pesar de que la inmensa mayoría de la población habla este idioma) o que no existan textos legales básicos, si quiera mínimos manuales, traducidos a este idioma. Hasta hace tres años, por ejemplo, ni uno solo de los magistrados de Macao sabía hablar la lengua local y no por ello dejaban de administrar justicia para el conjunto de una población que habitualmente se expresaba en cantonés. Para ser respetuosa con la aplicación del derecho vigente, China deberá traducir miles de normas y de leyes e instruír a sus jueces. Por otra parte, en cuanto al sistema de nombramientos, conviene no olvidar que un mandato similar aplicaba el gobernador portugués asistido por unos Consejos cuya composición estaba mayoritariamente determinada por los nombramientos digitales del Gobernador. Quiero decir con esto que se puede reprochar a China que adopte, en relación ahora a Macao como hace dos años en relación a Hong Kong, un comportamiento muy similar al de la potencia colonial, pero no una perversidad añadida simplemente por haber asumido cierta idea de continuidad en la gestión de unos mecanismos muy poco presentables pero larga y tradicionalmente admitidos como válidos por nuestros países democráticos.
En el ámbito de las relaciones bilaterales, es preciso destacar el buen entendimiento entre Portugal y China para facilitar la devolución. A diferencia de Hong Kong, donde las tensiones se vivieron al minuto y hasta el último momento, Portugal, movido sobre todo por la preocupación de dar un final no traumático a su imperio de ultramar, ha procurado eludir el enfrentamiento. Al inicio de las negociaciones en la Residencia de Huéspedes oficiales “Diaoyutai”, ensayó por primera y única vez una táctica dilatoria (retrasar la devolución al año 2017 por problemas de falta de “preparación”) seguida de una cesión tras otra. Paradójicamente, esa actitud posibilita que hoy en China estén vigentes, al menos formalmente, convenios internacionales en materia de derechos humanos, que no lo están en Macao.
Nada extraño, en todo caso, si tenemos en cuenta la tradición histórica de Portugal en la zona. Se cuenta que cuando en 1793, el emperador Qialong recibía a Lord McCartney, el británico se resistió a efectuar el riguroso katow (tres genuflexiones y tres postramientos, con la frente dando nueve golpes en el suelo) ante el Hijo del Cielo, quien mandaba entre los hombres y los dioses. Ante la negativa del enviado de Su Majestad a efectuar la reverencia y del Emperador a admitir su “insolencia”, cincuenta años después tendrían que resolver el desencuentro a través de una guerra con resultados conocidos y humillantes para China. Pero mientras, en la misma Corte, el jesuita portugués Bernardo de Almeida presidía el Tribunal de las Matemáticas de Pekín, adivinaba las lunas y las mareas, preparaba el calendario del Emperador y cada vez que se encontraba con él no cesaba de efectuar el katow.
Pero la actitud de Portugal iba más allá de la mera adaptación al entorno. En primer lugar, no dudó en posicionarse del lado del poder imperial en los conflictos internos, como durante la revuelta Taiping, uno de los mayores levantamientos campesinos de la historia china. En segundo lugar, distanciándose de las demás potencias occidentales, partidarias de la presión, jugando a una neutralidad que privilegiaba el diálogo con las autoridades locales y la equiparación en las ventajas arrancadas por la fuerza por las potencias occidentales. El desmarque de Portugal obedecía a su intento de evitar una mayor presencia extranjera que, de cuajar, cuestionaría sensible y negativamente su privilegiada posición en la zona. Antes de las guerras del Opio, manejaba en exclusiva la relación del Imperio Celeste con el mundo. Ahora tendría competencia. Además, las dificultades económicas y militares impedían a Portugal desempeñar un papel tan agresivo como el ejercido por Gran Bretaña y otras potencias.
Los problemas bilaterales se han centrado en el destino de los empleados públicos, del sistema de pensiones, de la oficialidad de la lengua portuguesa, cuestiones presupuestarias, emisión de moneda local por parte del Banco de China, permanencia de Macao en las organizaciones internacionales, fiestas oficiales entre el 20 de diciembre y el 31 de diciembre de 1999, y algunas de mayor interés como el problema de la nacionalidad. Básicamente, Portugal se ha ocupado de los suyos, una inmensa minoría que no alcanza el 20 % de la población. Pero, a pesar de que la población portuguesa no supera los 10.000 habitantes, se ha encontrado con unos 106.000 pasaportes portugueses. China no le atribuye mayor transcendencia que la de un simple documento de viaje, y ha advertido que no habrá cambios en la inadmisibilidad de la doble nacionalidad. A partir del día 20 de diciembre, esos 96.000 ciudadanos chinos perderán su status portugués y todo derecho inherente a esa condición.
Para compensar la buena disposición de Portugal, la generosidad china se ha centrado en lo económico, sobre todo, inyectando dinero para financiar las importantes obras públicas en curso (construcción de un nuevo puerto, aeropuerto, un segundo puente, etc), infraestructuras que sin su concurso no serían viables en una economía que durante el pasado año experimentó un crecimiento negativo.
Comprometerse a mantener el actual sistema económico y social de Macao dice bien poco a favor de las preocupaciones sociales de Pekín. Las desigualdades son moneda común en un enclave en el que tradicionalmente y sobre todo desde el tiempo de la Revolucion Cultural, China ha ejercido una enorme influencia a través principalmente de los comités sindicales. Bajos salarios (la retribución media asciende a unas 2.000 patacas al mes, menos de 200 dólares); elevadísimas jornadas laborales que pueden superar incluso las diez horas diarias; inexistencia de servicios sociales de carácter público y claros desequilibrios en un mercado inmobiliario en el que la penetración de las mafias resulta cada vez más plausible, son buenos ejemplos de las graves carencias sociales.Pese a ello, las tremendas desigualdades de Macao no han formado parte de la agenda del Grupo de Ligaçao Conjunta que durante años ha tratado pormenorizadamente todos los aspectos del proceso de transición y del futuro de unos y de otros. Con las asociaciones patronales y sindicales controladas por Pekín, Portugal siempre eludió el asunto y para China el precio de una equívoca paz social no parece tener límites.
Importancia de cara a Taiwán
Tres vuelos diarios unen a Macao con Taiwán. Los intercambios comerciales y educativos son importantes, al igual que la presencia económica taiwanesa que ya controla directamente más de la mitad de la superficie de su suelo industrial. Pekín no pretende en modo alguno debilitar estos vínculos sino potenciarlos en la medida en que sea posible. En Macao, al igual que en Hong Kong, China pretende explicitar supuestos que puedan servir de referencia a Taiwán y de observación privilegiada para el conjunto de la comunidad internacional. De una parte, experimentar formas de organización política y administrativa que puedan subsistir en un conjunto sustancialmente diferente y sin que erosione la naturaleza del poder político global; de otra, evidenciar su flexibilidad, su capacidad de respeto a la diferencia y la carencia de fundamentos de quienes opinan que China acabará por imponer por la fuerza su peculiar modus vivendi.
La ausencia de sobresaltos es la característica en Hong Kong camino de cumplirse el primer trienio de su desvinculación de Gran Bretaña. Ahora Macao le proporciona un nuevo impulso al empeño unificador. Pero el objetivo esencial de Pekín es la isla de Taiwán, gobernada desde 1949 por el Kuomintang, y que sin abandonar la ambigüedad en relación a la unificación, cada día que pasa plantea nuevos obstáculos y resistencias, de forma y contenido. El diálogo bilateral se ha suspendido de nuevo después de las declaraciones efectuadas por el presidente taiwanés Lee Teng-hui a la Deutche Welle en las que reclamaba de Pekín un tratamiento “de Estado” y no de simple provincia.
Hong Kong y Macao constituyen una referencia y un ejemplo a imitar en muchos aspectos para conseguir la plena unificación de China. Pero, además, para Pekín representan un máximo negociador, susceptible de extrapolación a Taiwán. Sin embargo, no son supuestos idénticos (ni en origen ni en dimensión económica, política o militar) y China debería tenerlo en cuenta para encontrar un lenguaje común que aleje el peligro de un conflicto armado que puede desestabilizar toda la región.