Panorama del mundo en el 2050

El mapa de ruta hacia el 2050 se ve rodeado de tendencias diversas. Sin embargo cinco fenómenos se plantean como determinantes: el retoro de la geopolítica; el impacto desestabilizador del salto tecnológico; la consolidación de las energías limpias; la polarización económica de las sociedades y el regreso de “Chindia”.

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El mapa de ruta hacia el 2050 se ve rodeado de tendencias diversas. Sin embargo cinco fenómenos se plantean como determinantes: el retoro de la geopolítica; el impacto desestabilizador del salto tecnológico; la consolidación de las energías limpias; la polarización económica de las sociedades y el regreso de “Chindia”.

     El colapso de la Unión Soviética determinó, a la vez, el ocaso de la geopolítica. La era unipolar que sucedió al fin de la Guerra Fría dio lugar a un claro predominio de lo económico por sobre lo político en la medida en que la potencia dominante no encontró ya rival. La lucha de esta última contra el terrorismo, que por extensión condujo a las guerras en Afganistán e Irak, no comprometió nunca ni su primacía ni la naturaleza del orden internacional, haciendo de lo geopolítico una consideración secundaria. Tal era, sin embargo, llegó a su fin. Estados Unidos se ve hoy confrontado a una rivalidad en ascenso con una potencia económica secundaria pero en posesión de 8.500 cabezas nucleares y con una potencia nuclear secundaria pero en posesión de una economía casi tan fuerte como la suya. Más aún, la convergencia creciente entre Rusia y China hace prever la conformación futura de un eje que disputará a Estados Unidos el control de áreas de influencia vitales. La ruta al 2050 se encontrará así signada por la espada de Damocles de una conflagración mundial.

     Dicha ruta irá a la vez acompañada por el avance exponencial de un conjunto de tecnologías que se retroalimentan y todo lo abarcan. La creación destructiva de la que harán gala amenaza con desarticular a sociedades enteras, afectando por igual a los sectores de las manufacturas, los servicios y los recursos naturales. La tecnología digital, de la cual son expresión la robótica avanzada y la automatización del conocimiento, irá desplazando a la mano de obra humana en manufactura y servicios y abaratará costos productivos por doquier. En un primer momento se centrará en el mundo desarrollado, haciendo innecesarias las externalizaciones al mundo en desarrollo, pero en una segunda fase arropará por igual a este último. La nanotecnología, la biotecnología y la tecnología del genoma y las tecnologías de la energía limpia, irán desplazando a los recursos naturales tradicionales y, con ello, a la mano de obra que los trabaja. El 2050 se vislumbra rico en avances del conocimiento pero extremadamente pobre en empleos.

     Dentro de las tecnologías anteriores las de la energía renovable merecen ser singularizadas. Estás van camino a desalojar a la matriz energética predominante, la de la energía fósil, y con ello a los paradigmas asociados a ésta. Entre estos últimos cabría mencionar a la noción que identifica a la energía con recursos finitos. Por definición la tecnología de la energía renovable conlleva a un horizonte sin final, signado por la abundancia de recursos, por el abaratamiento creciente de éstos y por el fin de la volatilidad en los precios. En el caso de las energías solares y eólicas ello podría conducir incluso al cero costo marginal, una vez amortizados sus costos de investigación, desarrollo e instalación. La llegada del 2050 irá acompañada por la fase final de consolidación de la energía limpia.

     La ruta hacia mediados de siglo se caracterizará, a la vez, por la desigualdad económica y la polarización social. Ya hoy, según lo afirma la prestigiosa ONG Oxfam, la riqueza del 1% de la humanidad supera a la del 99% restante. Más aún, de acuerdo a The Guardian del 13 de noviembre de 2014, en Estados Unidos la riqueza del 0,1% del tope supera al de 90% de esa sociedad. Todavía más significativo, entre 2002 y 2007 el 1% de su población se apropió de las dos terceras partes del crecimiento económico obtenido, pero el 0,1% de arriba se adueñó de más de las dos terceras partes de lo acumulado por ese 1%. El salto tecnológico no hará más que exacerbar dicha polarización a lo largo y ancho del mundo, enriqueciendo desmesuradamente a quienes cabalgan sobre él y excluyendo del acceso a un salario digno a una mayoría. El 2050 bien podría presentarse como la cabal realización de la paradoja Walmart: un paraíso de consumidores sin empleo.

     Por la misma ruta nos toparemos también con el regreso de China e India, un binomio que hasta 1820 concentró el 50% de la riqueza global y que, durante 1.800 de los últimos 2.000 años, dominó la economía del planeta. Hasta hace tres años atrás la Banca Morgan estimaba que para el 2040 el PIB combinado de China e India alanzaría al 52% de la riqueza planetaria. Más allá de la disminución del crecimiento de China y del incremento del de la India, nada hace indicar que las expectativas anteriores se contraerán significativamente. Chindia será floreciente en el 2050.