Pyongyang sigue jugando con fuego

Corea del Norte bombardeó el 23 de noviembre la isla surcoreana de Yeongpyeong. Una clara y premeditada violación del Acuerdo de Armisticio de 1953. Hasta entonces se habían producido enfrentamientos entre buques de guerra de ambas Coreas en la zona marítima, los más graves en 1999, 2002, 2009. El más grave ocurrió el 29 de marzo de 2010 con el hundimiento del buque surcoreano “Cheonan”. Pyongyang no reconoce la línea de demarcación marítima que prolonga la terrestre que separa ambas Coreas a la altura del paralelo 38. El Acuerdo de 1953, tampoco firmado por Corea del Sur, no estableció la limitación de demarcación de los respectivos mares territoriales. Seúl la fijó “de facto” en base a las cinco islas surcoreanas situadas casi en frente de las costas norcoreanas. A su vez, Pyongyang declaró unilateralmente en 1977 una zona marítima militar de 70 kilómetros desde sus costas que engloba las cinco islas surcoreanas, respetando solamente unos corredores de acceso a las mismas. Como el armisticio de 1953 no fue seguido por la firma de un definitivo tratado de paz, la frontera marítima intercoreana sigue sin estar jurídicamente fijada. Ambos países siguen técnicamente en estado de guerra desde hace seis décadas.

Pero esta es la primera vez desde 1953 que el Norte atacaba “suelo” surcoreano causando víctimas civiles. Otro peligroso salto de Pyongyang en la escalada de tensión militar provocada para presionar hasta lograr un reconocimiento internacional del régimen autoritario por parte de EEUU, Corea del Sur y Japón. Unos días después, el 28 de noviembre, se iniciaron unas maniobras navales estadounidenses-surcoreanas en el mar de la China, a unos 150 kilómetros al sur de la línea de demarcación entre las dos Coreas. Estas maniobras irritaron a Pyongyang pero también a Pekín. Aunque terminaron cuatro días después sin más incidencias, la tensión militar continúa.

Seúl no descarta nuevos ataques de la artillería norcoreana contra alguna de las cinco islas surcoreanas situadas frente la costa norcoreana. El estado de alerta es extremo, también a lo largo de la zona terrestre desmilitarizada, donde soldados de ambos lados intercambiaron disparos el 29 de octubre. En esta zona, el Norte tiene estacionadas el grosor de los 180.000 miembros de sus tropas especiales. También cabe que Pyongyang denote un tercer ensayo nuclear en 2011. Insiste en situar el conflicto coreano en el centro de la agenda internacional de EEUU cuando las prioridades de Barack Obama están centradas en salir airoso de Afganistán. Pyongyang quiere sentarse con Washington en la mesa de negociaciones desde una posición de fuerza. Ansia ser reconocido por Washington para no quedar bajo la exclusiva dependencia de Pekín.

Las negociaciones multilaterales en el marco del Grupo de los Seis, impulsadas por China, continúan estancadas desde abril 2009 debido a la intransigencia norcoreana. Kim Jong-il inició el 28 de septiembre una compleja transición dinástica designando sucesor a su hijo Kim Jong-un, un joven de 27 años sin experiencia política y militar. La escalada militar forma parte de su estrategia para mantener firme y fiel el Ejército y el Partido de los Trabajadores. La decisión de atacar Yeonpyeong fue tomada personalmente por Kim Jong-il a principios de noviembre. Y la dirección del ataque es asignada al general Kim Jong-un, presentado por la propaganda oficial como un genio político y un brillante militar conocedor de las tácticas en artillería. Los dos Kim, que comparten el poder, alimentan las tensiones exteriores para enmascarar las disputas políticas internas.

La escalada militar constituye también una acción propagandista para acallar a una población empobrecida y hambrienta. Las sanciones internacionales han reducido las aportaciones de los países donantes, imprescindibles para financiar la ayuda humanitaria al país. NNUU ha advertido que unos 5 millones de norcoreanos, el 20% de la población, sobrevive el gélido invierno en una situación de extrema penuria alimenticia. Y una parte significativa de la ayuda no llega a los más necesitados que viven en las zonas rurales alejadas de la capital. Se prioriza su reparto a favor de la elite política y militar.

La economía norcoreana atraviesa una situación desastrosa tras el estrepitoso fracaso de la reforma monetaria aprobada el 30 de noviembre de 2009. Fue una tormenta perfecta. El resultado fue más infracción y una fuerte devaluación del nuevo won, incluso frente al yuan, y un mayor peso económico y comercial chino en el país.  El Norte ha sufrido las consecuencias del fin de la ayuda económica surcoreana. Esta alcanzó la suma astronómica de 2.980 millones de $ durante la década de la “Sunshine Policy” (1998-2008) adoptada por los anteriores presidentes Kim Dae.jung y Roh Moo-hyun. Una vez y media más que los 1.900 millones de $ que sumaron la ayuda china en el mismo período. Parte de aquella ayuda surcoreana fue secretamente destinada al desarrollo del programa nuclear. Actualmente, Seúl solo mantiene la cooperación con el Norte en el complejo industrial de Kaesong, aún operativo. En este complejo abierto en 2004 se han instalado unas 120 empresas surcoreanas que dan empleo a unos 40.000 trabajadores norcoreanos.

Corea del Norte es un Estado “fallido”, sin reserva de divisas pero con reservas de plutonio para fabricar bombas atómicas. Podría contar lo suficiente para montar más de 6 bombas atómicas.  Y no duda en utilizar el chantaje nuclear a sus vecinos. Incluso se permite despreciar las resoluciones del Consejo de Seguridad de las NNUU, aprobadas tras su segundo ensayo nuclear del 29 de mayo de 2009. Además, existe el riesgo evidente que impulse la proliferación nuclear, cooperando en el desarrollo de programas en terceros países, como Irán y Myanmar.

Tras la última agresión norcoreana, China hizo, sin éxito, un llamamiento para celebrar en Pekín un nuevo encuentro del Grupo de los Seis. EEUU, Corea del Sur y Japón están prestos a volver a negociar pero no a cualquier precio. Exigen que Pyongyang dé antes muestras inequívocas de estar realmente dispuesto a negociar su desnuclearización. Quieren hechos concretos y no nuevas promesas. Seúl exige además que Pyongyang reconozca su responsabilidad directa en el hundimiento de la corbeta “Cheonan”, el 26 de  marzo, que causó 46 bajas surcoreanas, algo que el Norte niega. Pero Kim Jong-il no renunciará a su “status nuclear” mientras no esté plenamente asegurada la sucesión dinástica. Invitó al científico estadounidense Siegfried Hecker para que certificase e informase a EEUU sobre sus crecientes capacidades nucleares. Hecker pudo visitar el 12 de noviembre una nueva y moderna instalación nuclear y ver cientos y cientos de modernas centrifugadoras produciendo uranio enriquecido, susceptible de ser utilizado para fines militares.

La situación militar en la península coreana seguirá tensa. Pekín se siente cada vez más inquieto ante las actuaciones agresivas de Corea del Norte que crean inestabilidad en Asia Oriental.  Pero Pyongyang seguirá jugando peligrosamente con fuego.