“Gradual y metódico”, ha dicho Tung Chee-hwa, jefe del ejecutivo de Hong Kong, que debía ser el proceso de democratización. La anterior visita de Qiao Xiaoyang, subsecretario del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional de China, había disipado cualquier duda: la universalización de los procesos democráticos tendrá que esperar. Ese es el “objetivo último”, dijo Qiao, pero antes de alcanzarlo habrá que recorrer una larga marcha para ganar madurez, evitar la inestabilidad y garantizar el futuro próspero (sistema capitalista) de Hong Kong.
En los primeros días de abril, el legislativo chino había decidido imponer la suya como la única interpretación válida y aceptable de las disposiciones legales que figuran en los Anexos de la Ley Básica de Hong Kong. El presidente del Parlamento, Wu Bangguo, explicó que en eso consistía la aplicación del principio “un país, dos sistemas”, la fórmula ideada por Deng Xiaoping para recuperar el control de la colonia.
La afirmación se produce a escasos meses de que los hongkoneses sean llamados a las urnas ““en septiembre- para elegir a sus representantes en el Consejo Legislativo. De los sesenta diputados, la mitad serán elegidos por sufragio universal, seis más que en el 2000. El cupo restante es de designación corporativa y está controlado por Beijing. En 2007, al cumplirse la primera década del traspaso, esta situación, en teoría, podría alterarse. Pero no será así.
Beijing sabe que su decisión va a deparar más votos a los demócratas de Martín Lee, y poco puede ayudar a Tung, respaldado por la Alianza Democrática para la Mejora de Hong Kong. Pero lo prioritario es no perder el control del proceso de democratización, que está recibiendo presiones, internas y externas, con el propósito de forzar la elección directa del gobernador local y de la totalidad del Consejo Legislativo después de 2007.
Con la mirada puesta en los Juegos Olímpicos de 2008, observando de reojo cuanto acontece en el Taiwán de Chen Shui-bian que el día 20 será investido como Presidente para un nuevo mandato, e incluso tirando conclusiones de las masivas movilizaciones ciudadanas de julio pasado en contra de la polémica ley antisubversión, Beijing no quiere sorpresas ni sobresaltos.
Pese a la persistencia de problemas económicos y sociales, la economía de Hong Kong ha evolucionado bien desde julio de 1997, soportando las epidemias sanitarias y financieras de la región. Hoy se encuentra en quinto lugar mundial en reserva de divisas, después de Japón, China, Taiwán y Corea del Sur. Las expectativas de crecimiento del PIB para 2004 ascienden al 6,9%, el desempleo baja (6,6%) y las exportaciones deben crecer. El problema esencial se sitúa en el ámbito político. El mensaje que se envía desde Beijing es contundente: el ritmo se decide en la capital y lo decide China.
En el fondo no se trata solamente de un problema de mayor o menor entusiasmo democrático. Más allá de la obsesión por la soberanía y el control político, uno de los debates de mayor calado para el futuro de China es el relativo a la organización territorial, profundamente unitaria y centralista, tan deudora de la tradición de la China antigua que ni los maoístas, a diferencia de los soviéticos, mostraron el más mínimo interés por reconocer ““aunque solo fuera formalmente”“ el derecho de autodeterminación de sus minorías nacionales. Pero ese debate hoy aún no ha comenzado.