Entristecido, según fuentes oficiales, por la magnitud y el eco del escándalo de corrupción en que se ha visto involucrado su yerno Chao Chien-ming, el presidente Chen sigue desoyendo las voces que le reclaman su dimisión. Después del fracaso de la iniciativa de destitución promovida el pasado mes de junio por la oposición pan-azul, integrada por el Kuomintang (KMT) y el Partido el Pueblo Primero (PPP), un llamamiento de intelectuales próximos al Partido Democrático Progresista (PDP), efectuado a mediados de julio, instando al presidente a presentar su dimisión no ha sido atendido por Chen. Los suscritores de dicho llamamiento, todos ellos pertenecientes a su propio campo político, consideran que Chen ha perdido toda credibilidad y confianza y que su dimisión constituye la mejor contribución a la democracia taiwanesa.
Como si nada hubiera pasado, Chen, multiplicando las reuniones y consultas con los más afines, se muestra dispuesto a culminar su segundo mandato y cumplir su programa, incluida la reforma de la Constitución. El como lo hará es un misterio, ya que no cuenta con los apoyos parlamentarios suficientes. En paralelo, se cuida de anular otros encuentros menos fáciles como el previsto con la totalidad de su propio grupo parlamentario, que ha sido sustituido por reuniones con pequeños grupos de 3 a 5 personas, para que las discusiones sean más “manejables”.
En paralelo, y quizás no casualmente, resurgen viejos asuntos como la compra a Francia de las fragatas Lafayette, en 1991. Vincent Siew y Hau Pei-tsun, quienes ejercieron el cargo de primer ministro en gobiernos del KMT, han sido llamados a declarar, en lo que asemeja un intento de extender el manto de la corrupción a las demás fuerzas políticas. Lee Teng-hui, entonces presidente de Taiwán, también podría comparecer ante la justicia. Y llegan nuevas dimisiones en el entorno de Chen, esta vez la del viceministro del Interior, Yen Wan-chin, acusado de tráfico de influencias.
Mientras, en su línea tradicional, el presidente taiwanés insiste en la necesidad de tomar precauciones para proteger los intereses económicos y el desarrollo de la isla sin caer en las redes de China. En la Conferencia sobre el desarrollo económico sostenible celebrada los días 27 y 28 de julio, esta insistencia de Chen, reiterada a principios de año, ha sido objeto de mucha discusión por parte del mundo económico e industrial que reclama desde hace tiempo un relajamiento de las restricciones. Según Chen, la mitad de las inversiones extranjeras realizadas en China proceden de Taiwán, y dos tercios de las inversiones taiwanesas en el extranjero se han dirigido hacia China. Por ello reclama un mayor compromiso con el desarrollo de la isla. En medio de rumores acerca de la modificación de los limites a las inversiones taiwanesas en China (máximo del 40% del capital de las empresas insulares), estimulados por la presión de las poderosas federaciones industriales de diferentes ramos, crecen las tensiones entre el mundo económico, muy influenciado por el campo pan-azul, y el gobierno.
En el ámbito partidario, las propuestas de fusión entre el PDP y la Unión Solidaria de Taiwán (UST) no parecen llegar a buen puerto. La iniciativa surge a la vista de las próximas elecciones legislativas, ya que el número de escaños pasará de los 225 actuales a 113, una modificación que podría reducir el peso de los pequeños partidos, lo que afectaría, en mayor medida, a la UST del expresidente Lee Teng-hui, facilitando el bipartidismo. Pero esta formación probablemente prefiere aguardar a los resultados de las elecciones municipales de final de año en Taipei y Kaoshiung, confiando en poder recuperar parte del voto de castigo que pudiera recibir el PDP debido a los últimos escándalos. Una unificación precipitada desviaría ese voto al KMT o a la abstención. Por otra parte, un buen resultado le ayudaría en las hipotéticas negociaciones con el PDP. En cambio, la alianza entre estas dos formaciones del campo pan-verde parece segura, mostrándose de acuerdo en propiciar una competencia leal en dichos comicios, evitando las luchas fratricidas.
En medio de la crisis, en la convención nacional del PDP, celebrada el 22 y 23 de julio, se han propuesto medidas para reforzar la co-decisión del partido con la presidencia, propiciando un liderazgo más colectivo. Pero la decisión más importante ha sido la disolución de las cinco facciones que lo integraban, que contó con el apoyo de 153 delegados de un total de 279 presentes y el rechazo expreso de Nueva Ola, quien considera las corrientes como canales de comunicación con un papel estructurante en el seno de la formación.
Por el contrario, las medidas anticorrupción aprobadas en la Convención han convencido a pocos. Los intelectuales que dos semanas antes reclamaban la dimisión de Chen, reiteraban el 26 de julio su mensaje. Decepcionados con la reacción presidencial y partidaria, extienden su mensaje a los dirigentes del PDP, por su falta de “dinamismo e imaginación para ofrecer a la nación una nueva visión”.
Mientras, el KMT prosigue su lenta pero progresiva renovación interna. En las últimas semanas, la elección de su nuevo Comité Central se saldó con la retirada de grandes figuras de la industria y de la empresa que han sido sustituidas por personas más jóvenes. Después de su reciente visita a Japón, difícil por las controversias (críticas a las visitas del primer ministro Koizumi al santuario Yasukuni, negativa a secundar una nueva compra de armamento que los japoneses también consideran esencial para mantener el equilibrio de fuerzas y la estabilidad en el estrecho de Taiwán) que enturbian las relaciones bilaterales, Ma Ying-jeou parece haber logrado un cierto entendimiento, mostrándose incluso dispuesto a desempeñar un cierto papel en la mejora de las relaciones entre China y Japón.