El Informe 2005 de Amnistía Internacional sobre la situación mundial de los derechos humanos revela señales inquietantes. En este sentido, no se manifiesta un tratamiento adecuado ni una agenda legítima y consensuada sobre esta materia en el mundo post-11-S. El veredicto es tan contundente como grave: "los gobiernos no están cumpliendo su promesa de instaurar un orden mundial basado en los derechos humanos, sino que están siguiendo una nueva y peligrosa agenda".
Los dos síntomas de mayor preocupación se ubican en el nebuloso espacio público que une la impasividad de varios gobiernos y la opinión pública mundial ante determinadas crisis humanitarias y la inefectividad de varias decisiones gubernamentales a la hora de implementar intervenciones de fuerzas de paz, para evitar mayores catástrofes. El otro elemento, algo que pudiera parecer inverosímil, tiene que ver con una velada aceptación de la tortura "para hacerla admisible", como explicó un alto funcionario del organismo. De este modo, parece un hecho evidente que la aplicación de un lenguaje saturado de libertad y justicia está siendo completado con una expansión de la idea de la amenaza, que provoca sensaciones de miedo e inseguridad y refuerza las opciones autoritarias.
El escenario más preocupante para el Informe 2005 se ubicó en la crisis humanitaria de Sudán, oculta para una comunidad internacional cuya tardía actuación defraudó y complicó aún más el panorama. África sigue siendo un territorio donde los derechos humanos alcanzan cotas bajas y así lo refleja el informe: Zimbabwe, la República Democrática del Congo, Somalia, Nigeria, Liberia, Costa de Marfil, revelan la existencia de los llamados "estados fracasados", terreno fértil para la violación sistemática y oficial de los derechos humanos.
Al escenario africano se le une la problemática en el Cáucaso y Asia Central, donde una mezcla explosiva de demandas nacionales y democráticas, fundamentalismo religioso, guerra contra el terrorismo e intereses energéticos, convirtieron a Chechenia, Osetia del Norte, Afganistán y Uzbekistán en la mira de los organismos de defensa de los derechos humanos. Fueron los casos de la matanza de Beslán, el martirio chechenio y la autocracia uzbeka de Islam Karímov, reforzada los últimos días con el enfrentamiento en Andizhan, los que coparon la atención. En cuanto a importancia, completan el informe las crisis vividas en Haití tras la caída de Jean-Bertrand Aristide, el ilegal muro de seguridad israelí en Palestina y la sangrienta post-guerra en Irak.
En todo este apartado, la principal potencia mundial, EEUU, no sale bien parada tras los escándalos de la prisión iraquí de Abu Ghraib, la afgana de Bagram y el limbo jurídico existente en torno a la situación de los presos afganos y talibanes en las cárceles de Guantánamo (supuestas vejaciones al Corán incluidas). Tampoco lo está su aliado en esta guerra, Gran Bretaña, ante las acusaciones de tortura por parte de miembros del M15 contra supuestos terroristas en Uzbekistán. Todo esto a pesar de que el informe felicita la decisión de la Corte Suprema estadounidense de declarar ilegal la situación en Guantánamo o la de los lores británicos de rechazar detenciones indefinidas y sin cargos contra presuntos terroristas.
La directora de AI, Irene Khan, acusó al gobierno de George W. Bush de estar "redefiniendo la tortura" para poder aplicarla y que la guerra internacional contra el terrorismo "se está llevando por delante 60 años de derecho internacional". Esta declaración sugiere que si bien los pasos dados por EEUU definen en buena parte el comportamiento político internacional, su tratamiento actual de la coyuntura mundial no arroja resultados satisfactorios en cuanto a los derechos humanos.
Khan asegura que el mundo de la "posguerra fría" y post-11-S no es más seguro, afirmando que la acción de los grupos armados y los movimientos terroristas no sólo es más expansiva y sofisticada sino que "alcanzó niveles inauditos de crueldad". Obviamente, el atentado de Madrid del 11 de marzo que dejó 192 muertos y las 300 víctimas mortales, la mayoría niños, que dejó el asalto de las fuerzas de seguridad rusas al colegio de Beslán, secuestrado por un comando chechenio, fueron los mayores exponentes de esa crueldad que sugiere Khan.
Pero, ¿hay resultados positivos en este documento? El informe señala un aumento de los países donde se decreta el fin de la pena de muerte. Hoy son 84 esos países, cinco más que en el 2003, aunque en Irak y Sri Lanka se haya reinstaurado. Pero todavía perviven las ejecuciones, siendo China, Vietnam, Irán y EEUU los que están a la cabeza. A pesar de los avances, se aprecian más carencias y una velada violación semántica: ¿Derechos humanos o los "humanos derechos"?