Un protectorado chino donde todo parece bien atado

El dictador ha muerto, ¿Viva el dictador?  Aunque esperada, la muerte de Kim Jong-il plantea interrogantes sobre Corea del Norte, un país convertido en una especie rara de monarquía comunista. Sucedió en 1994 a su padre Kim Il-Sung (Kim I). Tras sufrir un infarto en agosto de 2008, Kim Jong-Il designó sucesor en septiembre de 2010 a su hijo Kim Jong-un (Kim III). Una apuesta arriesgada por la inexperiencia del joven príncipe heredero. Kim II contó con 14 años de aprendizaje. El joven Kim, unos meses.

No cabe esperar, a corto plazo, cambios a las puertas de que el régimen celebre en 2012 el centenario del nacimiento de Kim Il-sung, el fundador de la dinastía. La familia Kim remodeló y rejuveneció el núcleo duro de la nomenclatura político-militar. Pero los apoyos internos no son monolíticos. Los norcoreanos ya saben que el Norte no es el paraíso que muestra la propaganda oficial. Solo unos pocos lloran “sinceramente” su muerte. Se han abierto brechas en los muros que les aislaban del resto del mundo.

Kim Jong-il logró el apoyo chino al proceso sucesorio. China se escuda tras su posición oficial de no inmiscuirse en los asuntos internos de otro Estado. Pero Pekín incrementó su peso económico y comercial en el Norte, asegurándose el monopolio de la explotación de sus cuantiosos y ricos recursos naturales. Corea del Norte es “de hecho” en un protectorado chino. Pekín evitó el colapso económico pero la economía sigue arruinada y las carencias, incluso hambrunas, se repiten cada año cuando llega el crudo invierno. Y dependen de la ayuda humanitaria exterior.

Pekín presiona al régimen norcoreano para que abra gradualmente su economía al exterior, siguiendo el modelo chino y priorizando los intereses de las empresas públicas chinas. Quiere reanudar las negociaciones, rotas en abril de 2009, en el marco del Grupo de los 6 para lograr desnuclearizar el Norte. Pyongyang reitera su disponibilidad a reanudar el diálogo multilateral. Pekín espera que acabe renunciando a sus ambiciones y amenazas nucleares. Pero el Norte no asumirá compromisos hasta que se consolide la transición sucesoria en favor de Kim Jong-un.

La posición china es ambivalente. Teme un estado de tensión militar en la península coreana, incluso nuclear, que amenaza unas economías dependientes del sector exterior. Sabe que un Norte nuclear refuerza la alianza entre EEUU, Corea del Sur y Japón. Incluso el rearme militar en Asia oriental. Pero Pekín no cambiará el actual “statu quo” en la península coreana a menos que sus intereses geopolíticos salgan favorecidos. Políticamente, el Norte es un “Estado tampón” entre China y Corea del Sur, que acoge bases militares estadounidenses. Corea del Norte es una buena carta estratégica  en manos de Pekín para jugarla con EEUU cuando Obama pretende revitalizar su presencia militar en Asia-Pacífico. Los chinos no quieren bases de EEUU en sus fronteras.

Washington y Seúl están prestos a negociar con Pekín y Pyongyang. Tokio y Moscú están al acecho. Es una partida a varias bandas. Pero todos serán pacientes. Esperan a ver como tiene lugar la transición dinástica en Pyongyang. Nada es seguro. Pero la llave maestra la tiene Pekín.