Vietnam, por la senda china

La doi moi, versión vietnamita de la gaige y kaifang (reforma y apertura) aplicada en China desde finales de los años setenta, presenta en Hanoi un balance similar al que podemos encontrar en Beijing. Los ambiciosos objetivos económicos se van cumpliendo, pero los costes sociales y políticos también se van pagando. Como en China, la corrupción, el “proyectil almibarado” que decía Mao, causa estragos en el aparato partidario y gubernamental. Todo un síntoma de que ese nuevo ajetreo que prima la eficacia y el desarrollo y posterga la justicia, erosiona gravemente la integridad de un discurso que en su día contó con un enorme apoyo popular y legitimó en buena medida su acceso al poder.

La experiencia china es muy seguida y aplicada en Hanoi. Ello a pesar de que las relaciones entre China y Vietnam siempre han sido complejas y muy difíciles, especialmente en los años setenta. La mejora bilateral se inició con el desmantelamiento de la administración pro-Hanoi de Camboya, diez años después de que Deng Xaioping iniciará la reforma. Do Muoi, uno de los jubilados en este IX Congreso y miembro principal del triunvirato que ha dirigido el país en los últimos años, fue el principal artífice de esa aproximación, para muchos inevitable después de la desaparición del campo socialista europeo.

Hoy persisten los litigios, especialmente los territoriales -por el control de las islas Spratley, en el Mar de China meridional- y las desconfianzas (en China son conscientes de que después de la retirada de las bases americanas de Filipinas, Vietnam es el estado que mejor permite contrapesar su poder en la región), pero ello no va afectar a esa identidad compartida acerca del camino a seguir: modernización económica vertiginosa sin introducir cambios políticos esenciales.