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XVII Congreso del PCCh: ¿mano dura con Taiwán?

 Mural pro admisión de Taiwán en Naciones Unidas; clic para aumentar
La convocatoria del referéndum ha generado mucha preocupación entre los partidarios del mantenimiento del statu quo. China considera la consulta como un paso hacia la independencia formal y advierte que en ningún caso quedará de brazos cruzados. La oficina de asuntos de Taiwán anunció recientemente que se han hecho los preparativos necesarios para hacer frente a cualquier situación seria. Estados Unidos llama a la calma. (Foto: Mural en la fachada de la Oficina Presidencial de Taipei pro admisión de Taiwán en Naciones Unidas).
 

La política futura en relación al contencioso con Taiwán será objeto de discusión en el XVII Congreso del PCCh. En los últimos años, Hu Jintao implementó una estrategia basada en la llamada “tercera cooperación” con el Kuomintang (KMT), en la oposición en Taipei al presidente Chen Shui-bian, del Partido Democrático Progresista (PDP), sustituyendo las presiones militares del tiempo de Jiang Zemin por gestos de acercamiento a los no partidarios de la independencia y manteniendo la negativa a sostener cualquier contacto con los partidarios de la secesión.

El balance de esta política es complejo. En el orden económico, bien es sabido que las relaciones bilaterales siguen avanzando a buen ritmo, y los acercamientos en el ámbito local y social prosiguen en aquellos ambientes en los que el KMT tiene cierta incidencia. Otra cosa es que dicha política haya servido para debilitar las bases del irredentismo, que hoy, como se ha demostrado en las recientes elecciones municipales parciales, pese a los escándalos de corrupción que han rodeado al presidente Chen y al PDP, son muy sólidas.

A la inteligente política de Hu Jintao, el PDP ha respondido, a nivel interno, con la intensificación de su política identitaria, y con un mayor esfuerzo en su proyección internacional, saldado con pocos éxitos y reveses sustanciales, como la reciente deserción de Costa Rica. Al anuncio del cambio de nombre (Taiwán en vez de República de China), o de una nueva Constitución que defina los contornos de una nueva realidad que renunciaría a representar a toda China, ha seguido la propuesta de celebrar una consulta plebiscitaria acerca del ingreso en Naciones Unidas coincidiendo con las decisivas elecciones presidenciales de marzo próximo.

La convocatoria del referéndum ha generado mucha preocupación entre los partidarios del mantenimiento del statu quo. China considera la consulta como un paso hacia la independencia formal y advierte que en ningún caso quedará de brazos cruzados. La oficina de asuntos de Taiwán anunció recientemente que se han hecho los preparativos necesarios para hacer frente a cualquier situación seria. Estados Unidos llama a la calma.

En el congreso que el PDP celebró el pasado 29 de septiembre, se aprobó una resolución con vistas a hacer de Taiwán un país normal. El debate no fue pacífico y las propuestas más radicales, lideradas por el expresidente de la formación, Yu Shyi-kun, quedaron en minoría. La moderación de la propuesta se atribuye a las presiones de Estados Unidos, pero el texto no convence a China, a quien también saben a poco las divisiones surgidas.

Pero, qué puede hacer Beijing? Volver atrás impulsando acciones militares a modo de demostración de fuerza? Dificilmente esto podría intimidar a los independentistas, y, al contrario, le facilitaría nuevos argumentos, colocando en una situación imposible a los partidarios de un acercamiento progresivo. Mal que le pese, la única apuesta factible hoy día consiste en habilitar políticas pacientes destinadas a contener y dividir las fuerzas secesionistas y fomentar los intercambios que puedan mitigar los temores a la unificación.

La realización de ejercicios militares o incluso la planificación de acciones más agresivas como la ocupación de las islas controladas por Taiwán en el archipiélago de las Spratly, o, más arriesgado aún, ocupar las islas Quemoy o Matsu (donde algunas fuentes señalan la intención de Taipei de instalar misiles apuntando a Shanghai o la isla de Fujian) situadas en las próximidades del continente, podría tener efectos demoledores sobre la imagen internacional de China y su emergencia pacífica, además de producir daños irreparables en la disposición a la unidad de los taiwaneses, hoy mayormente situados en la franja del centro (ni unificación-ni independencia).

Con los Juegos Olímpicos a la vuelta de la esquina, y las elecciones legislativas en enero y presidenciales en marzo, al PCCh no parece quedarle mejor opción que frenar a sus propios partidarios de la mano dura y persistir en la priorización de la política para que la idea del acercamiento gane terreno. Más allá de la reiteración de las advertencias, no cabe imaginar acciones que puedan reforzar electoralmente al PDP, quien tendrá muy dificil ganar las legislativas (lo que bloquearía, como hasta ahora, sus propuestas más arriesgadas) e incluso las presidenciales (en 2004, la diferencia fue de 29.519 votos, el 0,228%). Por otra parte, el éxito de la consulta está por ver. Las dos celebradas en 2000 (sobre el inicio de negociaciones con China continental y el reforzamiento de la capacidad de autodefensa si Beijing no renunciaba al uso de la fuerza para avanzar en la unificación del país) fueron invalidadas al no superar el umbral mínimo del 50%.