El complejo laberinto de Al Qaeda

Apartados xeográficos Outros ARQUIVO
Idiomas Galego

Tras el 11/S y las intervenciones militares de EEUU y sus aliados en Afganistán e Irak, se cierra parcialmente una etapa en la particular "guerra santa" proclamada por Osama bin Laden y su organización, Al Qaeda. Los recientes atentados en Madrid el pasado 11 de marzo constituyen la apertura de una novedosa estrategia de la organización terrorista, consciente de que ha perdido una considerable capacidad de operatividad global pero que aún mantiene prácticamente intacta su estructura interna y su capacidad para golpear. Mientras su actividad de propagación sigue siendo grande en el continente asiático y el Cuerno de África, las miras de Al Qaeda apuntan ahora a Europa occidental.

El atentado terrorista del 11 de marzo en Madrid abre una nueva etapa en la guerra internacional contra el terrorismo. La fase anterior, marcada por los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 y las guerras en Afganistán e Irak, se cerró parcialmente en noviembre pasado, cuando una serie de atentados terroristas en Estambul que provocaron más de 60 muertos anunciaron la nueva estrategia de Al Qaeda, reforzada con el atentado de Madrid. El objetivo de la organización de Osama bin Laden que anuncia esta nueva etapa es llevar la "jihad" al corazón de Europa, atizando con ello a los distintos grupos radicales directa o indirectamente financiados por Al Qaeda y que permanecen ocultos entre los quince millones de musulmanes que viven en Europa.

Varios signos anuncian el nuevo y complejo cambio. La situación interna iraquí y la evolución actual de la lucha antiterrorista iniciada por Washington revelan un nuevo y complejo panorama para la organización Al Qaeda, consciente de que ha perdido buena parte de su capacidad operativa tras la detención y muerte de algunos de sus líderes, entre ellos Mohammed Atef, uno de los lugartenientes de Osama bin Laden, fallecido durante un bombardeo en Afganistán hace poco más de dos años.

La dirigencia central de Al Qaeda, encabezada por Osama bin Laden y su "cerebro operativo", el egipcio Ayman al-Zawahiri, y compuesta por una elite de experimentados combatientes de la Jihad islámica provenientes de Egipto, Argelia y Yemen, se plantea ahora un nuevo tipo de estrategia que tiene por el momento a Irak como pieza central, mientras establece un nuevo tipo de relación con numerosos grupos terroristas islámicos en otras regiones, especialmente Europa occidental, los Balcanes, el Cáucaso, el este y oeste de África, Asia central y el sureste asiático.

Rastreando dentro de Al Qaeda

Verticalmente, la organización es comandada por Osama bin Laden como una especie de emir-general, seguido de una elite de ex combatientes en Afganistán que tiene actualmente al egipcio Aywan al Zawahiri a su "mano derecha". La muerte de Mohammed Atef dejó a la organización sin su principal estratega militar, cargo que ahora podría caer en manos de Abu Musam Zarqawi, un jordano de 37 años que está atizando la guerra de guerrillas en Irak.

Horizontalmente, Al Qaeda está integrada por una serie de 24 grupos constituidos de manera informal, pero controlados por la llamada Shura majlis, un consejo consultivo dependiente de bin Laden y que maneja cuatro comités: militar, religioso-legal, financiero y mediático.

La pérdida de su santuario en Afganistán y la intervención anglo-norteamericana en Irak, con el consecuente dominio militar estadounidense en Medio Oriente, ha obligado a Al Qaeda al replanteamiento de sus ataques, cada vez más selectivos y discretos. Sólo el jefe principal y sus más cercanos allegados conocen los pormenores de sus próximos objetivos, utilizando el mínimo número de terroristas posibles para despistar a las autoridades.

Explotar la "guerra civil" iraquí

Irak sigue siendo el símbolo de la nueva "jihad" lanzada por Al Qaeda. El objetivo es impedir la conformación de un nuevo gobierno tutelado por Washington, mediante la exacerbación de las diferencias étnicas y religiosas, especialmente entre las comunidades sunnitas, chiítas y los kurdos. Documentos obtenidos en febrero pasado por la CIA en Irak demuestran que el país árabe se ha convertido en un nuevo campo de batalla para la "jihad" islámica y los grupos asociados o no a Al Qaeda. Uno de los documentos más reveladores se encontró tras la captura en Irak, por parte de las milicias kurdas, de Hassan Ghul, ciudadano paquistaní del cual se sospecha es utilizado por Al Qaeda como mensajero. Ghul llevaba consigo CDs y cintas de video con un nuevo mensaje del líder terrorista para los militantes en ese país.

Oficiales militares estadounidenses creen que detrás de esta nueva estrategia del terror en Irak se encuentra Abu Musam Zarqawi, un jordano de 37 años ex combatiente en Afganistán y que habría sido encomendado por bin Laden y al-Zawahiri para provocar una "guerra civil y sectaria" entre las diversas facciones étnicas y religiosas en Irak, especialmente la chiíta, ya que con esto podría provocar un enfrentamiento directo entre EEUU e Irán.

Es por ello que en los últimos meses se ha cuantificado la entrada a Irak de diversos combatientes de la "jihad" provenientes de campos de entrenamiento en Filipinas, Cachemira y el oeste africano. De acuerdo a fuentes militares en EEUU y Europa, al-Zarqawi habría reclutado entre 1.500 y 2.000 militantes desde Chechenia y Asia Central hacia Irak, con la finalidad de cometer los ataques suicidas.

Aunque dichos ataques han disminuido en las últimas semanas, su capacidad para reaparecer de manera espectacular sigue siendo notoria, tal y como se reveló el pasado miércoles 17 de marzo, con un atentado en un hotel de Bagdad que dejó cerca de 30 muertos.

El 11/S europeo

Otra de las recientes revelaciones sobre los planes de Al Qaeda proviene del último video enviado a principios de marzo, por la organización, en la que por primera vez aparece el "número 2", el egipcio Aywan al Zawahiri. En dicho comunicado, se amenaza nuevamente a EEUU con "otro 11/S" y condena la decisión del gobierno francés de prohibir el velo en las escuelas públicas, hecho este último que revelaría posibles atentados terroristas en Europa.

La amenaza se hizo realidad con el atentado de Madrid el 11/M, cuya onda expansiva podría llegar hasta Londres y Roma, dos capitales reiteradamente señaladas por Al Qaeda como símbolos de la civilización occidental.

Para una ideología tan plagada de imperativos religiosos como la de Al Qaeda, la cual calcula sus acciones en términos de ganancias en los pantanosos terrenos de la religión, atacar en Europa supone realizar acciones contundentes contra los que califica de "cruzados", aliados de Washington en la guerra de Irak y aparentemente indiferentes ante el sufrimiento de los palestinos.

La nueva realidad del panorama internacional obliga a Al Qaeda a adaptarse al hecho de contribuir con la proliferación de una docena de grupos terroristas y militantes islámicos que están obteniendo fortaleza en el sureste asiático, Asia Central, el Cáucaso, norte y centro de África y Europa, lugares donde la organización terrorista posee cerca de 40 grupos afiliados, de acuerdo a un reciente informe de la ONU. Si bien esto no quiere decir que los nuevos grupos terroristas estén vinculados directamente con al Qaeda o dependan de ella, podría especularse que están buscando concertar alianzas estratégicas entre ellos a fin de obtener dinero y apoyo logístico, con la consiguiente complicación para las autoridades estadounidenses a la hora de identificar a los nuevos agentes del terrorismo.

El peligro de la bomba nuclear islámica

Otro punto de mira tanto para Al Qaeda como para Washington sigue siendo Asia Central. Mientras Afganistán intenta dotarse de un gobierno estable y Washington refuerza su posición apoyando militarmente a los regímenes dictatoriales vecinos, especialmente Uzbekistán y Turkmenistán, la gran preocupación del gobierno de George W. Bush lo constituye la posibilidad de que grupos terroristas obtengan material nuclear y químico, para realizar ataques terroristas en EEUU y Europa. Esta preocupación la hizo pública Bush el pasado mes de febrero, durante un discurso en una academia militar.

Para Washington, el peligro de que Al Qaeda y otro grupos islámicos radicales ya tengan material radiactivo con capacidad para descargar "bombas sucias", es una realidad cada vez más latente, por lo que en Washington ven urgente concretar soluciones definitivas al problema de la proliferación de armas de destrucción masiva en países como Corea del Norte, Libia e Irán, así como entre la India y Pakistán.

Con Libia e Irán se han logrado avances históricos en los últimos dos meses, mientras la actual etapa de concordia entre India y Pakistán abre una nueva posibilidad de solución al conflicto en el sub-continente indio. Resulta claro que los manejos de Washington en convencer al gobierno paquistaní de Pervez Musharraf y a su similar indio de Bitari Vajpayee a reanudar las conversaciones de paz en torno a Cachemira tiene dos objetivos claros: contener la posibilidad de un enfrentamiento directo entre dos potencias nucleares y crear una nueva entente entre ambos países para luchar contra Al Qaeda y sus asociados.

Del mismo modo, Washington está tratando de cercar los movimientos de Al Qaeda en el norte de África, reforzando lazos de seguridad con los gobiernos de Marruecos, Argelia y Túnez e incluyendo a un sorpresivo aliado, Libia, país cuyos servicios de inteligencia parecen estar dispuestos a colaborar en la lucha contra el terrorismo.

La clave está en Pakistán

El problema para Washington sigue siendo, a nivel geopolítico, los avances de Corea del Norte en materia nuclear, y a nivel de seguridad, la posibilidad de que grupos terroristas y "jihadistas" desestabilicen la situación entre India y Pakistán. Es por ello que la frontera afgano-paquistaní está ocupando actualmente la atención del Pentágono a la hora de planificar la definitiva caza de Osama bin Laden, así como miembros de Al Qaeda y el extinto régimen talibán.

La clave para Washington sigue siendo Pakistán. La presión estadounidense sobre el gobierno paquistaní de Pervez Musharraf aumenta considerablemente, así como la percepción en Washington de que Pakistán, el único país musulmán con armamento nuclear, se está convirtiendo en un agudo problema, por el auge del fundamentalismo islámico y las insólitas revelaciones del jefe del programa nuclear paquistaní de cooperar en esa materia con Irán, Libia y Corea del Norte. Washington observa peligrosamente que Pakistán podría sumergirse en el caos y la desintegración.

Es por ello que el gobierno de Bush se ha esforzado en las últimas semanas en preparar una definitiva ofensiva militar en la frontera afgano-paquistaní para atrapar las células de Al Qaeda y el aún vigoroso movimiento talibán y destruir las poderosas fuerzas islamistas paquistaníes, aparentemente fuera de control para el gobierno de Musharraf en las lejanas áreas tribales. A nivel local, una victoria militar y de inteligencia en este sentido, el cual podría llevar a la definitiva captura de Osama bin Laden, será exhibido por Bush como un excelente trofeo electoral que debilitaría las opciones de su rival demócrata John Kerry.

Pero siempre cabe la posibilidad de esperar que Al Qaeda golpee de nuevo. El problema para esta organización es su el llamado a la "jihad" ha sido exitoso en áreas como Chechenia e Irak, pero insuficiente aún en el seno del mundo árabe-musulmán. El llamado a la rebelión contra gobiernos considerados como "impíos" tales como Arabia Saudita, Turquía y Egipto no ha tenido éxito, aunque la presión islamista en dichos países sigue siendo considerable. El caso turco es significativo: el país es gobernado por un partido islamista moderado enfocado hacia Europa, lo cual crearía un reto a la versión fundamentalista "salafista" de Al Qaeda. De allí a que los atentados de Estambul en noviembre de 2003 intentaran desestabilizar al gobierno de Recep Tayyip Erdogan y evitar que su hasta los momentos exitoso modelo de islamismo laico se expandiera por el mundo musulmán.

Un escenario en el que ocurriera las eventuales caídas del régimen teocrático y monárquico saudí y de los seculares egipcio y turco a manos de grupos islamistas vinculados a Al Qaeda serían una catástrofe geopolítica para Washington y Europa tan importantes como la fue la revolución iraní de 1979. De eso están conscientes tanto los gobiernos occidentales como los líderes de Al Qaeda.