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Chávez y el socialismo “bolivariano”

 Reunión Petrocaribe, clic para aumentar
La internacionalización de la revolución se ha concentrado en dos vértices: el aspecto petrolero y el aspecto comunicativo. En el primer vértice, las iniciativas de crear un área petrolera suramericana y caribeña, con Venezuela como eje principal, ha logrado encajar con las necesidades energéticas regionales. En este sentido, la revolución venezolana se exporta por móviles más efectivos a corto plazo que los aspectos ideológicos. Es por ello que Chávez impulsa Petrosur con el área MERCOSUR de Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, y el área andina con Petrocaribe, tras la cumbre caribeña de Puerto La Cruz en julio pasado. Del mismo modo, en la cumbre andina de Lima, Chávez propuso la creación de Petroandina. Por otra parte, la oferta financiera de compra de bonos de deuda argentina, que tuvo su variante menos exitosa con Ecuador, le ha permitido también granjearse aliados políticos como el presidente Néstor Kirchner. (Foto: El Acuerdo de cooperación energética PETROCARIBE fue suscrito el 29 de junio de 2005 en la Ciudad de Puerto La Cruz, en Venezuela, por Antigua y Barbuda; Bahamas; Belice; Cuba; Dominica; Dominicana; Granada; Guyana; Jamaica; San Vicente y las Granadinas; Santa Lucía; San Cristóbal y Nevis; Surinam y Venezuela).
 

¿Camina Venezuela hacia una novedosa variable de socialismo? El pasado 1 de mayo, el presidente Hugo Chávez proclamó que la "revolución bolivariana" entraba en la fase de la construcción del "socialismo del siglo XXI". "Venezuela camina hacia el socialismo", fueron las palabras del mandatario venezolano, ante una nutrida congregación de trabajadores y simpatizantes.

Más allá de constituir una posición ideológica, mediante una reivindicación del carácter socialista de la revolución venezolana, Chávez plantea con fuerza la interrogante arriba expuesta asumiendo como propio el retorno del debate socialista a comienzos del siglo XXI y en tiempos de la globalización. Precisamente, porque su revolución preconiza la soberanía popular mientras refuerza su carácter antiglobalización.

En este sentido, las líneas de acción programáticas del "socialismo venezolano" recogen ideas relativas, entre otras, al desarrollo endógeno, el cooperativismo, la idea del Estado-empresario, el combate a la pobreza y la igualdad social. Pero las vertientes son muy variadas, lo cual complica el análisis sobre la naturaleza del régimen bolivariano.

Entre la utopía y la posdemocracia

Definir ideológicamente al "chavismo" resulta una tarea compleja, porque los elementos reunidos lo ubican en distintos niveles, que van desde el nacionalismo, la izquierda populista, el indigenismo y el militarismo. De manera oficial, la revolución plantea el rescate de los valores sociales y políticos de Simón Bolívar, haciéndose eco del culto oficial hacia su persona, predominante en la cultura política del país.

Como primera revolución en la era de la globalización, el chavismo atrajo a diversas personalidades de la izquierda internacional, cuya repercusión mediática ha estado a la baja en los últimos tiempos. Son los casos del germano-mexicano Heinz Dieterich y la chilena Marta Harnecker, quienes se coordinan como mentores políticos de Chávez. Admiradores de la revolución cubana, ambos se ubican, ideológicamente, en la utopía de la izquierda que dominó el debate político latinoamericano en las décadas de los sesenta y setenta.

Estaría incompleto este cuadro si no se incluye la figura del sociólogo argentino Norberto Ceresole, fallecido en 2003, cuyo pensamiento penetró con considerable influencia en la ideología chavista. De inspiración peronista y ex asesor del presidente peruano Velasco Alvarado, Ceresole proponía la idea de la "posdemocracia", con la novedosa fórmula "caudillo-ejército-pueblo". Una revolución comandada por un líder carismático, con el apoyo de unas Fuerzas Armadas desarrollistas y el respaldo legítimo popular.

Esta fórmula encajó como pocas en el ideario de Chávez, quien siempre ha definido su revolución como "cívico-militar". Ceresole, expulsado de Venezuela en dos ocasiones por supuestas posiciones antisemitas, siempre vio en Chávez y su revolución el vehículo más efectivo desde la perspectiva antiglobalización.

Del mismo modo, la revolución bolivariana tuvo, en sus comienzos, el apoyo de conocidos líderes de la insurgencia venezolana de los sesenta, quienes luego establecieron una "tercera vía revolucionaria" a través de Irak, Irán y Libia. La esencia de la revolución bolivariana, manifestada por el propio Chávez, busca sustituir la democracia representativa por la democracia directa. Ante la aguda crisis nacional, la vía electoral terminó siendo más eficiente para Chávez, tras su fallido golpe militar en 1992.

Sin embargo, y dejando de lado cualquier aproximación semántica e ideológica, los rasgos distintivos de la revolución bolivariana y la situación actual de Venezuela presentan más bien signos contradictorios, con aún escasos elementos para discernir, a ciencia cierta, hacia dónde se aproxima el país. A pesar de ello, en la actualidad, Chávez se ha concentrado más en la agenda exterior y en la necesidad de exportar el mensaje revolucionario, a fin de crear un polo de poder autónomo dentro del área suramericana que le garantice la profundización y la continuidad de su proyecto.

El año de la revolución continental

Con este panorama, reforzado políticamente a nivel interno, Chávez hace del 2005 el año decisivo para la internacionalización de la revolución bolivariana, ahora también "socialista". El carácter internacionalista de su movimiento no es novedoso, tomando en cuenta sus variados vínculos externos. La energía y el énfasis del presidente Chávez ha hecho el resto.

En este sentido, Chávez ha hecho valer la situación geopolítica venezolana, actuando principalmente en el área andina, caribeña y suramericana, pero no limitándose a ella. En este sentido, le ha ayudado el viraje político a la izquierda en la mayor parte de América del Sur y el desencanto popular ante las elites locales y las iniciativas de libre mercado. Del mismo modo, los elevados precios petroleros y la política de la OPEP han jugado también a favor de Chávez, impulsor de estas iniciativas.

La internacionalización de la revolución se ha concentrado en dos vértices: el aspecto petrolero y el aspecto comunicativo. En el primer vértice, las iniciativas de crear un área petrolera suramericana y caribeña, con Venezuela como eje principal, ha logrado encajar con las necesidades energéticas regionales. En este sentido, la revolución venezolana se exporta por móviles más efectivos a corto plazo que los aspectos ideológicos.

Es por ello que Chávez impulsa Petrosur con el área MERCOSUR de Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, y el área andina con Petrocaribe, tras la cumbre caribeña de Puerto La Cruz en julio pasado. Del mismo modo, en la cumbre andina de Lima, Chávez propuso la creación de Petroandina. Por otra parte, la oferta financiera de compra de bonos de deuda argentina, que tuvo su variante menos exitosa con Ecuador, le ha permitido también granjearse aliados políticos como el presidente Néstor Kirchner.

En cuanto al área comunicativa, la necesidad de constituir una plataforma mediática autónoma y regional aumenta con la posibilidad de difundir su mensaje revolucionario. En este sentido, Chávez tendrá su amplificación con la puesta en marcha de Telesur, canal de información financiado mayoritariamente por Venezuela y Cuba, pero en el cual también participan Uruguay y Argentina.

Otros eventos también forman parte de la estrategia comunicativa del presidente venezolano, con la cual espera hacer de Caracas el centro de las iniciativas populares en contra de la globalización y el imperialismo. En el 2003 y 2004 fueron la Reunión Americana de Pueblos Indígenas y el Congreso Anfictiónico de Buenos Aires.

Este año lo ha sido el reciente Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes de Caracas, una iniciativa que en su tiempo llevara a cabo la URSS bajo la organización de la Federación Mundial de Juventudes Democráticas y la Unión Internacional de Estudiantes. Del mismo modo, y como complemento del festival, se instaló el Tribunal Antiimperialista, como expresión de desafío a la hegemonía estadounidense y a los "poderes reales económicos y militares del planeta". Para el próximo año, y a tenor de la popularidad que Chávez tuvo en su participación en el Foro Social Mundial de Porto Alegre, la capital venezolana será una de las sedes de este evento en enero de 2006.

Dos polos: Cuba y EEUU

El 2005 también ha permitido establecer un escenario novedoso en el panorama latinoamericano. Es cada vez más evidente que las alternativas endógenas y autónomas ganan terreno en la región, lo que amortigua la tradicional presencia e influencia estadounidense.

De este modo, Chávez se ha erigido en la principal "piedra de tranca" para los intereses estadounidenses. Su abierta oposición al ALCA, al cual le contrarrestó el ALBA, y al Plan Colombia, así como sus simpatías y estrechos vínculos con el régimen de Fidel Castro, hacen de Chávez el elemento más incordiante para Washington.

Salvo el caso de Irán en 1979, nunca antes un país tradicionalmente aliado petrolero y estratégico de EEUU como Venezuela, había virado de este modo. Chávez ha amenazado en diversas ocasiones con suspender el suministro petrolero hacia EEUU. Del mismo modo, en Washington han observado con preocupación las alianzas energéticas y militares venezolanas con China, Rusia e Irán.

Los choques con alto contenido retórico han sido una constante durante este año entre Washington y Caracas, hasta el punto de que las relaciones diplomáticas se encuentran en su nivel más bajo. Chávez ha acusado constantemente al presidente Bush y a la CIA de intentos de magnicidio, mientras desde Washington vinculan a Chávez con movimientos insurgentes regionales en Colombia (FARC y ELN) y líderes indígenas como Evo Morales en Bolivia. En este sentido, se acusa a Chávez de ser un factor perturbador y desestabilizador en la región.

El caso es que Washington nunca ha sabido descifrar quién es Chávez y hacia dónde se orienta su revolución. La reciente reunión de Bush con la dirigente opositora de la organización Súmate, María Corina Machado, parece encaminar la política estadounidense a tomar más en serio la situación venezolana, identificada como un elemento perturbador de los intereses estadounidenses.

Otro nivel completamente diferente se aprecia en las relaciones entre Venezuela y Cuba. Las constantes acusaciones de "cubanización" de Venezuela, realizadas por sectores de la oposición y representantes del gobierno estadounidense, se han expresado en perspectivas contradictorias. Las críticas han privilegiado las referencias retóricas de Chávez hacia la revolución cubana (el "mar de la felicidad" al que una vez se refiriera Chávez en La Habana), aunque en la actualidad, los vínculos geopolíticos se acerquen cada vez más.

Es obvio que Chávez y Venezuela son hoy día el aliado más estrecho de Fidel Castro en la región, alianza fortificada desde que en el 2000 se instaurara el programa de cooperación sanitaria y educativa cubana (las llamadas "misiones") a cambio de suministro petrolero venezolano a precios preferenciales. Es una realidad que Cuba ha sustituido a EEUU como el referente político y económico venezolano pero por el momento, y a pesar de los muy estrechos vínculos entre Castro y Chávez, ambos procesos no necesariamente parecen complementarse.

Del mismo modo, diversos analistas y opositores a Chávez aprecian en Venezuela un control militar y político similar al que realizara Fidel en Cuba en la década de los sesenta. Por lo pronto, ya existe una "Promoción Fidel Castro" de militares venezolanos de la Fuerza Armada Nacional, juramentada por el propio presidente cubano en La Habana hace una semana.

El plano regional también adopta síntomas inciertos. Si la "opción Lula" en Brasil sucumbe por los escándalos de corrupción en el entorno político presidencial y la frustración social se acelera, la alternativa más radical expuesta por Chávez podría ganar terreno. Este escenario también parece que se plantea, a nivel simultáneo, en Washington, La Habana y Caracas.

¿Hacia dónde va Venezuela?

Un vistazo al panorama venezolano arroja un cuadro político dominado por la figura del presidente Chávez. La dicotomía entre "chavistas" y "antichavistas" refleja esa personalización de la política, sin alternativas aparentes. El fracaso de la oposición en revocar su mandato tras el referendum de agosto de 2004 es un síntoma claro de que Chávez continúa dominando el debate político. En este sentido, su popularidad y carisma no ha podido ser contrastado por la volátil y variopinta dirigencia opositora.

Sin embargo, y a pesar de manifestar un control político casi absoluto de las instituciones nacionales (como nunca antes se había manifestado en la era democrática venezolana) y de la relativa estabilidad social y política que se vive en la actualidad (tras las duras lecciones del período 2002-2004), el país sigue mostrando síntomas de una alta polarización, con diversas fracturas sociales y una economía profundamente dependiente de la renta petrolera.

En el aspecto social, el discurso del presidente Chávez y las respuestas de la oposición siguen generando ese nivel de crispación y polarización que mezcla el estilo demagógico presidencial con la virulencia reaccionaria de varios sectores de la oposición. En este caso, Venezuela presenta un panorama imprevisible de cara al futuro.

En cuanto a la estructura económica, las tradicionales elites siguen manteniendo su status, pero supeditado a una cada vez más ascendente clase empresarial fomentada por el gobierno, lo que permite reestablecer las bases del "capitalismo de Estado" rentista petrolero, característico de la estructura socio-económica venezolana. Lo que sí es evidente es un elevado nivel de empobrecimiento económico y social, amortiguado en algunos sectores populares por las misiones sociales del gobierno, pero todavía incapaz de generar alternativas de producción y desarrollo económico y un consenso general sobre la evolución del proyecto.

Del mismo modo, se aprecia en la sociedad venezolana un desgaste por el debate político y una preocupante apatía electoral, tal y como se evidenció en las pasadas elecciones municipales, donde la alta abstención mitigó el avasallador triunfo de la fórmula electoral chavista. Se espera que el chavismo vuelva a consolidarse en las elecciones legislativas de diciembre de 2005 y presidenciales de 2006. Pero el futuro de la revolución bolivariana, entendida como estructuración revolucionaria de las bases populares, es una incógnita más allá de la impronta personal y carismática que emana de su principal líder.

Uno de los más destacados dirigentes chavistas, Guillermo García Ponce, criticó duramente la apatía electoral de los simpatizantes de la revolución bolivariana "en un momento en que estamos encaminados a construir el socialismo del siglo XXI". En este sentido, ¿se dirige Venezuela hacia el socialismo o bien la incertidumbre sigue siendo su principal referente?