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El terremoto francés

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La primera víctima de esta derrota fue el impopular primer ministro Jean-Pierre Raffarin, sustituido por el más conciliador Dominique de Villepin, en un cambio de gabinete de emergencia. Pero quien surge ahora con más fuerza en la escena política francesa es el joven, liberal y enérgico Nicolás Sarkozy, líder de la UMP y principal rival de Chirac en la candidatura de la derecha. Ganara el sí o el no, Sarkozy es el extraño beneficiario de esta crisis política y sus opciones electorales para el 2007 suben como la espuma. (Ilustración: Jean-Pierre Raffarin, ©Vic 2003).
 

Si bien el rechazo francés a la Constitución europea constituye el momento más crítico para el proceso de integración europeo, lo que se trasluce es también un repentino cambio de eje político en el seno de la UE. El eje franco-alemán, que tuvo su momento célebre en su oposición a la guerra de Irak, corre el riesgo de resquebrajarse, por lo que la variación puede enfocarse ahora hacia el eje "atlantista", compuesto por Gran Bretaña y Europa del Este. Sobre la Constitución europea se abre ahora un período de debate mucho más plural y mucho menos mediático.

Que uno de los fundadores del proceso de integración europeo como Francia vote de manera tan contundente por el rechazo al texto constitucional europeo, ya supone un seísmo de magnitudes incalculables a corto plazo. Básicamente, porque la fase final del proceso de construcción de una Europa unida, iniciada con la instauración del Euro en el 2002, la ampliación a 25 miembros tras la inclusión de la Europa ex comunista en el 2004 y el actual proceso de ratificaciones de la Carta Magna europea, camina ahora por terrenos pantanosos.

La crisis no es sólo europea, sino francesa. En principio, la victoria del "no" el domingo 29 asestó un durísimo golpe al presidente Jacques Chirac. El mandatario galo, tras diez años en el poder, proyecta hoy una imagen de debilidad y falta de credibilidad que inaugura un período inestable en la política francesa, de aquí a las elecciones presidenciales de 2007.

A diferencia de España, primer país en ratificar la Constitución por referendo, la participación francesa fue altísima (71%), en la cual un 56,4% atribuyó que el rechazo al texto constitucional europeo era también un rechazo a la gestión de Chirac. En este sentido, el referendo francés, más que una consulta europea, fue el test de arranque para las presidenciales francesas de 2007 y pareció más un plebiscito sobre la gestión de Chirac.

Tras nueve ratificaciones anteriores, incluyendo la realizada por el Senado alemán dos días antes, cuyo interés fue influir en la votación gala, la negativa francesa a la Constitución hace valer la fórmula de que el rechazo de un país obliga a congelar y modificar el texto original, con lo cual la UE regresa a la fórmula adoptada en el Tratado de Niza de 2002.

El "Waterloo" de Chirac

El presidente francés, para quien sus opciones de renovar la presidencia en las elecciones de 2007 son cada vez menores, se le presenta ahora un panorama complicado. Su arriesgada puesta de someter la Constitución europea a referendo popular y no a votación parlamentaria, le ha costado caro, dañando su imagen pública ante los franceses y los líderes europeos, y también ante la historia.

La primera víctima de esta derrota fue el impopular primer ministro Jean-Pierre Raffarin, sustituido por el más conciliador Dominique de Villepin, en un cambio de gabinete de emergencia. Pero quien surge ahora con más fuerza en la escena política francesa es el joven, liberal y enérgico Nicolás Sarkozy, líder de la UMP y principal rival de Chirac en la candidatura de la derecha. Ganara el sí o el no, Sarkozy es el extraño beneficiario de esta crisis política y sus opciones electorales para el 2007 suben como la espuma.

El caso es que el referendo francés mostró variaciones inéditas en la política francesa, decaída por la falta de credibilidad de sus líderes y partidos, y una preocupante oscilación de los extremismos de derecha e izquierda en la capitalización del voto negativo. El terreno ganado por ambas agrupaciones revela el preocupante hecho de que existe una falta de confianza social en el futuro del país. Diversos sectores hablan abiertamente de un declive francés que se manifiesta en la falta de competitividad económica, la crisis del modelo del Estado de bienestar y la pérdida de peso político internacional, además de otros factores como la inmigración.

El frenético juego político

Del mismo modo, hay transformaciones políticas inéditas. Nunca antes la sectores más radicales de la izquierda y la derecha habían acordado votar en conjunto, aunque cada quien por su lado. Las fuerzas del voto negativo incluyeron al sector socialista de Laurent Fabius, los sindicatos, movimientos antisistema y antiglobalización como los campesinos de José Bové y el Attac, los trotskistas y comunistas, la extrema derecha de Jean-Marié Le Pen, los católicos y la derecha soberanista y dura de Dominique Villiers. Todos ellos hicieron suyo un "no" ampliamente mayoritario entre los jóvenes y en los sectores más populares.

Por su parte, la dirigencia de centro-derecha del gobierno, el neogaullismo, los democristianos y la cúpula mayor del Partido Socialista de François Hollande votaron por un "sí" que fue contundente entre los mayores de 65 años y las clases medias Aquí se revelan los posibles emparejamientos de cara al 2007: con Chirac casi fuera de juego, Sarkozy y posiblemente de Villepin se enfrentarían a la lucha interna entre los socialistas Hollande y Fabius, con Jospin en la recámara.

El fin de la "vieja Europa"

Cuando hace dos años, en plena crisis de la guerra de Irak, el secretario de Defensa norteamericano Donald Rumsfeld catalogó al eje París-Berlín como la "vieja Europa", quizás imaginaba que algún tipo de cataclismo estaba a punto de acontecer. Este eufemismo sale hoy reforzado porque, en términos de geopolítica global, el ganador indirecto del referendo francés es el presidente estadounidense George W. Bush. Un dato: las semanas anteriores al referendo francés, el dólar ganó aceleradamente terreno frente al euro.

Hoy, Jacques Chirac y el canciller alemán Gerhard Schröder, artífices de ese eje al que se incluyó recientemente el español José Luis Rodríguez Zapatero, caminan por el sendero de la incertidumbre. A la crisis francesa se le une la crisis alemana, con síntomas muy similares: Schröder pierde fortaleza política tras las recientes derrotas electorales, la última en el tradicionalmente socialista länder de Renania-Westfalia. Su adelanto apresurado de elecciones generales para finales de 2005 revela esa debilidad política, acrecentada ante la crisis del modelo de desarrollo alemán, el recalentamiento de la principal economía europea y el alto desempleo. Ya tiene en la combativa Ángela Merkel como candidato rival por parte de la opositora centro-derecha del CDU.

El "no" francés y el presumible "no" holandés a la Constitución europea el próximo miércoles 1 de junio, muy probablemente motivará a un brusco reacomo de los ejes políticos en el seno de la Unión Europea. A partir de ahora, el eje donde se afincará todo el peso de atención será el "atlantista", con centro en Londres. El realismo político obligará a Bruselas a estar más pendiente de Gran Bretaña, cuyo referéndum constitucional está pautado para el 2006. Aquí, las fuerzas del "no" son igualmente poderosas, especialmente en el sector de los independentistas, pero el premier Tony Blair puede tener a favor la totalidad de los laboristas, la oposición conservadora y los liberal-demócratas, cuyos cómputos aumentaron en las recientes elecciones británicas. Aunque, tomando en cuenta el ejemplo de Chirac, a Blair el referendo europeo le puede también pasar factura.

Al eje "atlantista" se le une Europa del este, tradicionalmente pro-americana, y donde países como Hungría y Lituania ya lo ratificaron. Aquí, la base de las esperanzas europeístas está en Polonia, el país con mayor población y que va a referendo a finales de año. Diferente serán los hechos en Holanda y Dinamarca, donde el "no" lidera las encuestas.

Un aviso para Turquía

De todos modos, el escenario catastrofista diseñado tras la victoria del "no" puede resultar un tanto exagerado. La campaña mediática sobre la Constitución europea ha estado marcada por escaso contenido de fondo y más por tópicos superfluos. En el "no" francés influyó mucho más el descontento social ante la posible admisión de Turquía, que comienza negociaciones con Bruselas a finales de año, que el contenido analítico del tratado constitucional. Para curarse en salud, el actual gobierno islamista turco aprobó la modificación total de su Código Penal, uno de los requisitos exigidos desde Bruselas.

Del mismo modo, en la evolución del voto europeo se aprecian vertientes muy marcadas. Los partidarios del "no" no son iguales en todos los países, aunque en sus demandas presionan para mantener el modelo del estado de bienestar, mientras acusan a los del "sí" de querer imponer una Europa "ultraliberal y mercantilista". En medio existe una estela sumamente heterogénea de euroescépticos. En todo caso, lo que se aprecia es una crisis de identidad del modelo europeo y una carencia en el mensaje. Francia y su referendo lo acaban de dejar patente.