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¿Un emigrante, un voto?

 Foto Igadi: Posta de sol no Castro de Vigo, clic para aumentar
El gran desafío para propiciar una mirada diferente de la diáspora debemos referirlo a la vertiente política. El reto consiste en habilitar un espacio donde la diáspora disponga de voz propia para debatir su problemática específica, sin intermediarios. Se trata de articular la representación política de la diáspora, hoy ausente en la política gallega. (Foto: A mirada do serán. Posta de sol sobre a Ría de Vigo, vista desde O Castro. ©Fernando Pol).
 

La emigración forma parte de la identidad de Galicia. Hasta hace poco entendida como "anomalía" que solo el retorno podría enmendar, hoy predominan otras consideraciones: su importancia como votantes; una situación social que reclama atención; el aprovechamiento del capital humano relacional que supone el disponer de gallegos ocupando posiciones relevantes en las sociedades de acogida, en condiciones de contribuir a favorecer dinámicas de cooperación e intercambio con Galicia, hoy más capaz por disponer también de posibilidades de actuación en el concierto internacional. Somos una autonomía en el mundo.

Se dice que el futuro de cada colectividad debe ser contemplado en su relación con el exterior. Nosotros estamos presentes en el mundo desde hace tiempo, a través de una diáspora (emigración y exilio), que constituye un activo clave para que Galicia progrese en el exterior. Políticos, empresarios, gente de la cultura, de los sindicatos, de la vida profesional, del campo jurídico o eclesiástico, son recursos de indudable valor que pueden favorecer la transformación de los desafíos que supone la mundialización en oportunidades para hacer progresar nuestro país. Galicia no puede renunciar a su diáspora, debe incorporarla al proceso de construcción de su bienestar.

Cualquier propósito de consideración de la diáspora debe tener en cuenta diferentes perspectivas, tantas como necesarias para hacer posible la construcción real de ese tercer espacio donde se puedan encontrar la Galicia territorial y la Galicia de la diáspora. La definición de mecanismos activos de vinculación, con programas continuados de alto valor añadido, es esencial cuando el tránsito generacional nos induce a pensar con fundamento en la pérdida de las raíces. Vinculación significa que la diáspora sea una preocupación del país, no solo de sus administraciones, incluyendo a actores culturales, económicos o sociales para optimizar los recursos de que disponemos en el exterior y especializar nuestro nivel de respuesta identificando los intereses comunes.

El gran desafío para propiciar una mirada diferente de la diáspora debemos referirlo a la vertiente política. El reto consiste en habilitar un espacio donde la diáspora disponga de voz propia para debatir su problemática específica, sin intermediarios. Se trata de articular la representación política de la diáspora, hoy ausente en la política gallega.

La presencia de gallegos en el exterior alcanza a todos los continentes. La mayor concentración se encuentra en América y en Europa. Argentina con 330.000 gallegos y Alemania con 90.000 son el paradigma de la diáspora. También EEUU, por ejemplo, con 75.000 o Brasil, con 95.000 o Suiza con 60.000, reflejan cifras significativas. El peso de su voto en relación a la población total supera el 10%, siendo Ourense quien cuenta con un índice mayor de porcentaje de electores en el exterior (17,3%). Se trata de votantes, en su mayoría, de edad avanzada. El control del proceso de votación es objeto de controversia y urgen mayores garantías.

La diáspora gallega tiene el derecho de voto y puede decidir sobre la distribución de los 75 diputados del Parlamento a elegir el próximo 19 de junio. En 2001 se consideraron válidos 67.883 votos emitidos en el exterior. En las elecciones de marzo de 2004, un total de 224.222 electores pudieron ejercer este derecho, con una significación del 11,3%. El voto emigrante es polémico porque puede modificar el reparto de escaños en favor o en detrimento de alguna fuerza política, como ocurrió en las elecciones de 1997 en la provincia de Ourense.

El debate en torno a la participación política de la diáspora se ha centrado en temas como: las carencias del censo (CERA); la limpieza y transparencia del proceso electoral; y, por último, la igualdad de oportunidades entre los partidos para hacer llegar su discurso y sus propuestas.

Actualmente, el voto de la diáspora es un voto inacabado, es decir, una vez emitido no sirve plenamente para representar al representado. Los emigrantes votan pero no eligen, contribuyen con su voto a la elección de representantes que, en realidad, no los pueden representar, pues su vida se desarrolla a cientos o miles de km de distancia. La participación, así entendida, no produce una representación de la diáspora sino una distorsión del sistema democrático al permitir la influencia determinante en el proceso electoral de personas ausentes del debate político que se produce en la correspondiente demarcación.

Cabe reivindicar un espacio político en el que la diáspora pueda estar representada y que sus representantes puedan incorporar su problemática al debate político gallego. Esta situación descartaría la participación de los emigrantes en el ámbito local. No tiene sentido que los votos de personas que no viven ni pagan impuestos en una determinada municipalidad puedan determinar el signo de un gobierno local (y que muchos inmigrantes residentes no puedan votar o que tampoco puedan hacerlo los que están más próximos, residiendo en Barcelona, por ejemplo). Los emigrantes gallegos, allá donde estén, deben integrarse activamente en la vida política y social de las comunidades de acogida.

El ámbito autonómico es el más idóneo para la construcción de ese espacio político de la diáspora con representación propia. Habría que reservar un número especifico de diputados que deben proceder de la diáspora y ser elegidos directamente por las comunidades del exterior, sin que con su voto pueda distorsionar el signo general de la representación decidida por los habitualmente residentes en las cuatro provincias gallegas.

La diáspora puede hacer una aportación estable a la política gallega, si actúa como autentica protagonista de sus inquietudes e intereses. Esta apuesta por una integración sincera de la diáspora en la política gallega contribuiría a erradicar las prácticas nocivas para la salud del sistema democrático.