20080401 bos aires cristina fernandez de kirchner

Argentina: El campo sacude a Cristina K

 Cristina Fernández de Kirchner; clic para aumentar
En esta su primera crisis seria, fue muy notoria la actitud de confrontación manejada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (en la foto), lo cual dejó en entredicho las particularidades positivas del estilo de gobierno "de los Kirchner".
 

La masiva protesta, con cacerolazos y piqueteros incluidos, de miles de ciudadanos argentinos en respaldo de sus productores agropecuarios y en contra de la medida formulada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de aumentar el impuesto a las exportaciones de soja, retrotrajo los duros días afrontados por el país tras la crisis económica de 2001 y afloró ciertas debilidades del actual gobierno argentino, incluyendo una evidente quiebra en su aceptación popular. Sin obviar las connotaciones políticas, el problema de fondo se enfoca en la ausencia de un modelo de desarrollo productivo que contemple una relación más equilibrada entre el Estado y el sector agroindustrial argentino.

Justo cuando se cumplían 100 días de la gestión gubernamental de Cristina Fernández de Kirchner, la presidenta argentina afrontaba su primera y más cruda crisis social y económica, que recordó los duros días del "corralito" de 2001 y 2002, con protestas callejeras, los "cacerolazos" y los cortes de caminos de la mano de los grupos "piqueteros".

Lo que en principio se concentró en protestas de los gremios agropecuarios fue subiendo en intensidad con masivas participaciones de diversas capas sociales, en solidaridad con los sectores afectados, especialmente los productores de soja.

La huelga en el campo y los cortes de carreteras realizados por los temidos piqueteros provocó el inmediato desabastecimiento de productos básicos como la leche, la carne y los huevos en las grandes ciudades, factor que podría automáticamente encender el polvorín social contra la política económica gubernamental.

La evolución de la crisis

Las protestas se activaron desde mediados de marzo, durante tres semanas, en ciudades del interior como Córdoba, Entre Ríos, Rosario, Santa Fe y Tucumán, incluyendo bloqueos a 400 puntos de carreteras en el interior del país, hasta la propia capital, Buenos Aires. Allí, diversos barrios de clase media se sumaron a las protestas de los campesinos y sectores agropecuarios.

En otros puntos como Gualeguaychú, en la provincia oriental de Entre Ríos, se presentaron conatos de violencia entre simpatizantes de la presidenta Kirchner y miembros de los grupos piqueteros, algunos comandados por su líder Luis D´Elía, ex ministro presidencial. Los cortes de calles y avenidas y las manifestaciones de miles de vecinos hicieron recordar los acontecimientos de diciembre de 2001.

Un súbito acuerdo a comienzos de abril paralizó por un mes la huelga agropecuaria, receso temporal en el cual se espera encontrar una solución de consenso entre los productores y gremios agropecuarios, los sindicatos y el gobierno. Pero la tensión en el ambiente sigue siendo palpable: el líder piquetero D´Elía advirtió que sus simpatizantes están en "estado de alerta".

La soja de la discordia

Un factor esencial para entender la reciente evolución económica argentina se enfoca en analizar de qué forma la soja y otros productos agrícolas contribuyeron a propiciar la recuperación tras la crisis del "corralito", en gran medida manifestada por el incremento de los precios internacionales de estos productos.

La producción agropecuaria corresponde aproximadamente al 61% de las exportaciones del país mientras aporta un 40% del PIB argentino. Argentina es el tercer exportador mundial de soja y girasol, cuya producción para el 2008 podría alcanzar la cifra récord de 13 mil millones de toneladas, otorgándole al Estado argentino unas cuantiosas ganancias en torno a los 17.000 millones de euros.

Desde la llegada de Néstor Kirchner al poder en 2003, la economía argentina ha experimentado cinco años de crecimiento económico, en torno al 8%, que ha permitido moderadamente el retorno de inversiones extranjeras, un freno a la fuga de capitales y el masivo éxodo de argentinos y cierta recuperación del nivel de confianza, con leve disminución del índice de riesgo-país.

La producción de soja y girasol ha sido la clave esencial para explicar el milagro de la recuperación económica argentina, tanto como notorias y hasta excesivas han sido las medidas de los Kirchner para gravar el "maná" económico argentino, cuya producción se elevaba desde 2003 en más de cuatro millones de toneladas al año.

Durante el gobierno de Néstor Kirchner se realizaron diversos aumentos en el gravamen de la soja y el girasol. En el 2003 fue de 10 y 20% en pocos meses, mientras la recuperación en el campo permitía a los productores la compra de maquinaria necesaria para mantener la elevada producción.

Hasta 2007, final de su mandato, Kirchner realizó tres retenciones fiscales más hacia la soja, del 20, 27 y 33% respectivamente, lo cual comenzó a "calentar" el ambiente para los sectores productores. La medida en febrero pasado de la nueva presidenta Cristina K de elevar este gravamen al 45%, con una subida de ingresos para el Estado calculados en 1.262 millones de euros, encendió la mecha de la protesta. El resultado ha sido un inédito acuerdo entre los 2.500 grandes productores agropecuarios y los 75.000 pequeños productores, todos ellos afectados por estos sucesivos incrementos fiscales, en contra de esta medida.

Los diversos gravámenes a la soja permitieron a "los Kirchner" manejar cuantiosas sumas de dinero destinadas a la construcción de diversas obras públicas e infraestructuras y programa sociales, así como para el reparto de fondos hacia distintas gobernaciones provinciales importantes para el gobierno, en una clara medida política destinada a conservar cuotas de poder.

Claroscuros económicos

Con la crisis de la soja en curso, la situación económica actual muestra también determinados síntomas de preocupación: la inflación se calcula, desde entidades bancarias, en un 25% mientras el gobierno asegura que es de sólo el 9%. La publicación de las cifras de inflación, elemento clave para calibrar el nivel de la economía argentina de los últimos dos decenios, provocó el año pasado fuertes disputas políticas y económicas, por acusaciones de que se maquillaban los índices desde la oficina de estadísticas oficiales.

A su vez, la necesidad estatal de recaudar ingresos obliga a devaluar la moneda nacional, el peso, a fin de mantener el abaratamiento de las exportaciones. Inyectando millones de pesos al sistema financiero se alimenta una inflación que, visto desde el nivel del ahorro nacional, también podría dispararse ante el bajo nivel de ahorro de los argentinos en pesos, aduciendo desconfianza hacia su moneda nacional.

Con ello, Argentina sigue manifestando ciertos síntomas de inestabilidad, tales como una baja tasa de inversiones extranjeras, los recelos de organismos internacionales a la hora de otorgarle créditos y cierta falta de credibilidad hacia algunas instituciones financieras. Incluso, la crisis provocada por los cortes energéticos durante el invierno de julio-agosto de 2007 provocó fuertes críticas hacia el gobierno de Néstor Kirchner, tomando en cuenta la asistencia petrolera que le otorgaba el gobierno venezolano de Hugo Chávez.

Si bien la abrumadora elección presidencial en octubre pasado de Cristina K evidenciaba la popularidad de "los Kirchner", diversos síntomas de descontento amenazan ahora con aflorar en el ambiente, desnudando flancos políticos de debilidad para la nueva presidenta.

El polémico estilo de Cristina K

En esta su primera crisis seria, fue muy notoria la actitud de confrontación manejada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, lo cual dejó en entredicho las particularidades positivas del estilo de gobierno "de los Kirchner".

Así, y mostrando ciertos ribetes autoritarios que en nada contribuyen a cumplir su promesa de dar paso a un estilo de consenso y reforzamiento de las instituciones, el acto de masas propiciado por el gobierno el martes 1 de abril, desafiando las legítimas protestas de los sectores afectados, demostró cómo "Cristina K afrontó el pulso dando cabida a movilizaciones de calle de sus simpatizantes, escenario que en principio contribuyó a polarizar el conflicto.

Con ello, y en vez de reforzar el diálogo, Cristina K acusó a los sectores agropecuarios de "golpistas", fomentando la idea de un conflicto de clases "entre la oligarquía y el campo", prometiendo "no dejarse chantajear". Con ello daba a entender que, detrás de estas protestas, estaba la mano de determinados sectores de oposición, disuadidos ante la idea de desprestigiar a los Kirchner.

Resulta obvio que todo este escenario de tensión social y económica repercute en el ambiente político. Con Cristina en la presidencia, el ex mandatario Néstor Kirchner está construyendo una fórmula política entre diversos sectores de izquierda y centroizquierda del espectro político y electoral peronista, que le permita conformar un gran partido nacional, conservando determinadas cuotas de poder destinadas a afrontar próximos procesos electorales y las presidenciales de 2011.

Precisamente, y calculando estos escenarios a futuro, la oposición política a los Kirchner parece concentrarse cada vez más en la figura del actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, el centroderechista Mauricio Macri, curiosamente presidente del popular club de fútbol Boca Juniors.

Si bien el perfil de Macri ha sido bajo durante esta crisis de la soja, la evolución de los acontecimientos puede persuadir a Macri a formar igualmente una gran plataforma nacional para confrontarse electoralmente a los Kirchner. Consideraciones políticas aparte, la crisis de la soja demostró cuan necesaria es la reforma del sistema económico argentino, enfocada hacia un mayor equilibrio entre las relaciones del Estado y los productores agropecuarios.