20070919 buenos aires alberto rodriguez saa

Argentina: rebelión rural y pulso político

 Alberto Rodríguez Saa; clic para aumentar
Las posturas críticas más acérrimas son lideradas por el ex presidente Eduardo Duhalde (2003-2005) y Alberto Rodríguez Saa (en la foto), actual gobernador de la provincia de San Luis, así como por la ex candidata presidencial y líder de la centroizquierda Coalición Cívica, Elisa Carrió.
 

Con los temidos cacerolazos en el centro de la escena y un clima de tensión palpable, observar el conflicto entre los productores agrícolas y el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner da a entender los enormes problemas de gobernabilidad con que se enfrenta el país para los próximos meses.

A la presidenta Cristina K parece acabársele su luna de miel en apenas un semestre de mandato. El conflicto acaecido desde marzo pasado, cuando el gobierno decretó un imprevisto aumento del 50% a los gravámenes fiscales a la soja, aprovechando los altos precios internacionales del rubro, está dando paso a la concreción de un clima de pre-estallido social, condicionado por la irresolución de la fractura política y económica entre el gobierno y las principales organizaciones rurales.

La temida economía

Tanto como el prolongado conflicto rural, coloquialmente denominado como la "guerra de la soja", existen amplios temores sobre el estado real de la economía argentina, especialmente en lo referente a las tasas reales de inflación.

Si bien oficialmente se establece que la inflación está situada en un 8,5%, los sectores privados y diversas consultoras calculan el alza de precios en un 30%, cuestionando los reales efectos de la mejora económica de los últimos años, auténtica baza de apoyo social y electoral a los Kirchner, y volviendo a colocar en la esfera pública el temido efecto de la inflación.

Un efecto más inmediato se manifiesta en los diversos cortes de carretera que, para mediados de junio, se calculaban en 324 puntos de las provincias del país, principalmente en Misiones, Corrientes y Tucumán. Los cortes de carretera dificultan el suministro de combustible, alimentos y medicamentos, profundizando un escenario caótico que aumenta con el masivo desempleo en las provincias.

Por lo tanto, el masivo cacerolazo nocturno del pasado lunes 16 en Buenos Aires demostró cómo entre diversos sectores ciudadanos se está configurando una manifestación espontánea de apoyo a los productores rurales y exigiendo el diálogo como solución del conflicto. Sin desestimar su evidente repercusión política, estas manifestaciones aún siguen determinadas más por reacción hacia unas medidas con escasa popularidad que por concreción hacia un proyecto político y económico específico.

De este modo, el signo que las distingue es un abierto rechazo al estilo con visos autoritarios de gobierno de "los Kirchner" que, si bien incluye algunos rasgos de habilidad táctica, básicamente reproduce determinados vicios del pasado.

Voces críticas de todos los colores

Este estilo gubernamental ha colocado en un mismo espacio crítico y opositor a diversos sectores que forman parte de la variada gama ideológica y política del "peronismo", algunos de ellos directamente manejados por "barones" de este partido contrarios a la hegemonía del "kirchnerismo".

Las posturas críticas más acérrimas son lideradas por el ex presidente Eduardo Duhalde (2003-2005) y Alberto Rodríguez Saa, actual gobernador de la provincia de San Luis, así como por la ex candidata presidencial y líder de la centroizquierda Coalición Cívica, Elisa Carrió.

Duhalde parece estar configurando una especie de plataforma dentro del peronismo, incluyendo a diversos liderazgos especialmente sostenidos desde los poderosos barones y gobernadores provinciales, que permita crear un foco de oposición interna que evite cualquier tentativa del ex presidente Néstor Kirchner de apoderarse de diversos sectores del peronismo ubicados más a la izquierda.

Paralelamente, personajes cercanos al "kirchnerismo" como el vicepresidente Julio Cobos y el gobernador de la provincia de Santa Fe, Hermes Binner, aumentan las demandas de un urgente cambio de estilo político, más dialogante con las organizaciones rurales, que permita a la presidenta Cristina K recuperar determinados espacios de poder político.

En este sentido, el papel protagónico que está asumiendo el vicepresidente Cobos no sólo daría a entender algunos síntomas de falta de consenso en el seno del Ejecutivo sino posibles fracturas irreconciliables a corto plazo dentro del "kirchnerismo". Su decisión de atender las demandas opositoras para que sea el Senado quien decida la solución del conflicto rural podría abrir una brecha de gran importancia en el nivel de confianza dentro del gobierno de Cristina K.

Por otro lado, la oposición política no deja de ser una confusa amalgama de partidos, algunos de ellos con fuerte raigambre histórica pero con evidentes visos de decadencia electoral, como es el caso de la centroderecha Unión Cívica Radical (UCR), y que buscan configurarse en torno a nuevos liderazgos políticos, especialmente cifrados en la persona de Mauricio Macri, alcalde bonaerense y presidente del popular club de fútbol Boca Juniors, a quien muchos consideran el candidato opositor más idóneo para las elecciones presidenciales de 2012.

Dentro de los sectores "kirchneristas" que apoyan incondicionalmente las medidas de la presidenta Cristina K, resalta la figura del temible líder piquetero Luis D´Elía, quien no ha dudado en acusar a Duhalde y sus aliados de estar propiciando un "golpe de Estado económico".

El hecho de tener a los principales líderes y grupos "piqueteros" de su lado permite al gobierno conjurar, aunque con escaso margen de maniobra, cualquier movilización masiva en su contra, especialmente en lo referente a los cortes de carreteras y el asedio rural a las grandes ciudades.

La calle toma el pulso

Tras los cacerolazos en Buenos Aires, la presidenta Cristina K barajó la posibilidad de convocar a una masiva manifestación a su favor, colocando en primer plano a D´Elía y sus piqueteros, así como a diversos grupos políticos y sociales afines.

Con ello, la presidenta argentina dejaba clara su disposición a mantener el pulso político desde la misma calle, sin necesariamente tener que torcer el brazo por medio de un diálogo incierto.

A pesar de ello, la actual fractura política está complicando la gobernabilidad de Cristina K y limitando los espacios de solución. La prolongación del conflicto, con más de 100 días de duración, aumenta el caudal de tensión, tomando en cuenta que el pulso político está concentrándose cada vez más en la calle y las posiciones de los actores parecen ser, aparentemente, irreconciliables.

Si bien el gobierno impulsa una mesa de diálogo con las organizaciones rurales, que incluyen a la patronal empresarial y a diversas organizaciones sociales, al mismo tiempo que lanza un ambicioso Plan de Redistribución Social, con inversiones públicas en los sectores educativo, económico y sanitario en las zonas rurales, como medida destinada a desactivar el conflicto rural, los efectos de estas medidas aún son inciertos y muchos lo catalogan de meros parches que intentan "apagar fuegos mas no evitar incendios".

¿Limpieza en el "kirchnerismo"?

No obstante, "los Kirchner" parecen proclives a aprovechar la coyuntura para jugar determinadas cartas políticas. El conflicto rural puede dar paso a una sigilosa depuración en las filas del peronismo que permita al ex presidente Néstor Kirchner conformar una tolda política completamente a su medida, con la mira puesta en las presidenciales de 2012.

Del mismo modo, la dinámica de los acontecimientos podría persuadir a los Kirchner en la necesidad de cerrar la inicial política de apertura para que miembros de partidos opositores, como es el caso del vicepresidente Julio Cobos, de la UCR, entraran en el gabinete presidencial. El actual conflicto convencería a los Kirchner en la necesidad de concentrar sus fuerzas en torno a aliados leales e incondicionales en puestos clave del poder.

Mientras el pulso político se acelera, atascando los necesarios cambios en el modelo de desarrollo socioeconómico y la concreción de un nuevo estilo de gobierno destinado a moderar las relaciones centro-periferia, Argentina parece agotarse en sus propios dilemas internos, retrotrayendo a la escena pública dramáticas imágenes del pasado más reciente que parecían ya superadas.