Inestabilidad política y crisis económica en Tailandia

Tailandia sufre desde hace tres años un período de inestabilidad política que se manifiesta en los enfrentamientos entre los dos principales partidos y grupos políticos, partidarios o contrarios del ex primer ministro Thaksin Shinawatra, depuesto en 2006 por un incruento golpe militar realizado con el asentimiento  real. Un “tsunami” político con réplicas periódicas está azotando la vida tailandesa y ha dejado más huellas que el que asoló la costa de este país el 26 de diciembre de 2004. La coincidencia de la inestabilidad política con la crisis económica mundial sitúa en una deriva peligrosa a un país que también cobija otros conflictos sociales y territoriales, principalmente en las tres provincias meridionales fronterizas con Malasia que cuentan con una población mayoritariamente musulmana y de lengua malaya (el 80 %).

La imagen del país quedó en entredicho cuando el actual primer ministro Abhisit Vejjativa decretó el estado de emergencia y se tuvo que suspender la Cumbre de la ASEAN que, bajo la presidencia tailandesa, se celebraba en Pattaya el 11 de abril. El ejército también intervino tres días después en Bangkok para disolver a los “camisas rojas”, partidarios de Thaksin, que rodeaban y ocupaban diversos edificios gubernamentales de la capital. Estos acontecimientos han afectado la reputación de Tailandia como país atractivo para las inversiones extranjeras y el turismo mundial. La normalidad volvió a las calles de Bangkok pero la sociedad tailandesa sigue profundamente dividida.

¿Cuales son los principales hechos y factores que pueden explicar esta delicada situación? Tres figuras e instituciones deben ser comentadas: la Monarquía, el Ejército y Thaksin Shinawatra.

El rey Bhuminol Adulyadej (Rama IX) que significa “fuerza de la tierra” ostenta el record de ser con 63 años de ejercicio el decano de los monarcas del mundo. Fue nombrado el 9 de junio de 1946, con solo 18 años, para ser el noveno rey de la dinastía de los Chakri fundada por Rama I en 1782 quien estableció en Bangkog la capital del antiguo  reino de Siam. Este se convirtió en Tailandia en 1939. Es la figura emblemática del país y un personaje inteligente, polifacético muy respetado y querido por los 64 millones de tailandeses. Es un apasionado de la fotografía, la música y otras manifestaciones artísticas. El pueblo le venera y se postra ante su presencia. Cuando el rey habla, el pueblo escucha. Es considerado también un líder espiritual en un país con un predominio de la religión budista.  Pese a cultivar una imagen pública de austeridad, modestia y benefactora, a través de los llamados “programas reales” es, según “Forbes”, el monarca más rico del mundo.

Tailandia es considerada desde 1932, una monarquía constitucional y parlamentaria. El rey no gobierna pero su autoridad moral y poder político es tan grande como indiscutible. Ha intervenido discreta pero decisivamente con una actitud a veces paternalista moviendo los hilos políticos y económicos del país. En su largo reinado ha visto 19 golpes militares, 30 primeros ministros y 17 modificaciones constitucionales. Sin embargo, su muy avanzada edad y delicada salud (81 años) y la poca popularidad y discutida reputación del príncipe heredero Maha Vajiralongkon, de 55 años, plantean algunos interrogantes a medio plazo sobre el proceso de sucesión y el futuro de la monarquía. La reconocida figura de Bhuminol, incluso a nivel internacional, es irrepetible y de difícil sucesión. Por esta razón causa ansiedad imaginar como será sin él, el futuro del país.

El Ejército es una institución que ha intervenido constantemente en la vida política, varias veces con el apoyo de la monarquía. En 1947 se estableció, en plena guerra fría, una larga etapa de gobiernos militares que duraron hasta 1992. Finalmente, en septiembre de 1997, tras la adopción de una constitución reformista, la 16ª desde 1932, se asentaron en el país los gobiernos dirigidos por civiles.

Thaksin Shinawatra es otro emblemático pero muy controvertido personaje. Nacido en 1949 en Chiang Mai en el norte del país, era un ex-policía convertido en magnate de las telecomunicaciones, que luego saltó a la escena política, creando en 1998 su propio partido, el Thai Rak Thai, con el que ganó las elecciones legislativas y fue nombrado  primer ministro en 2001. Fue el primero en la historia de Tailandia que logró acabar su mandato político y obtuvo otra gran victoria electoral en febrero de 2005. Su fuerza electoral se apoya en las zonas rurales y las clases más desfavorecidas (60 % del electorado) que han valorado positivamente sus políticas de creación o mejora de infraestructuras sociales y la concesión de créditos y otras ayudas a las provincias y zonas  tradicionalmente olvidadas por el poder central. También con su perfil de exitoso hombre de negocios contó al principio con el apoyo de parte de la clase empresarial que aplaudió las políticas económicas que permitieron superar la grave crisis económica asiática que se había iniciado precisamente en 1997 con la brusca caída del bath tailandés. También supo desde el gobierno hacer frente a los efectos del tsunami que devastó en 2004 la costa marítima del sudeste del país.

En cambio,  Bangkok y el Sur del país han sido el feudo del Partido Demócrata (PD), apoyado por la influyente elite político-burocrática de la capital, el ejército, las clases medias y los conservadores monárquicos. Estos grupos orquestados por el PD acusaban a Thaksin de gobernar con autoritarismo y prácticas corruptas. Este respondió disolviendo el Parlamento en febrero de 2006 y convocando y ganando unas nuevas elecciones generales en abril, otra vez boicoteadas por la oposición política y finalmente invalidadas por el Tribunal Constitucional.

La situación de ingobernabilidad condujo a un incruento golpe militar que, con el apoyo tácito del monarca, depuso al primer ministro Thaksin el 19 de septiembre de 2006, mientras se encontraba en Nueva York asistiendo a la reunión anual de la Asamblea General de las NNUU. Los militares disolvieron el Parlamento y anularon la Constitución vigente. Thaskin se exilió en Londres. Siguieron 15 meses en que el país contó con un ineficaz gobierno de coalición provisional bajo control militar, presidido por el general Surayud Chulanont. Tras aprobarse en referéndum, el 9 de agosto de 2007, una nueva Constitución, se celebraron elecciones legislativas el 23 de diciembre de 2007. El Partido Popular del Pueblo (PPP) y otros grupos partidarios de Thaksin consiguen por enésima vez la mayoría de la Cámara Baja del Parlamento, lo que constituyó un duro revés para el ejército tailandés y los intereses monárquicos que habían hecho todo lo posible para frenar a Thaskin, exilado en Gran Bretaña. El PPP obtuvo 232 de los 480 escaños. El Partido Democrático solo 165. La participación electoral alcanzó el 70 %.

Y volvió a repetirse la historia. Savak Sundaravej, líder del PPP forma gobierno y asume formalmente el cargo de Primer Ministro el 6 de febrero de 2008, hasta que fue forzado a dimitir por otra muy discutible decisión del Tribunal Constitucional. Su sucesor y nuevo líder del PPP Somchai Wongsawat, cuñado de Thaksin pero sin la preparación y el carisma de este, también fue forzado a dimitir por el Tribunal Constitucional. La sentencia de 2 de diciembre también disuelve el PPP y los otros dos partidos políticos de la coalición gubernamental (el Chart Thai y el Matchimathipatai) bajo la acusación de haber cometido fraude electoral en las elecciones de diciembre de 2007. La sentencia además de disolver los tres partidos enviaba a 59 de sus dirigentes al banquillo, 24 de los cuales eran diputados que tuvieron que renunciar a sus escaños. Los 219 diputados del ex PPP se reagruparon en el “Pheu Thai”.  Cabría calificar tales decisiones como un golpe de estado judicial.

Cabe señalar que el PPP tuvo que declarar durante 12 días en septiembre el estado de excepción, se mostró incapaz de gobernar por la dura presión de la Alianza del Pueblo para la Democracia (PAD). Los “camisas amarillas”, el color real, que agrupaban a empresarios, clases medias urbanas y los conservadores monárquicos, ocuparon las calles de Bangkok e incluso la sede de gobierno exigiendo la dimisión del primer ministro. Incluso ocuparon y cerraron a partir del 24 de noviembre y durante 9 días los dos aeropuertos internacionales de la capital. La situación solo se normalizó una vez el PPP es disuelto por una decisión del poder judicial. A continuación, el Parlamento, en unas circunstancias especiales y de muy dudosa constitucionalidad, el 15 de diciembre de 2008 decide nombrar nuevo Primer Ministro a Abhisit Vejjajiva, de 45 años. El líder del PAD recuperó el poder perdido en 2001, por la puerta trasera y sin refrendo popular.

A partir de estos hechos, los “camisas rojas” partidarios de Thaksin también se lanzaron a las calles de Bangkok pidiendo, entre otras cosas, la disolución del Parlamento, la convocatoria inmediata de elecciones y la restauración de la derogada constitución de 1997.  Se producen los violentos disturbios que condujeron finalmente a la intervención militar para sofocarlos. Una vez  normalizada la situación, el Gobierno levantó, el 24 de abril, el estado de emergencia que había sido proclamado el 12 de abril en Bangkok y otras cinco provincias.
 
Los disturbios de los últimos meses han dañado la imagen turística del país. Pero también ha dañado indirectamente la llegada de turistas a los países vecinos como Camboya, Birmania e incluso Vietnam. Asimismo, la anulación de la 14ª Cumbre de la ASEAN constituye una bofetada para la propia ASEAN. Las delegaciones extranjeras tuvieron que ser evacuadas urgentemente en helicópteros desde la salas de reuniones de la cumbre. Ello imposibilitó a la ASEAN el poder tomar algunos acuerdos internacionales considerados urgentes para hacer frente a la crisis económica que también golpea a Asia. Por cierto, esta cumbre ya había sido aplazada una primera vez pues estaba prevista su celebración entre el 13 y el 17 de diciembre del año anterior.

Tailandia vive en un marasmo político que también afecta a la reputación económica de un país atractivo para las inversiones extranjeras y el turismo mundial. Las tensiones e incertidumbres políticas y la crisis económica global han frenado la expansión económica. Según el Asian Development Bank, la economía en 2008 sólo creció un 2,6 %, la mitad del 2007 y el nivel más bajo desde 2001. Y en 2009, el país ha entrado en una recesión ante la fuerte caída de las exportaciones que han afectado sobre todo al sector del automóvil, uno de sus motores económicos.

Los enfrentamientos políticos de los últimos meses entre los camisas “rojas” y “amarillas” han profundizado la división de la sociedad tailandesa. Esta división no deriva de una disputa ideológica entre derechas e izquierdas. Tampoco está, por ahora, en discusión la institución monárquica. Sí tiene un componente territorial y social. Thaksin abrió la economía tailandesa al exterior pero, a la vez, supo canalizar a su favor el voto rural y de los más desfavorecidos. El PAD, los militares, los burócratas y los aristócratas son más proteccionistas en lo económico y han privilegiado Bangkok como el gran motor de crecimiento, olvidando las provincias y zonas rurales, principalmente del nordeste del país.  Pero el gran pecado de Thaksin fue su enorme ambición personal que chocó con las elites tradicionales. Cometió el grave error de menoscabar la autoridad moral de la corona, la piedra angular del país. El 27 de marzo, Thaskin acusó a los generales Pren Tinsulanonda y Surayud Chulanont, ambos consejeros del rey Bhuminol, de haber instigado el golpe militar de 2006. Con esta denuncia aumentaron los recelos de quienes acusan a Thaksin de impulsar tendencias republicanas. Pero sus detractores han recurrido a medios no democráticos para derrocar a unos gobiernos que eran débiles pero elegidos democráticamente. Un golpe de estado aunque se dirija contra un gobernante corrupto sigue siendo, en una democracia, un golpe de estado. Asimismo, el poder judicial está muy politizado.

Tailandia está políticamente en un callejón de difícil salida y precisa contar con un gobierno con mayor legitimidad y elegido democráticamente. Una necesidad que es si cabe más urgente en la actual situación de recesión de la economía tailandesa en plena crisis financiera mundial. Thaksin, en el exilio, sigue siendo popular entre una mayoría de los tailandeses. Una economía decreciente y la inestabilidad política producen un efecto disuasivo para los inversores extranjeros. Por otro lado, las desigualdades territoriales y sociales están aumentando. Tailandia ocupa el lugar nº 78 en una lista de 177 estados en el Índice de Desarrollo Humano del PNUD.  Es muy posible que los partidarios de Thaksin puedan volver a ganar en una contienda electoral verdaderamente abierta. Las próximas elecciones están previstas  en principio para el 2011.

Pero para salir del callejón, Tailandia requiere previamente un gran pacto de Estado entre los Partidos Políticos, la Corona y el Ejército a fin de establecer unas reglas básicas de compromiso que permitan adelantar la celebración de unas elecciones democráticas, el respeto del resultado electoral y del Gobierno salido de las urnas. Tailandia necesita una reconciliación y una mayor cooperación y consenso entre sus instituciones para asegurar la gobernabilidad del país. Solo así se recuperará la confianza interna e internacional, condición imprescindible para afrontar decididamente los grandes retos políticos, económicos y sociales de Tailandia.