Berlusconi, el prestidigitador

Es un verdadero maestro en el arte del escapismo. En las últimas dos décadas ha sido acusado judicialmente en numerosas causas por graves casos de corrupción, que le habrían permitido montar y expandir su gigantesco imperio, Fininvest. Fue acusado de comprar a jueces y periodistas, de cohecho, de sobornar a la Guardia de Finanzas, de financiación ilegal de partidos, de connivencia con Cosa Nostra; de sacar adelante leyes para garantizarse su impunidad. Il Cavaliere fue condenado a la cárcel en varias ocasiones. Pero nunca ingresó en ella. Logró sortear una y mil veces a la Justicia desde los tiempos de la Tangentópolis y de los jueces milaneses de Manos Limpias hasta la actualidad. En los últimos años, sus patéticos escándalos sexuales con menores y prostitutas –compatibilizados con su declarada religiosidad– hicieron creer a muchos que estaba acabado, que se había cavado su propia sepultura. Por esperpéntico que parezca el personaje, uno de los hombres más ricos de Italia, ahí está, sigue siendo el primer ministro de la octava potencia económica del mundo, gracias a los votos de millones de italianos.

El jueves pasado, el gobierno de Silvio Berlusconi evitó por escaso margen que prosperara una nueva moción de censura, esta vez contra su subsecretario de Justicia, Giacomo Caliento, investigado por pertenecer a la logia secreta P3, especializada en amañar los nombramientos de los miembros del Consejo Superior de la Magistratura, de tribunales y de jueces. El subsecretario acusado obtuvo 299 votos de confianza y 229 en contra en la Cámara de Diputados. Pero la votación reflejó una nueva realidad parlamentaria: Berlusconi y su coalición, el Pueblo de la Libertad (PDL), han perdido la mayoría absoluta de la que gozaban desde su triunfo electoral en 2008. ¿La causa? La ruptura de Berlusconi con su hasta ahora aliado estratégico de coalición, Gianfranco Fini, con el que fundó el PDL. Fini, líder histórico de la postfascista Alianza Nacional, fue evolucionando con los años hacia posturas de derecha moderada y, como dirigente del PDL y ministro de Asuntos Exteriores, mostró en el último tiempo su malestar ante los escándalos personales más sonados de Il Cavaliere y trató de que no lo identificaran con él. Fini fue preparándose como alternativa a Berlusconi. Y la ruptura se produjo. Berlusconi lo terminó expulsando del PDL y Fini no tardó ni veinticuatro horas en constituir una nueva fuerza política, Futuro y Libertad, en la que rápidamente se aglutinaron 33 diputados pertenecientes al PDL. Los 33 votaron el jueves a favor de la moción de censura y el nuevo grupo político de derecha mantiene en el gobierno de Berlusconi no sólo a Fini sino también a otros tres ministros.

Es una crisis abierta. En el gobierno de coalición del PDL coexisten ahora esos cuatro ministros-opositores, con los ministros de la formación de Berlusconi, Fuerza Italia, y con los del único aliado fuerte que le queda a Il Cavaliere, los representantes de la separatista y xenófoba Liga Norte que dirige el imprevisible Umberto Bossi, con gran fuerza en el norte de Italia.

Años atrás, en 1994, fue precisamente la salida del gobierno de Berlusconi de Bossi y sus fieles de la Liga Norte lo que precipitó el derrumbe de Il Cavaliere. Bossi tiene ahora a Berlusconi en su manos, de él depende exclusivamente que caiga o que siga haciendo equilibrios y trucos como viene haciéndolo desde hace tres décadas. A sus 74 años, Berlusconi se considera indispensable para sacar a Italia de su crisis. Después del efímero gobierno de 1994, Il Cavaliere volvió al poder en 2001 y ganó también las elecciones de 2005, pero poco después su gobierno se derrumbaba por conflictos con algunos de sus aliados de coalición y el avance del centroizquierda en las elecciones legislativas.

Silvio Berlusconi logró triunfar nuevamente en 2008. El poderoso empresario, dueño de equipos de fútbol, de los principales medios de comunicación privados de su país y de una infinidad de empresas, es, como Giulio Andreotti, un verdadero mago.

Andreotti, siete veces primer ministro; ocho veces ministro de Defensa, cinco de Exteriores; líder máximo de la Democracia Cristiana, es, a sus 91 años, senador honorario. Il Divo o Belcebú, miembro en el pasado como Berlusconi de la ultraderechista logia P2, tampoco tuvo que ingresar nunca en la cárcel, a pesar de que sobre él cayeron gravísimas acusaciones de connivencia con destacados líderes de Cosa Nostra y de haber ordenado asesinar en 1979 al molesto periodista Mino Pecorelli.