¿Revolución en el mundo árabe?

La rebelión popular en Túnez que acabó con el régimen autocrático de Ben Alí parece estar reproduciéndose en la vecina Egipto, tras las violentas protestas populares contra el presidente Hosni Mubarak. Una perspectiva que, igualmente, parece ampliarse en el contexto magrebí con las protestas en Argelia e, incluso, hacia el área mediterránea, como son los casos de Albania y Líbano.

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La rebelión popular en Túnez que acabó con el régimen autocrático de Ben Alí parece estar reproduciéndose en la vecina Egipto, tras las violentas protestas populares contra el presidente Hosni Mubarak. Una perspectiva que, igualmente, parece ampliarse en el contexto magrebí con las protestas en Argelia e, incluso, hacia el área mediterránea, como son los casos de Albania y Líbano. El escenario actual afianza la posibilidad de que el mundo árabe esté a las puertas de una verdadera revolución democrática contra regímenes autocráticos, impulsadas bajo un contexto de crisis económica.

La chispa de la rebelión tunecina parece ampliarse al Norte de África y el área mediterránea. Mientras las protestas en Túnez no cesan al mismo tiempo que intenta conformarse un gobierno de transición viable, el pasado 25 de enero se vivieron fuertes enfrentamientos entre manifestantes y policías en Egipto, un país que acudirá a finales de 2011 a elecciones presidenciales donde el régimen autocrático de Hosni Mubarak, en el poder desde 1981, intentará perpetuarse en la figura de su hijo Gamel Mubarak.

Paralelamente, aunque bajo otra perspectiva, el Líbano también se sumerge en una peligrosa inestabilidad ante el nombramiento de un primer ministro perteneciente al partido islamista Hizbulah, lo cual obviamente está provocando fuertes reacciones internas y en EEUU, Israel y Europa, que acusan a este partido de “organización terrorista” con apoyo de Irán. Las protestas en las calles de Beirut ilustran un panorama de inestabilidad que puede romper el delicado equilibrio étnico y religioso de ese país.

La semana pasada, Albania vivió una serie de violentas protestas por parte de manifestantes descontentos por las medidas de alza en los precios de alimentos anunciadas por el presidente Sali Berisha, cuya popularidad comienza a caer en picado. Desde finales de 2010, Argelia también experimenta fuertes protestas por el encarecimiento de la vida, que están tomando un cariz político contra el régimen presidencialista de Abdelaziz Bouteflika.

Una “primavera” política en ciernes

Todo ello indica que el arco mediterráneo y del Magreb está en completa convulsión, con el ejemplo tunecino como referencia, manifestando al mismo tiempo un panorama complejo y preocupante a las puertas de Europa.

Aunque los ejemplos albanés y libanés están circunscritos a problemas internos, que pueden ser muy preocupantes para Occidente en las áreas balcánica y de Oriente Próximo, el contexto de crisis económica está dando paso a una serie de demandas democráticas en diversas sociedades árabes, especialmente al Norte de África, que puede anunciar escenarios de cambios políticos radicales.

Tanto como el ejemplo tunecino, el caso de Egipto resulta estratégicamente importante para Occidente, por constituir un aliado tradicional de EEUU en el mundo árabe y el Magreb, en especial en materia de lucha contra el yihadismo islamista y el terrorismo. Las protestas en El Cairo preocupan en Washington y en Europa, en especial ante la perspectiva de que el régimen de Mubarak siga el ejemplo de su vecino tunecino Ben Alí.

Para ello, la presidencia de Barack Obama ha intentando desmarcarse de su irrestricto apoyo a Mubarak, pidiendo al gobierno egipcio que no responda con violencia a las protestas y que atienda las demandas sociales de reformas políticas democráticas y de asistencia económica. Una perspectiva similar a la manifestada por Obama en su Discurso del Estado de la Nación del pasado martes 25, coincidiendo con las protestas en Egipto. En ese discurso, Obama saludó la “revolución democrática” en Túnez, un anuncio que seguramente no debió de agradar a Mubarak y las elites egipcias.

Las chispas de la revolución tunecina pueden arrojar escenarios importantes (y no menos incendiarios) en el Magreb y el mundo árabe. La semana pasada, el secretario general de la Liga Árabe, Amro Mussa, declaró en la localidad egipcia de Sharm el Sheik, que “la revolución tunecina no está lejos de nosotros (…) el ciudadano árabe ha entrado en una fase sin precedentes de rabia y frustración”. Un 65% de la población en los países árabes tiene menos de 30 años, los niveles de desempleo superan en muchos casos el 20-30% de la población económicamente activa. En determinados contextos, el autoritarismo oficial y la deficiencia de libertades políticas y de perspectivas de progreso profesional son factores que estimarían los niveles de frustración en las sociedades árabes.

Aleccionado por el ejemplo tunecino, las protestas en Egipto podrían provocar un táctico repliegue político por parte de Mubarak, a fin de ganar tiempo y contener las demandas de apertura y transparencia por parte de los partidos políticos opositores y, en especial, atajar a los movimientos islamista como la Hermandad Musulmana, sumamente popular en las clases populares y medias. No obstante, la reproducción del efecto tunecino en Egipto no parece garantizada: la sociedad egipcia no posee una clase media con notable nivel de instrucción como la existente en Túnez, mientras la libertad de prensa está más desarrollada en Egipto.

Lo que sí parece imparable es el impacto de las nuevas tecnologías de la información en el Magreb como catalizadores de las protestas y el descontento social,  especialmente a través de las redes sociales como Twitter. En Túnez, más de cuatro millones de usuarios a Internet en un país de poco más de 10 millones de habitantes, lograron movilizar las protestas y provocar la caída de un régimen autocrático. En Egipto puede suceder igual, de allí la inmediata supresión del servicio de Twitter por parte de las autoridades egipcias una vez comenzaran las protestas.

Resta vez si la perspectiva de revolución democrática en el Magreb termine expandiéndose hacia Argelia, Libia o Marruecos, así como en el contexto de Oriente Próximo, como Yemen, Mauritania, Jordania o incluso Palestina. El contexto de crisis económica, desempleo y frustración amenazan con un contagio regional y una crisis de estabilidad sumamente preocupante para Occidente, cómplice de estos regímenes autocráticos a través de una visión geopolítica y estratégica que parece ir derrumbándose poco a poco.

La “Intifada” tunecina ha cambiado la atmósfera política en el mundo árabe y mediterráneo, lo cual obligará a la Unión Europea y EEUU ha modificar substancialmente sus pautas de relación con un mundo árabe en cambio político. El ciudadano común árabe sigue acusando a Occidente de complicidad con sus autocráticos regímenes, una perspectiva que obligará irremediablemente a atender las demandas de cambio que piden estas sociedades. Es posible que la “primavera árabe” esté anunciando una verdadera revolución democrática, aunque sus resultados parecen inciertos a mediano y largo plazo.