Timor vuelve a nacer

Ha sido una tragedia irreversible, como irreversible es también el resultado del referéndum por la independencia que a pesar de las presiones y amenazas de las milicias proindonesias ha ofrecido un resultado que no deja lugar a dudas: con o sin la prometida autonomía, la mayoría de los habitantes de Timor-Este no desean la dependencia de Yakarta y exigen el restablecimiento de su soberanía.

La isla de Timor fue descubierta por los portugueses en el año 1420, aunque la parte occidental sería colonizada por los holandeses (1613-18). La frontera entre la parte holandesa (occidental) y la portuguesa (oriental) se estableció, tras largas y reiteradas guerras durante el siglo XVIII, en diversos tratados (1859, 1893 y 1904). En 1942, la isla fue ocupada por los japoneses; una vez finalizada la II Guerra Mundial, la parte holandesa se incorporó a Indonesia (1954) mientras que la parte oriental permaneció bajo dominio de Lisboa y formando parte de sus provincias de ultramar. Nos referimos a un territorio de una extensión aproximada de 19.000 km2 y en los que se han de incluir la isla de Atauro, el islote de Jaco y el enclave de Oé-Cusse, en la parte occidental de la isla de Timor.

Ya en vísperas de la jornada plebiscitaria, la población maubere percibía esa sensación contradictoria de gran inquietud y de esperanza. Nunca tan cerca habían estado de recuperar aquella libertad que un día de noviembre de 1975 proclamara unilateralmente Nicolás dos Reis Lobato, en un intento desesperado por evitar lo inevitable. En la euforia de la Revolución de Abril, Portugal se retiraba apresuradamente de sus colonias dejando a su paso un peligroso vacío de poder. Indonesia estaba al acecho. La República Democrática de Timor Lorosae duró nueve días y el “presidente” Lobato moría unos años más tarde, caído en acción de combate con las tropas de Suharto. La invasión de Timor-Este por parte de Indonesia y la posterior anexión, declarada en junio de 1976 por una Asamblea ad hoc nunca fue reconocida por el Comité de Descolonización de Naciones Unidas. Según la legalidad internacional, Portugal es, formalmente, la potencia colonial y administradora del territorio. El llamado Comité de los 24 no dudó jamás en incluir a Timor Oriental entre los territorios no autónomos cuya población era titular del derecho de autodeterminación reconocido por la Resolución 1514 (XV) de la Asamblea General.

La inquietud era producto del clima de intimidación propiciado por las milicias proindonesias que con el beneplácito del ejército y de la policía, sembraban el terror entre la población para impedir el libre ejercicio del derecho de sufragio, boicotear la consulta y, en último término, obtener un resultado favorable a las tesis de Yakarta que aún soñaba con prolongar su ocupación con el consentimiento de una población a la que no ha cesado de reprimir brutalmente desde el primer día de la invasión. El comportamiento de Indonesia en esta despedida no debe sorprender a nadie ya que es plenamente coherente con esa trayectoria de brutalidad y sistemática violación de los derectos humanos que algunos no dudan en calificar de genocidio. A todos aquellos que prefieren ensalzar las inversiones y los relativos progresos materiales auspiciados por Yakarta conviene recordarles las denuncias efectuadas por organizaciones humanitarias que hablan de un tercio de la población nativa masacrada. No se comprende la condena de los deseos de libertad de los mauberes porque, dicen algunos, la independencia los hará más pobres, mientras, por ejemplo, se alientan las aspiraciones a la secesión de un Tíbet que sin China podría también retroceder varias décadas en su progreso material.

Argumentaba el hongkonés Timothy Mo que la motivación esencial del expansionismo indonesio en Timor radicaba en el hecho de que cerca de su costa existe un canal de aguas profundas (uno de los tres existentes en todo el archipiélago) que permite el paso de un submarino nuclear. El miedo estadounidense a que un gobierno de izquierdas en Díli controlase esta vía precipitaría la intervención de Yakarta nueve días después de la espantada portuguesa. Pero hoy esas cuentas no vienen al caso. La guerra fría es historia, la militancia proindependentista no aspira al paraíso sino a más libertad, democracia y bienestar, e incluso Indonesia vive un esperanzador proceso democratizador.

El papel de la ONU

Uno quisiera tener la oportunidad de felicitar a Naciones Unidas por el empeño mostrado en la búsqueda de una solución política negociada para el conflicto de Timor-Este. Tantas veces inclinada al servicio de los intereses de las grandes potencias, algo parecía colarse ahora para transformar las buenas intenciones en algo más que palabras. El compromiso alcanzado con la mediación de Ian Martin, representante especial de Kofi Annan, con Indonesia y Portugal demostraba que era factible desbloquear pacíficamente contenciosos históricos que hasta entonces no ofrecían más alternativa que su autoreproducción violenta. Todo un ensayo esperanzador para otras desavenencias semejantes, alguna tan próxima para todos nosotros como la que enfrenta a Marruecos y al Frente Polisario, y todo un activo para reforzar y dignificar el papel de una ONU clara e intencionadamente desubicada en el nuevo contexto internacional.

Bien es verdad que el drama que actualmente viven miles de personas en Timor, no deja espacios para la satisfacción, pero, aún asi, es necesario tener en cuenta que antes de culpabilizar a Naciones Unidas de la tragedia, deberiamos recordar que su marco de actuación es extremadamente limitado. Los sucesos acaecidos en Timor-Lorosae no evidencian la inutilidad e inoperancia de la ONU, sino que ponen de manifesto que necesitamos más ONU, con más poder, mayor autonomía y capacidad real de intervención, facultades que le son negadas por las grandes potencias y por Estados Unidos, aún su principal deudor, en primer lugar. Ha pasado bastante tiempo desde que se evidenció la necesidad de desarrollar el capitulo VII de la Carta de San Francisco en el que se contempla la posibilidad de situar contingentes militares permanentes a disposición del Consejo de Seguridad para llevar adelante acciones coercitivas internacionales. Pero la estrategia de Washington y sus aliados consiste en debilitar el papel de Naciones Unidas, reducir costes, atarla en corto, aflojar su capacidad política y reconvertirla en una mera agencia samaritana.

Durante las dos semanas que siguieron al referéndum, la violencia desatada se concentró en las casas usadas por los miembros de la misión de UNAMET y los proindependentistas. Numerosos bienes fueron destruidos. Miles de personas fueron obligadas a abandonar sus hogares para refugiarse en las montañas en una operación de limpieza étnica que nada tiene que envidiar a las llevadas a cabo en los Balcanes. Mientras, en Yakarta, el Presidente B.J. Habibie negaba la evidencia y se resistía a autorizar el envio de una fuerza internacional de paz, según algunos, por las presiones del hombre fuerte del país, el general Wiranto.

Finalmente, la presión internacional, la movilización de esa masa crítica universal que se siente indignada ante la pasividad de algunos gobiernos y las diferentes varas de medir utilizadas según que intereses se hallen en juego, doblegó la inicial resistencia del gobierno indonesio. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, adoptó la Resolución 1264, que autoriza el uso de la fuerza multinacional para proteger y apoyar a la Misión de Naciones Unidas en Timor Oriental y a facilitar asistencia humanitaria en el territorio. El secretario general debe preparar una administración transitoria de las Naciones Unidas en Timor Oriental, incorporando la operación de mantenimiento de paz, que será desplegada para hacer cumplir los resultados del referéndum del 30 de agosto.

La misión ha quedado bajo mando de Australia y serán soldados de este país los principales integrantes del contingente. Sidney se coloca asi en una posición ventajosa para asegurarse un papel en la gestión de la transición a la independencia. Conviene tener presente que Australia e Indonesia firmaron en 1989 un tratado internacional dirigido a la explotación conjunta de la falla de Timor, rica en yacimientos petrolíferos y que forma parte de la plataforma continental del territorio de Timor.

Ahora, el regreso de los refugiados y la retirada de las tropas indonesias son asuntos vitales para normalizar la vida política de Timor Este. La desmilitarización de la isla debe ser objeto de atención prioritaria. Bien es verdad que puede chocar con los intereses de los colonos y de aquellas unidades militares más implicadas en una lucha contra la “insurgencia” que les reporta considerables beneficios económicos, pero es condición necesaria para detener y entregar a la justicia a los responsables de tanta violencia.

Bueno será que en la construcción de la paz la comunidad internacional demuestre una mayor generosidad y rapidez de la que hecho gala para evitar una tragedia largamente anunciada.