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G8: La frustración china

 Hu Jintao e Liu Yongqing, clic para aumentar
El terrorismo, esta vez en Londres, ha eclipsado de nuevo la acción de la diplomacia china, repleta de gestos inmediatos para acreditar su emergencia pacífica en la escena internacional. A sus intereses en la cumbre del G8 y esa reclamación del Grupo de Shanghai se debe sumar también el ejercicio conjunto a realizar con Rusia en aguas del Mar Amarillo el mes próximo, de gran valor simbólico, tanto por lo que supone de superación de las viejas enemistades como por la demostración de la aparente solidez del nuevo idilio con Moscú, con el que trata de imponer un contrapeso a las presiones de orden monetario y comercial ejercidas por EEUU y Europa. (Foto: Hu Jintao y su esposa Liu Yongqing en el momento de su llegada a Escocia para asistir a la cumbre del G8 en Gleneagles, el 6 de julio de 2005).
 

Hu Jintao ha regresado a Beijing con la sensación de no haber estado en Gleneagles. Su participación, por segunda vez, en una cumbre del G8, debía evidenciar ante el mundo la creciente importancia de China y su comercio, en un momento en que los roces con los países desarrollados son cada vez más pronunciados. El debate acerca de la tasa de cambio del renminbi, la moneda china, expresaría la reconocida influencia de Beijing en el rumbo de la economía mundial. Este era uno de los temas estrella en esta cumbre y que legitimaba no sólo su asistencia a Escocia, sino su liderazgo entre el grupo de países en vías de desarrollo que habían sido invitados y a quienes China trata de asociar a su innovador impulso de la cooperación Sur-Sur, en especial, a través de sus renovadas relaciones con América Latina.

Pero una vez más, el terrorismo, con toda su desgarradora intensidad, se ha cruzado en su camino, no sólo para opacar, lógicamente, los principales temas de la agenda de la cumbre, sino también, previsiblemente, para dificultar y congelar algunas reivindicaciones importantes, previamente consensuadas con Rusia, y que aspiraban a pasar página de algunos efectos del 11S.

En una gira previa a la cumbre, Hu Jintao y los líderes de los países miembros de la Organización para la Cooperación de Shanghai (OCS), que incluye a Rusia y cuatro países de Asia Central, habían acordado el pasado 5 de julio, reclamar a EEUU la fijación de una fecha límite para ordenar la retirada de sus tropas estacionadas en la región e incentivar la cooperación militar entre estos países, multiplicando las acciones conjuntas en materia de seguridad y defensa.

La permanencia estadounidense en la región se ha justificado en la necesidad de preservar la lucha antiterrorista, pero es contemplada por Moscú y Beijing como una seria amenaza a sus intereses geopolíticos y estratégicos, vinculando dicha presencia con el aumento de las recientes tensiones en toda la zona.

El compromiso entre Rusia y China se canaliza a través de esta organización, la primera de signo multilateral que se ha creado a instancias de Beijing, en lo que constituye todo un signo de su voluntad de implicarse en la gestión de los asuntos regionales y mundiales, pues de ello va a depender no solo su nivel de influencia en términos abstractos sino también el futuro del proceso de modernización en curso.

El terrorismo, esta vez en Londres, ha eclipsado de nuevo la acción de la diplomacia china, repleta de gestos inmediatos para acreditar su emergencia pacífica en la escena internacional. A sus intereses en la cumbre del G8 y esa reclamación del Grupo de Shanghai se debe sumar también el ejercicio conjunto a realizar con Rusia en aguas del Mar Amarillo el mes próximo, de gran valor simbólico, tanto por lo que supone de superación de las viejas enemistades como por la demostración de la aparente solidez del nuevo idilio con Moscú, con el que trata de imponer un contrapeso a las presiones de orden monetario y comercial ejercidas por EEUU y Europa.

A raíz del 11S, la estrategia de la diplomacia china en Asia Central y Rusia experimentó un retroceso importante que años después intenta relanzar. Y otra vez el terrorismo, puede imponerle una nueva cuarentena.