Xiaogang cabalga de nuevo

Paisaje rural el Anhui, clic para aumentar
El pasado 23 de abril, después de la reunión de la Asamblea Popular Nacional, un grupo de campesinos de la provincia de Xiaogang, Anhui, al oeste de Shanghai, firmaron un acuerdo por el cual arrendaban por veinte años un lote de “su” tierra a una cooperativa de desarrollo, financiada por una compañía de Shanghai dedicada a la cría de aves de corral y de cerdos. En total, explotará 13,3 hectáreas de tierra, a través de la cesión del uso, no de la propiedad que sigue siendo estatal en todo el país, con una renta anual de 500 yuanes por 0,06 ha (unos 50 euros), y un salario de 600 yuanes al mes para aquellos que se decidan a trabajar en sus instalaciones. (Foto: Vista de una zona rural en la provincia de Anhui).
 

En la última reunión del legislativo chino, celebrada en marzo pasado, muchos esperaban que resultase aprobada la regulación de la propiedad privada, lo que supondría un nuevo paso adelante en la reforma. No obstante, el encuentro terminó con la propuesta de un nuevo agro “socialista” y las invocaciones de Wen Jiabao, el primer ministro, en la rueda de prensa final, a la continuidad del proceso, sin miedos y sin pasos atrás. Al mismo tiempo, Hu Jintao, el presidente y secretario general del Partido Comunista Chino, completaba su ritual de aproximación a los lugares simbólicos del maoísmo con un nuevo llamamiento contra la corrupción y la promulgación de sus “ocho honores y deshonores”, el nuevo código ético de los comunistas chinos.

Hace unos años, Jiang Zemin lanzó la consigna de la conquista del Oeste, con la que pretendía simbolizar la importancia de corregir los visibles y notables desequilibrios que amenazan una China fragmentada entre la costa y el interior. Su sucesor, Hu Jintao, invoca el regreso al campo, donde se inició la reforma a principios de la década de los años 80, para llamar la atención sobre la necesidad de corregir los desequilibrios sociales que amenazan ahora la estabilidad del proceso chino. El frenazo a la regulación de la propiedad privada es inseparable de ese análisis. A nadie escapa que abriendo esa posibilidad de iure, las desigualdades actuales no sólo no se corregirían, sino que se acrecentarían agravando las tensiones, tal y como ya sucede en muchos lugares donde las expropiaciones de facto de la tierra en beneficio de empresas y autoridades y en perjuicio de los campesinos, titulares del usufructo pero no de la propiedad, aún en manos del Estado, provoca enfrentamientos cada vez más difíciles de gestionar. Modificar la estructura de la propiedad sin mejorar la situación en el campo podría resultar demasiado peligroso para la estabilidad social. ¿Se demorará hasta después de 2010 esa regulación? Los efectos de la nueva política de inversiones en el medio rural no producirán resultados inmediatos. Este puede ser el gran tema a analizar por los dirigentes chinos en Beidahe en el próximo verano y la principal discusión en la sesión de otoño del Comité Central: ¿acelerar el paso o aminorar la marcha?

El proyecto de ley sobre la propiedad privada se encuentra en discusión desde hace ocho años, cuando un equipo de nueve juristas fue encargado de la redacción de una proposición de ley de derechos reales. La regulación de la propiedad privada es el paso que debe completar la rehabilitación iniciada con la reforma constitucional de 1999, que estableció idéntica protección para la economía individual, privada y otras economías no públicas. Posteriormente, el 14 de marzo de 2004, la Constitución pormenorizó en la protección de los bienes privados. Para el profesor de la Universidad de Beijing, Gong Xiantian, el texto que se propone es contrario a la Constitución, ya que “intenta reemplazar el principio según el cual la propiedad socialista es sagrada e inviolable, por otro según el cual la propiedad privada es sagrada e inviolable”. Resucitando el debate ideológico enterrado por Deng (un gato, blanco o negro que más da, si caza ratones), este profesor añade que una ley sobre la propiedad o es socialista o es capitalista, no hay vía intermedia y reclama una definición explícita del rumbo socialista en esta materia. Zuo Dapei, economista de la Academia de Ciencias Sociales, considera, por su parte, que el proyecto vendría a legitimar las apropiaciones ilegales de bienes públicos, registradas a partir de 1992, en perjuicio de las empresas estatales y en beneficio de los oficiales del Partido y de los potentados locales, cuyas actuaciones fraudulentas y delictivas lograrían “blanquear”. Yin Tian, profesor de derecho civil y mercantil en la Universidad de Beijing, considera, por el contrario, que ya no existe una jerarquía de propiedades ni puede sostenerse. Con sentido práctico, otros opinan que la propiedad privada es un hecho y una consecuencia directa de la economía de mercado y, por lo tanto, de una o de otra forma, se debe regular, evitando contraponer unas propiedades a otras.

El pasado 23 de abril, después de la reunión de la Asamblea Popular Nacional, un grupo de campesinos de la provincia de Xiaogang, Anhui, al oeste de Shanghai, firmaron un acuerdo por el cual arrendaban por veinte años un lote de “su” tierra a una cooperativa de desarrollo, financiada por una compañía de Shanghai dedicada a la cría de aves de corral y de cerdos. En total, explotará 13,3 hectáreas de tierra, a través de la cesión del uso, no de la propiedad que sigue siendo estatal en todo el país, con una renta anual de 500 yuanes por 0,06 ha (unos 50 euros), y un salario de 600 yuanes al mes para aquellos que se decidan a trabajar en sus instalaciones.

La iniciativa es nueva y trae el recuerdo de la transformación iniciada en noviembre de 1978, también en Xiaogang, cuando los campesinos decidieron repartirse, secretamente, lotes de tierra comunal entre las respectivas familias, introduciendo, de hecho y desde abajo, lo que se llamaría después el sistema de responsabilidad familiar, que iniciaría la transformación en el campo y la política de reformas. Deng Xiaoping aprobó entonces esa acción e hizo de Xiaogang el modelo a seguir. Por el momento, los dirigentes del partido toleran ““si no auspician”“ la iniciativa, auscultada por unos y por otros, por su potencial para transformar las estructuras agrícolas ““y no solo-, tocando la sensible fibra de la propiedad, asunto que hoy genera un gran debate en los ámbitos del poder y sus aledaños. Paradójicamente, el llamado nuevo agro socialista podría convertirse en la piedra de toque que acabe de des-socializar el campo chino, llevando la reforma más allá de su última frontera.

Xulio Ríos (Argenpress, 25/05/2006; Altermundo.org25/05/2006)