Una prueba de fuego

China tiene en sus manos la llave de la paz en la península coreana. Pero lo cierto es que no lo tiene nada fácil con Pyongyang. Sus muchos intentos realizados hasta la fecha para revitalizar el diálogo hexagonal, suspendido desde hace casi dos años, han fracasado, y pese a las múltiples gestiones promovidas desde Beijing, Corea del Norte ha hecho gala siempre de una extraña seguridad que le invita a ir por libre y a su aire, desoyendo los consejos de su poderoso vecino. Pese a todo, China ha mantenido y reforzado las ayudas que garantizan la supervivencia de Kim Jong-il y su tropa, pareciendo temer más el desplome del régimen que la proliferación nuclear o cualquier otro contencioso, como el actual, que pudiera asomar en el horizonte. La proximidad geográfica y la connivencia política junto a la inquietud que suscita la desestabilización en la península moderan cualquier desentendimiento.

El caso de la corbeta Cheonan invitar a pensar en represalias de compleja graduación y hace saltar por los aires cualquier estrategia de reanudación del diálogo bilateral y multilateral. Pero China ha seguido ofreciendo garantías a Pyongyang, en especial el aumento de su ayuda económica. Hoy día es China quien garantiza el 90% de la energía, el 80% de los bienes de consumo corriente y el 45% de los productos alimenticios que consume Corea del Norte.

La nueva crisis quizás pueda permitir a Kim Jong-il cerrar filas en torno a una sucesión incierta, pero pone a China en una situación, una vez más, en extremo delicada. De nada ha servido que Beijing respaldara en su día la resolución 1874 del Consejo de Seguridad, que incluso contemplaba el uso de la fuerza, decisión atemperada con actitudes tibias y cómplices posteriores, más acordes con su tradicional posicionamiento.

Y es que China tiene dificil modificar el tono conciliador que habitualmente usa en relación a Pyongyang. Ello obedece a la necesidad de evitar la implosión del régimen y la ruptura de los equilibrios estratégicos que imperan en la península. Pero la efectividad de su conducta, que da alas a la imprevisibilidad norcoreana, es cada día más cuestionada.

El primer ministro Wen Jiabao visitará Seúl. El líder chino compensará así la recepción dispensada el pasado 4 de mayo al líder norcoreano (dada a conocer oficialmente a posteriori) y recibirá explicaciones detalladas respecto a la implicación norcoreana en el incidente del hundimiento del buque de guerra. Seúl también espera gestos de China que rompan con una parcialidad que no es de su agrado.

¿Aceptará China el papel de gendarme en Asia oriental implicándose a fondo en la solución de la controversia? La estabilidad en la península y la paz en Asia oriental es una prueba de fuego para afirmar su liderazgo regional y global.