La presunta in-oportunidad de una venta

El pasado 21 de septiembre, la Administración Obama informó al Congreso de la autorización de una nueva venta de armas a Taiwán por valor de casi seis millones de dólares que permitirá a Taipei la puesta al día de su obsoleta flota de aviones caza F-16A/B. Washington descarta la venta de otros caza más modernos, los F-16 C/D, a pesar de las críticas republicanas que le acusan de “abandonar a un valioso aliado”. Taipei se ha apresurado a “agradecer” a EEUU la decisión, pese a que no colma del todo sus expectativas.

Este tipo de operaciones siempre han caldeado las relaciones entre China continental y EEUU. Beijing insiste en que todo lo relacionado con Taiwán forma parte de sus “intereses centrales”. China rompió sus relaciones militares con EEUU en enero de 2010 en señal de protesta por otro acuerdo similar por valor de 6.400 millones de dólares y que incluía la entrega de misiles Patriot, helicópteros Black Hawk y equipamientos para la flota de F-16. Pero se reanudaron a finales del mismo año.

¿Qué puede hacer China ahora? Algunas voces reclaman una guerra sin cuartel en el frente económico o la reducción de la cartera de bonos del tesoro estadounidense, pero lo más probable es que ambas partes se esfuercen por pasar pronto la página de los reproches verbales para concentrarse en otros asuntos prioritarios de las relaciones bilaterales. Es seguro que habrá contramedidas pero serán de inferior nivel práctico a las adoptadas en 2010. A fin de cuentas, China es consciente de que las capacidades añadidas por esta venta a la defensa de Taiwán no suponen un singular quebranto del equilibrio en la zona y que el arreglo del problema de Taiwán exige la profundización de los intercambios en otros órdenes hasta hacer menos relevantes las cuestiones de seguridad porque la confianza entre ambas partes ha mejorado.

No es probable tampoco que Beijing pase factura a Taipei por una decisión que resulta de una demanda formulada en 2007 (durante el mandato de Chen Shui-bian) aunque continuada por Ma y el KMT. A fin de cuentas, la decisión de Obama viene a reforzar las expectativas electorales de Ma Ying-jeou, el candidato menos temido y preferido por Beijing, cuya victoria es indispensable para proseguir la senda de la normalización de las relaciones a través del estrecho de Taiwán.

Según datos oficiales, durante los últimos tres años, el gobierno taiwanés ha dedicado un promedio de 5.200 millones de dólares a la adquisición de armas, en comparación con el promedio anual de 1.350 millones del mandato del presidente Lee Teng-hui o el de 1.050 millones de dólares de Chen Shui-bian. Ma quiere así protegerse de aquellas críticas que le acusan de rebajar la seguridad en aras del entendimiento con Beijing.

A menos de tres meses de las decisivas elecciones legislativas y presidenciales del próximo 14 de enero en Taiwán, el anuncio de Obama podría entenderse también como expresión de una preferencia política por la renovación del mandato del KMT, una convicción reforzada tras la reciente visita de Tsai Ing-wen, candidata del PDP, a Washington para recabar apoyos para su campaña y que no ha servido para infundir tranquilidad en aquellos sectores que vivieron el mandato de Chen (2000-2008) como una experiencia negativa.

El presidente Obama habrá tenido en cuenta en su decisión no solo la importancia de mantener cierto equilibrio defensivo en el Estrecho, apoyar a un país democrático, garantizar una participación política y militar en la zona o preservar el empleo en las fábricas de Lockheed Martin. Pero al margen de las tensiones verbales del momento, a la larga, su decisión trivializa uno de los argumentos más valiosos de la oposición a Ma y refuerza su ventaja electoral. Lo que viene muy bien a los intereses últimos de Beijing.