China: la reforma llega al sector financiero

Con el relevo generacional que encabeza Hu Jintao, la reforma china, a un cuarto de siglo de su inicio, parece haber entrado en una nueva etapa, tanto en lo político como en lo económico. En la próxima primavera, una reforma constitucional que afectará a 14 artículos introducirá en su Carta Magna, un texto que se remonta a 1954, nuevos conceptos, entre los que cabe significar no solo la triple representación, del gusto de Jiang Zemin, el anterior jefe del Estado, sino también otros de gran significación política, como los derechos humanos o, gran novedad, la protección sin ambigüedades de la propiedad privada.

El XVI Congreso del Partido Comunista, celebrado en noviembre de 2002, dejó establecida la protección de todos los ingresos legítimos, procedan o no del trabajo. Pero en el articulo 12 de la Constitución no se menciona la propiedad privada (se dice que la propiedad pública del socialismo es sagrada e inviolable). Por su parte, el artículo 13 protege la propiedad de ingresos, depósitos, casas y otras propiedades, pero no menciona los medios de producción. Ahí está el nuevo salto, cuyas motivaciones más prácticas guardan relación con un problema que empieza a preocupar seriamente a las autoridades chinas: la inseguridad respecto a la propiedad provoca que lo evadido del país equivalga ya a lo invertido.

Dichos cambios, en apariencia formales, definen un nuevo contexto general que debe ser apreciado en sus justos términos para comprender el profundo calado de las transformaciones en curso.

Liquidación del monopolio estatal

La mayor novedad en lo económico afecta al impulso de políticas que ponen fin al monopolio estatal en sectores importantes como los servicios públicos o el sector financiero. Wen Jiabao, el primer ministro chino, declaraba a The Washington Post en los primeros días del nuevo año, que China acelerará su reforma financiera, tanto en lo que afecta al mecanismo de formación de la tasa de cambio del reminbi, la moneda nacional, como a la modernización de las instituciones del sector.

El Banco Comercial de China, el Banco Agrícola de China, el Banco de China y el Banco de Construcción de China son las cuatro entidades financieras de capital exclusivamente chino y de propiedad estatal. Estos cuatro bancos forman el cuerpo principal del sector bancario. Sus activos globales representan casi el 60% de los activos bancarios del país, pero debido a su deficiente administración y atraso en los servicios y estructura del negocio, más del 21% de sus créditos son fallidos, frente a un 4% que registran los bancos extranjeros establecidos en el país. El gobierno chino se ha cuidado de anunciar esta semana que los beneficios del Banco de Construcción de China alcanzaron la cifra de 6.200 millones de dólares en 2003, lo que supone un incremento del 34 % en relación al ejercicio anterior, con una reducción de impagados de 11 mil millones de dólares. Todo lo cual tranquiliza a pocos.

Esa simple radiografía da cuenta del momento arriesgado que atraviesa el sector financiero en la economía de mayor crecimiento del mundo, sobre todo si tomamos en consideración que dentro de tres años este mercado debe quedar completamente abierto a las instituciones financieras de capital foráneo. Los bancos comerciales de propiedad estatal y capital exclusivamente chino no lo van a tener fácil para hacer frente a la competencia internacional.

La reforma experimental puesta en marcha, asegura Yi Xianrong, doctor del Instituto de Investigaciones Financieras de la Academia China de Ciencias Sociales, tiene por finalidad la transformación de estas entidades en auténticos bancos comerciales, que funcionen conforme a los principios del mercado y sin que el gobierno los administre. El gobierno, que ha decidido experimentar la reforma y modernización con dos de los cuatro bancos principales, el Banco de China y el Banco de Construcción de China, ha asignado, a partes iguales, un total de 45 mil millones de dólares de divisas como fondo suplementario para equilibrar el elevado porcentaje de créditos fallidos y mejorar su fondo principal, reformando su sistema de acciones, que pasarán a cotizarse en bolsa y podrán ser adquiridas por inversores nacionales y extranjeros. Además, el gobierno ha decidido crear la Corporación Inversionista Central Huijin SA que debe orientar el proceso de inversión pública y privatización, y supervisar la reforma en los bancos piloto a fin de garantizar su debida ejecución.

La transferencia de tan elevado monto, asegura Zhong Wei, director del Centro de Investigación Financiera de la Universidad Pedagógica de Beijing, no pondrá en riesgo ningún mercado financiero, nacional o internacional, ya que, incluso después de su realización, las reservas de divisas de China sumaban a finales de 2003, la cifra de 403.200 millones de dólares. Las inversiones extranjeras en 2003 ascendieron a 53.500 millones de dólares.

En 1991 nació el primer banco chino que ha cotizado en bolsa, el Banco de Desarrollo de Shenzhen, ciudad pionera en el proceso de reforma y apertura del país y líder en la liquidación del monopolio estatal en numerosos ámbitos, entre ellos, los servicios públicos esenciales. Desde entonces le han secundado otros cuatro bancos menores. Esa experiencia puede ser de utilidad ahora que el sector financiero chino apuesta así por una modernización gradual de sus estructuras, una opción que tan buenos resultados ha producido en otros sectores de la economía. Esa transformación gradual no se detendrá en la banca, sino que seguirá su curso en el mercado de valores o de seguros. La reforma tiene esa virtud: nunca se agota.