Falun Gong inquieta a China

Cuando la “polución” espiritual viene de dentro

El pasado 20 de Marzo, en Ginebra, mientras en la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas se discutía la siempre controvertida situación de China en esta materia, varios cientos de miembros de Falun Gong se manifestaban en las afueras del recinto. A donde quiera que vaya su diplomacia, la sombra de Falun Gong le persigue más que ninguna otra. Pero las protestas contra la represión de esta secta o movimiento pseudorreligioso también se producen en el interior del país y ello preocupa aún más a las autoridades de Beijing, sorprendida por la emergencia de un rival con el que, probablemente, no contaban y que ofrece un nivel de solidez y resistencia difícil de vencer.

La existencia de Falun Gong adquirió la magnitud de un delicado problema político cuando el domingo 25 de abril de 1999, más de diez mil seguidores se concentraban en silencio frente a las murallas de Zhongnanhai, sede del Gobierno y de los órganos centrales del Partido Comunista, para exigir el cese de las críticas y del acoso contra su movimiento. Nada igual se había visto en la capital desde las manifestaciones estudiantiles de 1989.

El pistoletazo de salida de la nueva ofensiva estratégica de los dirigentes chinos contra este movimiento se había producido unas semanas antes, en la ciudad de Tianjin, bien conocida de los inversores españoles en el Imperio de Oriente. He Zuoma, un especialista en ciencias ocultas de la Academia de Ciencias, había publicado diversas tribunas en la prensa local, especialmente en los medios de la Universidad Pedagógica de Tianjin, criticando la práctica del llamado qi gong entre los jóvenes. La reacción de protesta de quienes se dieron por aludidos fue inmediata y, según fuentes oficiales, congregó a varios miles de manifestantes.

Hasta entonces, frente a esporádicos episodios de carácter beligerante, la tolerancia e incluso la comprensión, cuando no la complicidad, habían sido la norma. Bien es verdad que el grupo de Falun Gong nunca ha tenido una existencia estrictamente legal en China, pero en 1998, por ejemplo, la Televisión Central llegó a emitir algún reportaje favorable a esta práctica, después incluso de haberse producido una importante concentración de protesta en sus inmediaciones para exigir una mayor objetividad en el tratamiento de las informaciones relativas al movimiento.

La exhibición de fuerza de abril y la visible presencia entre los congregados de cuadros dirigentes de nivel medio y militares, obligó al Partido Comunista de China (PCCh) a tomarse más en serio el problema. No conviene olvidar que el año 1999 estaba repleto de conmemoraciones simbólicas en el calendario político, algunas ciertamente dificiles (los diez años de la represión estudiantil en Tiannanmen) y otras más dichosas (cincuenta años del triunfo de la Revolución, o la devolución de Macao que culminaría la unificación continental). A los dirigentes chinos comenzó a preocuparles la irrupción de estas protestas en medio de los festejos, habida cuenta de su probada capacidad de convocatoria y también de su elevado nivel de organización, que hacía posible el éxito de las concentraciones locales, sin aparato movilizador visible, llegando incluso a coordinar y sincronizar la protesta en varias ciudades del país de forma conjunta.

Para manifestarse, los seguidores de Falun Gong han elegido siempre determinados acontecimientos (visita de Kofi Annan a Beijing en noviembre pasado, por ejemplo) o celebraciones (la última, con motivo del Nuevo Año lunar, el pasado cinco de febrero) para asegurar la mayor transcendencia pública, local e internacional, de sus acciones, pero también la mayor dificultad en la represión.

En paralelo al proceso de condena pública y de ilegalización formal y expresa del movimiento, comenzó el imparable goteo de detenciones y procesos. Fuentes de organizaciones humanitarias hablan ya de entre 6.000 y 10.000 seguidores detenidos en varias ciudades. Muchos de ellos han sido procesados y condenados a penas de prisión de entre dos y trece años; otros fueron enviados a campos de trabajo. Varios millares de miembros del Partido han sido conminados a realizar cursos de reeducación para recuperar la confianza política del régimen. Especialmente ejemplar ha sido la condena de cuatro dirigentes de la secta, impuesta por un Tribunal Popular de Beijing. La sentencia tiene una doble particularidad. De una parte, los cuatro procesados eran miembros del Partido y uno de ellos, Ji Liewu, fue incluso ayudante de Deng Xiaoping. Por otra, el procesamiento se ha basado en la acusación de revelación de secretos de Estado con el evidente propósito de endurecer las penas.

Esta sentencia revela, pues, la determinación de las autoridades chinas para reprimir severamente este movimiento y, sobre todo, su firme empeño por recuperar el control ideológico en el seno del Partido enviando un claro mensaje a todos sus militantes. En la base social de Falun Gong, formada en su mayor parte por mujeres y personas de edad avanzada (no asi de intelectuales, estudiantes o trabajadores) destaca la fuerte presencia de cuadros medios del Partido, del Ejército e incluso de los servicios de seguridad. El Diario de la Liberación, órgano oficial del Ejército, lleva buena parte del peso de la campaña gubernamental haciendo hincapié no solo en la equiparación de Falun Gong con una superstición especialmente dañina, sino acusándole también de socavar la estabilidad social.

El 22 de julio culminaba el proceso de ilegalización. Unos meses más tarde, en octubre, la medida sería confirmada por una decisión del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional, el legislativo chino. Para justificar tanta firmeza, en un editorial del Renmin Ribao (Diario del Pueblo), órgano oficial del PCCh, se acusa a Falun Gong de ser una organización no ya ilegal, sino “herética”, que persigue la conquista del poder y que es responsable de haber provocado la muerte de más de mil personas. Para el PCCh, Falun Gong es comparable a los davidianos de David Koresh o a la secta de la Verdad Suprema de Shoko Asahara (responsable del ataque con gas sarín en el metro de Tokio en marzo de 1995). Mientras tanto, no solo en Taiwán, sino también en Hong Kong o en Macao, es decir, ahora ya en la propia China, muy lejos de esta histeria, los seguidores de Falun Gong continuaban desarrollando libremente sus prácticas y ejercicios.

¿Que es Falun Gong?

Creado en 1992 por Li Hongzhi, Falun Gong representa para algunos una mezcla de religiones daoísta y budista (el confucianismo no está presente en sus bases filosóficas) que persigue únicamente la mejora de la salud física y mental a través de la práctica de diferentes ejercicios; para otros, se trata de una renovación más de la religión popular, entendida en la doble acepción de Feuchtwang: en el sentido de pertenecer a la China de los han, la etnia mayoritaria del país, y también del pueblo, en la medida en que posee una relación distanciada y crítica con otros pretendientes sistémicos al control social.

El Falun Gong, asegura Benoît Vermander, promete a quien lo practica la implantación, al nivel de su abdomen, de una “rueda” similar a la que rige el movimiento cósmico, de forma que esa rotación le protege de las influencias perversas que pueden alcanzarle del exterior. El movimiento de esa rueda del karma, que avanza en el sentido de las agujas de un reloj, llenará de paz, vitalidad y energía positiva al practicante. Tan sencilla e ingeniosa prédica facilitó la implantación de esta organización por todo el país en muy pocos años. Se habla de unos setenta millones de seguidores en el interior del país, si bien probablemente no lleguen a superar los veinte millones, cifra por lo demás muy respetable. En el exterior, principalmente entre las comunidades chinas, las fuentes más exorbitadas hablan de unos treinta millones de practicantes.

El qigong es la base esencial de este movimiento, una técnica que forma parte del bagaje cultural de la China milenaria, si bien practicado hasta hace pocos años por una élite muy exclusiva. Alternativamente, el qi gong estuvo admitido y prohibido durante la época de Mao, pero en los años ochenta, coincidiendo con la extensión de la reforma económica al ámbito urbano, se expandió rapidamente e incluso la propia prensa del Partido Comunista llegó a publicar numerosos manuales para facilitar su desarrollo.

El qi gong es un conjunto de técnicas de expresión corporal que persiguen finalidades esencialmente terapéuticas y, en suma, mejorar la calidad de vida de quien lo practica. Está basado en un gran conocimiento del cuerpo y muy centrado en el dominio y control de los procesos de respiración. Recuerdo que en un viaje realizado en 1994 por varias provincias chinas, encontré en Yantai (Shandong) a una dirigente local del Partido muy entusiasta de esta gimnasia. Según me hizo saber, el punto neurálgico del organismo es la oreja. Todas las noches y mañanas tiraba 14 veces de cada una de ellas, 81 veces se frotaba los ojos y otras 81 las plantas de los pies. Me aseguraba, por ejemplo, que ella podía beber sin preocuparse de la cantidad o la graduación porque con el control de la respiración era capaz de impedir el efecto embriagador del alcohol.

La combinación de relajación y respiración, movimientos guiados siempre por el pensamiento, ha atraído muchísimo interés en los últimos años, llegando a asociarse incluso con cierta expresión de la modernidad, asentada en una idea de progreso con identidad, en contraposición a aquella modernización que avanza con los hábitos y formas de vida occidentales. Hasta nosotros ha llegado en forma de recurso terapéutico dentro de lo que podríamos englobar como medicinas alternativas. El interés internacional por esta práctica ha crecido en los últimos años.

Existe una gran diversidad de formas de qi gong y muchas son las organizaciones que lo disciplinan. En ese contexto de heterogeneidad, ha mantenido en el pasado, concretamente a comienzo de los años noventa, otras vinculaciones con movimientos sociales de carácter medioambiental (fundamentalmente, en las provincias de Heilongjiang y Sichuan). No es pues de extrañar su apego a formas de expresión social, más allá del mero deporte.

Pero una cosa es la práctica del qi gong y otra el movimiento de Falun Gong. La capacidad de atracción de este último es inseparable de la sencillez de una propuesta, muy fácil de aprender y de desarrollar y que ciertamente puede llegar a producir efectos beneficiosos en quien lo practica. Como gimnasia poco habría que reprocharle; como esperanza pseudorreligiosa, las cautelas deben ser proporcionales. Quienes se aproximan al movimiento afirman estar motivados por causas tan dispares como el desencanto, la búsqueda de relaciones sociales o el simple combate al stréss y procuran reencontrar su equlibrio en un doble aspecto, fisico y espiritual.

Sobre la base del qi gong, Li Hongzhi, el inspirador y líder de la secta, enseña que cada uno debe construir su camino practicando la verdad, la compasión y la paciencia; y que es imprescindible perseverar en el cultivo de la propia energía vital hasta alcanzar ese punto de conexión con la energía del cosmos que permitirá adquirir un estado de mayor pureza. Ese es el objetivo principal y Falun Gong (traducible por la práctica o el camino de la ley) es el instrumento para llegar a la salvación individual en un mundo en franco declive y que se condena cada día que pasa. Sus creencias ahondan en el budismo y el daoísmo, en la búsqueda del equilibrio, de la armonía y de la perfección. Falun Gong preconiza una vida sana y decorosa (no pueden beber alcohol, el juego está prohibido y no pueden tener relaciones sexuales fuera del matrimonio). El respeto del propio cuerpo es inseparable del cultivo espiritual.

Pero a la par de este discurso, que podíamos considerar naturalmente discutible pero globalmente aceptable, Li Hongzhi aporta un lado oscuro. En el fundador de Falun Gong radica probablemente la principal fuerza y la principal debilidad del movimiento. Es un individuo muy peculiar, de compleja personalidad, como puede deducirse de algunos datos personales y de sus propias declaraciones. Está comprobado, por ejemplo, que falsificó su fecha de nacimiento para hacerla coincidir con el octavo día del cuarto mes lunar chino, día y mes en que nació Sakyamuni, el Buda Iluminado, a fin de reforzar una inequívoca vocación mesiánica y redentora. Li se autoreclama como la reencarnación del Buda Iluminado.

En una entrevista concedida a la revista Time el pasado 10 de Mayo de 1999 detallaba su gran conocimiento de los seres extraterrestres y del nivel de corrupción que han logrado perpetrar entre la Humanidad. Según Li Hongzhi, han sido los extraterrestres quienes nos han introducido en el diseño y uso de las máquinas modernas, como los ordenadores y los aviones; ellos han estimulado el desarrollo de la ciencia para controlar nuestros espíritus. Toda la inspiración científica, afirma el líder de Falun Gong, está manipulada por estos seres. La clonación, su última sugerencia, les permitirá la inminente sustitución de los seres humanos. A la pregunta de Time de si él mismo era un ser humano o un extraterrestre, Li Hongzhi, lacónico y enigmático, se limitó a contestar que “usted puede verme como un ser humano”.

Este tipo de manifestaciones y la exaltación del papel de la voluntad en el tratamiento de las enfermedades o la insistencia en la consigna de no recurrir a la medicina cuando se está enfermo, han servido argumentos de indiscutible validez al gobierno chino para alertar sobre la gravedad de las consecuencias para sus seguidores y avalar la peligrosidad social del movimiento. Zhuo Xin-ping, director del Centro de Estudios de las religiones de la Academia de Ciencias, asegura que Falun Gong es una secta basada en el control mental de sus seguidores.

La obra base de Li Hongzhi lleva por título “Zhuan Falun” (algo así como “La Rueda en rotación de la Ley”) y en ella expone teorías un tanto delirantes como la supuesta destrucción de la Humanidad en 81 ocasiones, a través de otros tantos cataclismos. Según se desprende de sus conjeturas, ahora el planeta se encontraría al borde de un nuevo cataclismo, y las reiteradas catástrofes naturales son premonitorias. Li nos vaticina un nuevo apocalipsis. En esas coordenadas, él, Li Hongzhi, es el único capaz de salvar a la Humanidad del desastre.

Lo más probable es que la inmensa mayoría de sus seguidores no hayan leído esta obra y unicamente presten atención a la realización de esos cinco ejercicios o movimientos básicos que propone para absorber y beneficiarse de la energía cósmica hasta alcanzar ese nivel aceptable de bienestar físico y espiritual que constituye una ambición legítima de todo individuo.

Li Hongzhi vive actualmente en Estados Unidos, a donde emigró en 1997 por temor a ser detenido; su huída ha sido una decisión cuando menos pintoresca y un tanto frustrante si tenemos en cuenta que asegura disponer también de capacidad para hacerse invisible. Beijing ha solicitado de Washington su extradición y Li ha denunciado el supuesto precio de su entrega, una oferta de rebaja en el déficit comercial estadounidense por valor de 500 millones de dólares …

La inquietud del Partido en relación a Falun Gong

Más allá de la obligación de todo gobierno de velar por la salud pública, física y mental, de sus ciudadanos, la preocupación de los dirigentes chinos en relación a Falun Gong radica, además, en otras dos cuestiones. En China, prácticamente nadie discute al Estado-Partido su protagonismo en la construcción de la vida económica (civilización material), pero podían abrigarse serias dudas en cuanto a la posibilidad de compartir esa primacía en la configuración de lo que Deng Xiaoping llamaba “civilización espiritual”. Falun Gong incide en este último aspecto y pluraliza la cohesión ideológica y social, desafiando con éxito el liderazgo del Partido.

Por otra parte, en tiempos de acelerado cambio, cuando crece el descontento y las reformas agravan el desempleo y las desigualdades, la ausencia de utopías políticas que encaucen las energías emancipadoras o de propuestas que desactiven el actual inmovilismo, facilita que movimientos pseudorreligiosos de estas características cautiven a los decepcionados. El espíritu de sacrificio y la preocupación por los demás que antes quizás podían encontrar en el Partido, hoy muy gangrenado por la corrupción, se echa de menos ante el consumado avance del individualismo.

Según Deng Xiaoping, el arquitecto de la reforma, en un país socialista, se debía prestar siempre una gran atención a la elevación del nivel de vida del conjunto del pueblo, pero evitando siempre que el aspecto material opaque totalmente la construcción de la civilización en lo espiritual. Lo fundamental, afirmaba Deng, es cultivar el rechazo a la influencia corruptora de las ideas decadentes foráneas y auspiciar cualidades éticas, conocimientos culturales y espíritu de disciplina. Pero el énfasis puesto en abogar por la cortesía, la urbanidad, la higiene, la moralidad, la belleza de espíritu, del lenguaje, del comportamiento y del medio ambiente, y por el amor a la patria, al pueblo y al socialismo, parecen carecer de atractivo suficiente.

La debilidad del discurso “espiritual” del poder es patente, afirma Benoît Vermander, pero la liebre saltó donde menos se esperaba. Todos temían que la “polución” del espíritu llegara de la mano del aburguesamiento occidental y sin embargo el desafío más grave emerge ahora del interior de la propiedad sociedad china, con plasmación de formas que nos aproximan a su identidad más profunda.

El Partido y el Estado, en un marco de mayor pluralidad económica, ya non son capaces de controlar en igual medida la sociedad. Han perdido la función monopolizadora de la iniciativa y de la gestión y a pesar de recurrir cada vez más frecuentemente a factores de catalización (desde catástrofes naturales a crisis políticas), le resulta cada día más dificil evitar la desmembración social. El modelo tradicional basado en la absoluta ocupación por parte del Partido de todos los segmentos de la vida social está en crisis y sin operar cambios en el sistema, no le resultará fácil encontrar recambio para encorsetar la progresiva independencia de la sociedad civil.

Si bien al principio, la penetración en sectores básicos del entramado político y burocrático le hizo imaginar que lograrían de inmediato y sobre seguro la aceptación del régimen, Falun Gong es hoy un movimiento claramente situado de espaldas al Estado. Aún en esas condiciones, merced a la erosión del discurso burocrático, podría llegar a catalizar buena parte del descontento existente frente a la sempiterna corrupción, a la pérdida y crisis de valores morales, al desconcierto, en fin, provocado por los efectos, difícilmente subsanables, de veinte años de reforma que no han incorporado suficientemente una dimensión social. Desafortunadamente, en muchos aspectos la orientación de Falun Gong es ambigüa, cuando no aviesa, y difícilmente puede hablarse de garantías que contribuyan a establecer ese mínimo y deseable compromiso con la gestión social.

Los dirigentes chinos consideran que el ideario de Falun Gong es incompatible con su proyecto social y político y que pretende alejar a las masas del Partido sustituyendo sus mensajes por las nuevas ideas del movimiento. Facilitada y reforzada por la intensificación de la represión, entre sus responsables se manifiesta cada vez con mayor fuerza una cierta vocación mesiánica, el convencimiento de encarnar a los nuevos salvadores de China frente a unos dirigentes cuyo objetivo no sería otro que consumar la definitiva occidentalización del país. El nacionalismo de Jiang Zemin obedecería a cálculos estrictamente políticos y no civilizatorios.

Su gran nivel de organización ha sido objeto de minucioso estudio por parte del Partido Comunista para justificar un poco más la ilegalización. Se vertebra en cinco niveles: una dirección central, la Sociedad del Estudio del Falun Dafa (el Gran Método de la Rueda del Karma), que preside el propio Li Hongzhi; las estaciones generales, distribuidas en 39 localidades del país; tres estaciones sectoriales; 1.900 estaciones locales; y 28.000 estaciones para la instrucción y el adoctrinamiento. Al frente de cada estación general existe un responsable designado por el propio Li. Por su parte, en las estaciones locales funcionan cuatro secciones: organización, administración, enseñanza y proselitismo.

Pero, además, Falun Gong no es el único problema del gobierno chino en este orden de cosas. Según han denunciado fuentes del Centro de Información de Derechos Humanos de Hong Kong, la represión también se centra en grupos cristianos. La reciente detención de John Yang Shudao, arzobispo católico de Fuzhou, capital de la sureña Fujian; o del obispo Han Dingxiang, asíi como el ordenamiento de cinco obispos católicos que pertenecen a la Iglesia local y no obedecen a Roma, aún a riesgo de quebrar los esfuerzos por normalizar las relaciones diplomáticas con el Vaticano, muy importante por su actual reconocimiento de Taiwán, pone de manifiesto la destacada importancia que en Beijing se concede a este asunto.

También en enero debió soportar la huída del Tíbet del decimoséptimo Karmapa Lama, tercer nivel en la jerarquía del budismo tibetano, de solo 14 años de edad, quien ya se encuentra en el monasterio budista de Norburlinkam, cerca de Dharamsala, junto al Dalai Lama. Ello complica y agrava las tradicionalmente delicadas relaciones de Beijing con la comunidad local.

Conclusión

Las sectas (chiao, en chino) cuentan con una larga tradición en el Imperio celeste. Se trata de sociedades secretas que forman parte de su peculiar complejidad social. En ellas convergen factores ideológicos, políticos, religiosos e incluso criminales (caso de las populares tríadas). En algún momento, sobre todo durante los siglos XIX y XX, destacaron por su carácter de oposición total a los poderes constituídos. Un proverbio aseguraba entonces que “las armas protegen al emperador; pero las sociedades secretas protegen al pueblo”. En 1936, el propio Mao Zedong recurría a ellas para luchar contra el invasor nipón. Sun Yat-sen, fundador de la República de China, y numerosos integrantes del cuerpo dirigente de la República, figuraban entre sus miembros. Las clases más desfavorecidas, los campesinos, el proletariado industrial, son los principales vectores de una base social que tiende a crecer en situaciones de cierto distanciamiento entre gobernantes y gobernados. En suma, forman parte de la tradición histórica y esa misma lectura cultural nos indica que, en una sociedad como la china, pueden convertirse en el mejor instrumento para desafiar el poder establecido. Probablemente el PCCh es muy consciente de ello y de las dificultades que deberá salvar para reducir su apoyo social.

Mientras conservadores y reformistas debaten en el seno del Partido sobre la mejor táctica a seguir para garantizar el equilibrio y la sacrosanta estabilidad, con claro predominio por ahora de los partidarios de la represión frente a los defensores de la educación, algunas fuentes aseguran que Falun Gong se está organizando clandestinamente, preparandose para dar el golpe en el momento oportuno y apretarle de nuevo las clavijas al PCCh. Un movimiento de estas características no se expande así como así y más allá de sus excentricidades, que las tiene, los efectos negativos de la reforma parecen ser caldo de cultivo más que suficiente para mantener por un cierto tiempo un alto nivel de adhesión, tanto por la ilusión de superar anímicamente las adversidades del presente, como por la ausencia de mecanismos fiables de participación en el sistema, al margen de los rígidamente establecidos.