Macao, la colonia olvidada

A partir del próximo día 20 de diciembre, China recuperará la plena soberanía sobre Macao. Para Portugal significará el final de un ciclo de más de cuatro siglos de presencia administrativa en Asia; para Europa, la desaparición del último vestigio de su proceso de expansión en dicho continente; para China, el adiós definitivo al "último símbolo del colonialismo" en su territorio. A diferencia de Hong Kong, la influencia de los factores culturales y sentimentales desempeña en Macao un papel preponderante. Macao tiene para Portugal un enorme valor simbólico. Desterrado de la patria, fue aquí donde Luís de Camoes escribió su obra cumbre, Os Lusíadas, y durante los 60 años de regencia española en el país vecino (1580-1640) la bandera portuguesa nunca dejó de ser izada en Macao. También cerca de aquí nació el Dr Sun Yat-sen, quien, en 1911, fundaría la República de China, una vez derribada la última dinastía imperial.

Con una población que se aproxima a los 400.000 habitantes, la fuerza económica de esta peculiar ciudad-Estado (en Boaventura Santos y Concepçao Gomes, 1998) tampoco es comparable en modo alguno a la de Hong Kong. Ello probablemente ha influido en su proyección exterior, que ha sido mucho menor. La ausencia de grandes disentimientos entre Portugal y China también ha restado protagonismo informativo al proceso de transición que ahora concluye. Incluso para los dirigentes chinos, a diferencia de Hong Kong o Taiwán, siempre presentes en sus discursos o en los análisis a propósito de la reunificación, Macao parece contar poco. Por un tiempo ha podido darse la impresión de que nadie quería responsabilizarse de Macao (en la Constitución portuguesa de 1976 no se considera a Macao como parte integrante de su territorio). En 1979, aprovechando la reanudación del contacto diplomático, se aclaró su status legal: un territorio chino bajo administración portuguesa.

Los orígenes de la presencia de Portugal en China se remontan al siglo XVI. Los navegantes lusitanos llegaron a sus costas tres siglos antes que los británicos a Hong Kong. Como señaló Jonathan Porter, profesor de Historia en la Universidad de Nuevo México, fueron los primeros en llegar y serán los últimos en salir. Naturalmente, el interés primordial de Portugal por China se centraba en el ámbito comercial, en especial para crear una vía alternativa a la Ruta de la Seda e incentivar el comercio con Japón. La ruta Goa-Malaca-Macau-Gagasaki hacía de Macao un puerto de gran importancia, y asi fue hasta la primera mitad del siglo XVII. Su excelente ubicación geográfica o las buenas condiciones de abrigo de su puerto no fueron suficientes, sin embargo, para remontar el declinio del comercio lucrativo con Japón debido esencialmente a las persecuciones de cristianos o a las luchas internas entre la dinastía Ming y los manchúes (en Ana María Amaro, 1998). A partir de 1845, buena parte del comercio, incluído el opio, se desvió también hacia Hong Kong acentuando asi un inevitable decaimiento de la ciudad que se trató infructuosamente de superar mediante la exportación de esclavos como denunció el propio Eça de Queirós, por entonces cónsul de Portugal en La Habana, a donde llegaban los pobres chinos vía Macao (los cúlis) disfrazados como "emigrantes". Oficialmente dicho comercio sería abolido en 1874.

Los chinos también estaban interesados en el comercio (a través de Macao llegaba el bronce de Japón que los mandarines utilizaban para fabricar las armas con que reprimir las rebeliones internas o la piratería) pero recelaban de los portugueses. Fueron los primeros navegantes europeos con los que tropezaron y de ese primer contacto surgieron los primeros equívocos que darían lugar a una creciente desconfianza de China respecto a los occidentales (en Fok Kai Cheong, 1996). Los portugueses llegaron a ser identificados como una especie de demonios. Las fuentes chinas de la época alertan sobre los actos violentos y homicidas de los navegantes occidentales, haciendo especial hincapié en su predilección por el rito canibal. Si bien estas prácticas eran obviamente falsas, no lo eran sin embargo las historias de raptos de mujeres y niños para abastecer el comercio de esclavos que están sólidamente documentadas. No es de extrañar que un edicto imperial llegara a prohibir todo tipo de contacto y comercio con los extranjeros.

Pero las trabas de las autoridades chinas llevaron a los portugueses a comprometerse con actividades de piratería y contrabando, pasando a constituir una amenaza militar real que despertó la preocupación de Beijing cuando se registraron varios enfrentamientos armados con desigual desenlace para las fuerzas navales del Imperio Celeste. El comercio se autorizó entonces, primero sin tocar puerto y más tarde, limitándolo a Macao, una zona de la periferia que podía ser defendida con confianza, si bien otras fuentes, fundamentalmente chinas, defienden la tesis de la pura y simple ocupación, algo que se contradice con la aceptación del tributo (el llamado foro do chao) que pagaban anualmente al Emperador o la existencia de una aduana china en el establecimiento. Es lo que se dio en llamar la "fórmula Macao" que sugería no eludir el comercio con los extranjeros pero si someterlos a un severo control que sobre todo debía evitar el establecimiento de hipotéticas alianzas con los grupos rebeldes chinos obstinados en debilitar el Imperio. Los portugueses aplicaron dicha fórmula a rajatabla apoyando a la Corte imperial no solo en la represión de la piratería sino también de revueltas internas como la Taiping (uno de los más importantes levantamientos campesinos de la historia china).

El Macao de hoy arranca de la segunda mitad del siglo XIX, cuando las loterías y las casas de juego, junto con el comercio de opio y la prostitución, se convirtieron en el principal motor económico de la ciudad. Aún hoy, el juego proporciona practicamente la mitad del total de los ingresos del gobierno de Macao. Buena parte de esa economía es controlada por un solo hombre, Stanley Ho, dueño de casinos, hoteles, bancos, una compañía de televisión, agencias turísticas, etc, empresas todas ellas agrupadas en la "Sociedade de Turismo e Diversoes de Macau". Está previsto que este monopolio, que controla desde 1962, finalice el próximo 2003. Stanley Ho ha diversificado ya sus intereses y participa directamente en la financiación del nuevo aeropuerto (construido integramente sobre el mar), el puerto, el nuevo puente con la isla de Taipa, una nueva zona industrial o un barrio residencial. En los últimos años, la creación de la zona económica de Zhuhai y su proximidad a la de Shenzhen, vecina a Hong Kong, ha integrado a Macao en ese amplio espacio de prosperidad creado en el sur de China.

El negocio del juego es el principal activo y también el problema número uno de Macao. De una parte, desarrolla el sector servicios y fomenta el turismo. Unos veinte mil hongkoneses entran diariamente en sus casinos y unos seis millones de personas los visitan cada año. De otra, provoca sangrientas guerras entre sociedades secretas y mafias que se disputan el control de un negocio fácil que produce grandes beneficios (unos dos mil millones de dólares cada año). Se estima que las sectas están de una u otra forma relacionadas con el 95% de los crimenes violentos que se registran en Macao. La asociación de juego y crimen no es fácil aunque también éste ha diversificado unas operaciones que ya incluen "servicios" a actividades legales como la inmobiliaria, un sector que cuenta con un nivel de influencia y penetración continental considerable y que a partir del 2003 probablemente se extenderá también al juego. Además de la prostititución (con cada vez mayor presencia rusa y de los países de Europa del este), las sociedades secretas de Macao se han especializado en la inmigración ilegal (los pasadores o cabeças de cobra), el cobro de deudas, la protección, la extorsión, etc.

En suma, Macao no dispone de la fuerza financiera o comercial de Hong Kong pero se trata de un microuniverso de gran complejidad. En los últimos años se han llevado a cabo diversos intentos de aligerar el peso del juego en su economía a través de la instalación de varias industrias manufactureras y transformadoras que han tenido su mejor momento en la década de los ochenta, favorecido por la política de apertura continental y la inmigración de mano de obra de las regiones vecinas. Actualmente, buena parte de estas industrias han entrado en crisis pero la inmigración (legal e ilegal) se mantiene y representa un gravísimo problema que amenaza la estabilidad social con fuertes implicaciones de las mafias (no solo para lucrarse del tráfico de personas sino también para obtener pistoleros a sueldo) y del empresariado local (los inmigrantes cobran practicamente la mitad del salario de los residentes). Según datos de los servicios estadísticos de Macao, el peso de la mano de obra inmigrante es muy importante en sectores como el textil (56,9%) o juguetes (84,6%). Hay quien opina que China no se ha esforzado excesivamente en controlar ese flujo de mano de obra con el objeto de deteriorar la situación económica y social de Macao a fin de relativizar la distancia existente, en términos de desarrollo, con las regiones vecinas cuando se produzca la recuperación de la soberanía.Otras fuentes sin embargo, destacan que en varias ocasiones Beijing ha enviado unidades militares de élite a sus inmediaciones para intentar controlar la entrada ilegal de inmigrantes.

Los desequilibrios y las desigualdades sociales son profundas en Macao. Las barracas aún forman parte de una sociedad con una renta per cápita que ronda los 19.000 dólares anuales. Ni siquiera las "camas de alquiler" (varias personas comparten cama y habitación turnándose en el uso) han sido erradicadas, mientras se calcula que más de treinta mil apartamentos sobran en el mercado. Los salarios en la industria son bajos (la retribución media ronda las 2.000 patacas al mes que equivalen a unos 190 dólares) con una jornada semanal de cuarenta y ocho horas pudiendo alcanzar y sobrepasar incluso las 10,30 horas por día. Ni Portugal ni China, que controla tanto las asociaciones patronales como obreras, se han interesado suficientemente en alterar tal estado de cosas. Portugal desea evitar conflictos y solo acepta introducir cambios en la precaria legislación laboral si hay consenso; y China porque retribuye la lealtad de los empresarios de Macao con garantías de paz social.

En términos políticos no puede afirmarse que el sistema vigente en el territorio sea verdaderamente democrático. Los principales pilares de su sistema político son el Gobernador, la Asamblea Legislativa o Senado (fundado en 1582) y el Consejo Consultivo. Con rango de Ministro, el Gobernador, nombrado por el Presidente de la República, tiene atribuciones ejecutivas y legislativas y sus poderes en relación a los demás órganos se asemejan muy superiores. El Consejo Consultivo, órgano auxiliar del Gobernador, emite dictámenes no vinculantes y está compuesto por 10 vocales, de los que cinco son nombrados directamente por el Gobernador. Aún siendo secundario, el órgano de mayor interés es la Asamblea Legislativa, actualmente compuesta por 23 diputados de los que únicamente 8 son elegidos por sufragio directo; otros ocho, por sufragio indirecto (a través de los colegios de empresarios, trabajadores, profesionales y otros); y los siete restantes son de designación directa. La representación corporativa es igual a la directa y en ella el colectivo empresarial cuenta con una gran influencia pues elige la mitad de los mandatos. Hasta 1984 el censo electoral general no llegaba a los cinco mil inscritos. Una reforma legislativa que sustituyó el criterio de nacionalidad por el de residencia permitió la participación electoral de la ciudadanía china si bien las tasas de abstención han sido siempre muy elevadas. En cualquier caso, a partir de 1992, la mayoria de los diputados elegidos por sufragio directo son de etnia local y a partir de las elecciones de 1996 ya lo son en su totalidad.

Tampoco existen partidos políticos en Macao sino un rico movimiento de asociaciones cívicas y sociales tan amplio (más de setecientas) como diverso (económicas, asistenciales, deportivas, culturales, etc). Las asistenciales y deportivas son las que gozan de una mayor tradición pero mientras las primeras tienen por finalidad la prestación de servicios sociales a sus miembros, las segundas constituyen en buena medida la cobertura legal de las principales sociedades secretas, especialmente las de artes marciales. Las asociaciones suplen las carencias sociales del sistema desarrollando un amplio asistencialismo (algunas cuentan con escuelas, clínicas, hospitales, etc). En muchas de estas sociedades la influencia continental es considerable. Los kaifongs o asociaciones comunitarias de residentes desempeñan un importante papel de servicio y cohesión social (desde sanitaria hasta funeraria).

Por otra parte, conviene tener presente que la vida política y social de Macao discurre no solo a través de las instancias formales descritas sino que algunas entidades, incluso ilegales como las sectas secretas, disponen de considerable influencia. Según se desprende del estudio sociológico llevado a cabo por Boaventura de Sousa Santos y Concepçao Gomes entre 1989-1991, la sociedad macaense, con algunas matizaciones según sectores sociales, atribuye un enorme poder real a Stanley Ho o a la Iglesia Católica (que desempeña un fuerte papel en el área educativa) pero también a organizaciones ilegales como las sociedades secretas.

Las relaciones chinoportuguesas

China ha alabado en más de una ocasión la constructiva postura de Portugal en contraste con la actitud de Gran Bretaña. Mientras Londres, tardíamente bien es verdad, privilegió la preocupación por la democratización de la vida política del enclave y la defensa de los derechos humanos, Lisboa orientó sus esfuerzos al ámbito de la cultura, el patrimonio o los intereses de los habitantes portugueses de la colonia. No es casualidad que una delegación de Portugal fuera la primera de un país extranjero en visitar China después de los sucesos de Tiananmen. Se trata de una constante histórica que concreta un modelo basado en la estrecha cooperación, la gestión de intereses comunes y el diálogo civilizatorio (en Gomes Dias, 1998). Quizás como consecuencia del mal trago vivido en Timor, a Portugal le interesó siempre favorecer una transicion dulce en Macao para evitar un fin traumático del imperio portugués.

Ese ha sido el espíritu que ha primado durante las diversas rondas negociadoras desarrolladas desde 1986 en la Residencia de Huéspedes Oficiales "Diaoyutai" de Beijing. La actitud portuguesa se ha visto recompensada con una política de grandes inversiones continentales en el territorio que contrasta con la situación de crisis económica que vive Macao. China estimula y financia la realización de grandes infraestructuras para afianzar su viabilidad posterior no solo autónoma sino también complementaria del área económica en que se inserta.

Desde el punto de vista histórico, Lisboa nunca se alineó con las posiciones de los aliados occidentales. Procuró siempre mantenerse al margen, tratando de quitar provecho de su relación "privilegiada" con el Imperio sin descartar beneficiarse de las concesiones arrancadas por la fuerza por Gran Bretaña u otros países. Londres criticó a menudo la actitud portuguesa basada en la neutralidad de Macao (en Gomes Dias, 1998) y se opuso con vehemencia a su participación en las negociaciones derivadas de las Guerras del Opio exigiendo para ello que se comprometiera a desarrollar una política similar en su relación con la Corte Imperial. Algunas voces (en Carlos Jose Caldeira, 1997) reclamaron entonces un cambio de estrategia para apostar por una política de fuerza, pero ya era tarde. El intento del gobernador Joao María Ferreira do Amaral le costó la vida. La neutralidad retrasó cuatro años la firma por Portugal de un tratado semejante al que las demás potencias firmaron con China en 1858.

La potentísima penetración occidental arrasaba literalmente la exclusividad de Macao. Portugal percibió muy pronto el fracaso de su empeño en defender un espacio propio y privilegiado, para ir a remolque de los demás países. Por la fuerza de las armas estos conseguían arrancar importantes concesiones directas del poder imperial, mientras Portugal seguía instalado en un esquema de relación local sin capacidad para imponer acuerdos con el Imperio. Es por ello que autores como Gonçalves Pereira (1995) aseguran que Macao no ha sido nunca una colonia en sentido clásico y que en ningún momento Portugal consiguió ejercer el pleno dominio del enclave. Incluso después del tratado de amistad y comercio de 1887, la soberanía de Macao ha sido ejercitada de forma compartida por los dos estados mediante un acuerdo tácito y flexible.

Los problemas de la devolución

En tres ocasiones recientes, Macao pudo haber pasado a manos chinas. La primera, en 1966, en plena Revolución Cultural, como consecuencia de los graves disturbios iniciados en la isla de Taipa (con varios muertos y una centena de heridos). La administración portuguesa se vió hasta tal punto acorralada que el Gobernador propuso la entrega del enclave en el plazo de un mes. China rechazó la oferta. La segunda, en 1973, cuando Moscú presionaba a Beijing para invadir Macao, acusándola de tolerar el colonialismo en su propio país, sugerencia rechazada por Zhou Enlai por temor a la reacción de Estados Unidos y Gran Bretaña y el efecto que ello ocasionaría en el futuro de Hong Kong. La tercera, a finales de 1974, en el contexto de la efervescencia emancipadora de la revolución de los claveles. Por el contrario, fuentes chinas señalan como momento delicado cuando Portugal afirmó, al inicio de las negociaciones bilaterales, que no estaba preparado para la devolución antes del 2000 y proponía como fecha alternativa el año 2017.

La agenda del Grupo de Ligaçao Conjunta, organismo bilateral responsable de pilotar la transición, abordó sin visibles quiebras los grandes temas: el futuro de la Fundaçao Oriente, el instrumento ideado por Lisboa para mantener más allá de 1999 la influencia cultural en Macao; el pago de las pensiones a quienes ya son titulares antes de 1999; la instalación de un consulado portugués en Macao; su participación en los organismos internacionales; o la creación de una reserva financiera que permita hacer frente a los problemas derivados de la transición y a las dificultades económicas del territorio. Otros asuntos fueron deliberadamente aparcados. Se da así la triste circunstancia de que, al día de hoy, convenios o pactos internacionales en materia de derechos humanos que ya han sido ratificados por China no se encuentran vigentes en Macao.

Al igual que en Hong Kong, la cuestión de nacionalidad es uno de los asuntos clave y que más controversia ha suscitado. Macao es una sociedad multicultural y multilingüística en la que conviven portugueses, macaenses (naturales de Macao con ascendencia luso-china) y chinos. Unos diez mil portugueses viven en Macao pero existen más de 100.000 personas con pasaporte portugués. China no admite la doble nacionalidad y para Beijing chinos son todos aquellos que han nacido en cualquier parte de su territorio, incluídos los chinos macaenses con pasaporte portugués. ¿que pasará con los macaenses de origen portugués? ¿podrán desempeñar sus funciones en la administración pública local sin tener que renunciar a su nacionalidad? A partir del próximo 20 de diciembre, tenga o no pasaporte portugués, será considerado chino todo aquel que tenga ascendencia china. El pasaporte tendrá la consideración de un simple documento de viaje pero no producirá ningún otro efecto (protección consular, etc). De esta forma, unas 90.000 personas perderán a partir de entonces la condición de ciudadanos portugueses.

La formación de una nueva clase dirigente constituye otro de los grandes problemas. Siendo china más del 95% de la población, su representación en los escalones medio y alto de la Administración es muy reciente y reducida (en Santos-Gomes, 1998). Es una situación muy diferente a la de Hong Kong en la que desde hace algún tiempo la administración pública ha estado dirigida por cuadros locales. A ello deben añadirse las dificultades del sistema jurídico local, en primer lugar, por las discrepancias existentes en torno al derecho vigente (China excluye aquellas normas que no tengan origen local y que hayan sido dictadas por Lisboa) y sobre todo la inexistencia de traducciones al idioma chino de los principales códigos y de los cientos de normas legales vigentes. A pesar de que solo un 5% de la población se expresa en portugués, este es el idioma predominante en los diferentes segmentos administrativos. En la judicatura, por ejemplo, hasta 1996 ninguno de los magistrados en ejercicio sabía hablar chino y en ese año unicamente existían en Macao apenas una docena de libros jurídicos en este idioma (en Santos-Gomes, 1998). Por otra parte, cuando algunos se irritan porque a partir del día 20 de diciembre China controlará la designación de los integrantes del poder judicial, no deberían ignorar que hasta ahora una competencia similar ha sido ejercida por el Gobernador a propuesta de un Consejo Superior de Justicia y un Consejo Judicial integrado por siete miembros y de los que cuatro son nombrados por el propio Gobernador.

La forma de elección del nuevo Gobernador o Jefe del Ejecutivo tampoco ha sido problemática. De conformidad con lo estipulado en la Declaración Conjunta, la Ley Básica para Macao establece que será elegido por una Comisión Electoral compuesta por 200 miembros conforme al método aprobado por la Asamblea Popular Nacional de Beijing. En lo que respecta a la Asamblea Legislativa, mientras que la Ley Básica de Hong Kong prevé como objetivo la elección de la totalidad de la Asamblea a través del sufragio directo, en Macao, el acuerdo implica que en la nueva elección no habrá modificaciones; en la segunda, se pasará de 23 a 27 miembros, de los que 10 serán elegidos por sufragio directo, otros 10 por indirecto y 7 por designación del Jefe del Eejecutivo; y a partir de la tercera convocatoria, serán 29 diputados de los que 12 serán elegidos por sufragio directo, 10 por indirecto y 7 por designación. Se mantiene pues inalterable el sistema triangular de representación si bien favoreciendo ligeramente el incremento de la representacion directa.

Perspectivas de futuro

Como Hong Kong, Macao será una Región Administrativa Especial (RAEM). La defensa y sus relaciones exteriores dependerán de la República Popular China pero en lo demás gozará de una amplia autonomía y su sistema económico y social se mantendrá inalterable al menos por espacio de 50 años. Mantiene la moneda (la pataca), el puerto franco y su territorio aduanero diferenciado.El jefe del Ejecutivo será el banquero Edmund Ho (Ho Hau-wah), hijo de Ho Yan, un histórico capitalista rojo de Macao fallecido en 1983. En la actualidad, Edmundo Ho es miembro del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional de China y vicepresidente de la Asamblea Legislativa de Macao.

Probablemente será difícil advertir un cambio significativo en la interferencia de China en los asuntos de Macao. Desde los años sesenta, su vida económica y social ha estado mediatizada por Beijing a través de sociedades económicas, agrupaciones sindicales y el amplio movimiento asociativo.En el estudio de campo ya citado (en Santos-Gomes, 1998) se destaca como la percepción de la influencia de China es practicamente similar a la del Gobernador (79,6% contra 82.7%) y ello a sabiendas de que, oficialmente, China no cuenta en Macao.

Su futuro en todo caso es bastante incierto dada la debilidad y problemática de su estructura económica, su escaso peso demográfico y la absorbente proximidad de áreas económicas de gran dinamismo y envergadura (Zhuhai, Shenzhen) que amenazan con fagocitarla. Desde un prisma político, su importancia radica en relación al proceso de unificación con Taiwán. Después de la retrocesión de Hong Kong, Macao constituye el segundo paso en el camino de la reunificación nacional. El pasado 6 de Mayo, en la recepción que siguió a la ceremonia constituyente del Comité Preparatorio para el establecimiento de la RAEM, el Presidente chino, Jiang Zemin, destacaba especialmente que el retorno de Macao debía favorecer la solución final del problema de Taiwán, el verdadero talón de Aquiles de la China del próximo siglo.

¿Conseguirá Portugal mantener su influencia en Macao? En una visita realizada a la zona en abril del pasado año, Antonio Guterres, el primer ministro portugués, inauguraba un Museo para simbolizar esa aspiración de permanencia. Su deseo, sin embargo, muy pronto puede quedar reducido al simple testimonio del recuerdo.

Bibliografía:

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