20070829 beijing park programa espacial

XVII Congreso del PCCh: Entre la normalidad y la novedad

 Esposición sobre el programa espacial chino en Beijing Park, clic para aumentar
El “desarrollo científico” (kexue fazhanguan) del que habla Hu quiere dejar atrás aquella larga etapa en que la obsesión por el crecimiento dejó a un lado la preocupación por sus efectos en el orden social o ambiental, o cuando, orientándose a la exportación, cerró las puertas a la innovación propia o impidió la conformación de un mercado interno lo suficientemente sólido como para ser capaz de reorientar un crecimiento basado en la inversión exterior y la inundación de los mercados internacionales. China no quiere ser el “taller del mundo” y se dispone a impulsar su participación en la liga tecnológica, tal como nos ha hecho saber a través, por ejemplo, de su ambicioso programa espacial. (Un grupo de jóvenes contempla un cartel con cohetes lanzaderas y satélites en una exposición sobre el programa espacial chino en Beijing Park el 29 de agosto de 2007).
 

El Congreso que el Partido Comunista de China inicia en Beijing es una muestra de normalidad de la vida política del gigante oriental. No siempre fue así. Sin referirnos a períodos anteriores en que las circunstancias eran bien distintas, desde que en 1949 se proclamó la República Popular China, los congresos del PCCh han observado un rumbo errático. Por ejemplo, el primero de ellos y octavo en su historia se celebró en 1956, siete años después de asumir el poder. Y el siguiente tendría que esperar a 1969, trece años más tarde, y en plena Revolución Cultural. Solo a partir de 1977 en adelante, ya con el impulso de la política de reforma y apertura promovida por Deng Xiaoping, el PCCh se adentra en un período de normalidad celebrando, cada cinco años, un congreso nacional. Se trata de la fase de mayor estabilidad desde su fundación en 1921.

La mecánica de estos eventos tiene mucho de ritual y a ellos se suele llegar con los deberes hechos, es decir, los asuntos de mayor enjundia acostumbran a cerrarse en el periodo preparatorio. No obstante, en un régimen donde la transparencia en estos temas suele ser mínima, las cábalas e hipótesis se disparan secundando una rumorología habitualmente dificil de contrastar.

En este XVII Congreso, a celebrar en ese marco de opacidad y normalidad referido, se tratarán cuestiones de gran importancia para el futuro de China y su reforma, ya que el horizonte que se dibuja en los próximos años implica grandes desafíos para la estabilidad interna y la inserción internacional del país, cuestiones delicadas ambas que deberá gestionar una nueva generación de dirigentes cuyo perfil elemental quedará definido en esta macroreunión.

Se espera que Hu Jintao, secretario general del PCCh, presidente del Estado y de la Comisión Militar Central, elegido en 2002 observando las indicaciones del entonces ya fallecido Deng Xiaoping y a pesar de no ser persona afín a su antecesor, Jiang Zemin, deberá revalidar su cargo por otros cinco años. La singular institucionalidad china le impedirá aspirar a otra reelección. Por lo tanto, entre los nuevos dirigentes, especialmente los integrantes del Comité Permanente del Buró Político, debe figurar el que está llamado a ser su sustituto en 2012 y gobernar el país hasta 2022. Ninguno de los restantes ocho miembros actuales aspira a la sucesión. A la edad máxima de 70 años deben jubilarse. Aquella, pues, será una cara relativamente nueva en un renovado Comité Permanente que podría ver reducido su número de integrantes, al igual que ha venido sucediendo en los órganos máximos de las agrupaciones territoriales del Partido. La afinidad de los integrantes de este órgano con el proyecto de Hu Jintao nos indicará en que medida Hu ha aprovechado estos años para marginar a todos aquellos que no comparten su ideario, en clara consonancia con la propuesta denguista, y más alejado de la retórica liberal de su predecesor, Jiang Zemin, o si deberá coexistir -y en que medida- con ellos.

En sus cinco años de mandato, Hu Jintao ha desarrollado una política con trazos propios de gran importancia, prestando una mayor atención a las cuestiones sociales y ambientales, a la innovación científica, al desempeño de un papel más activo en los asuntos mundiales, poniendo el acento en la armonización de todas estas relaciones. La mezcla de un cierto lenguaje de izquierdas con ribetes confucianos, alejan cualquier atisbo de orientación fundada en la búsqueda de una mayor homologación política con las sociedades más avanzadas. A pesar de ello, no está del todo claro ““y el Congreso podría ofrecer algo de luz al respecto”“ donde están los límites o fronteras de esa recuperación ideológica y moral que parece promover Hu Jintao, invocando el estudio del marxismo o la observación de los “ocho honores y deshonores” por parte de una militancia, en excesivas ocasiones implicada en graves asuntos de corrupción.

No obstante esa insistencia en una orientación ideológica basada en una recuperada observación de la tradición partidaria y la prédica de una armonía que mejore la distribución de los beneficios generados por la reforma, haciéndolos llegar a las capas urbanas menos privilegiadas y, sobre todo, al inmenso campo chino, donde se dan los primeros pasos para la construcción de lo que se ha conceptualizado como el “nuevo campo socialista”, la China de Hu Jintao aspira sobre todo a implementar un nuevo modelo de desarrollo. ¿Cuáles serán sus contenidos? El “desarrollo científico” (kexue fazhanguan) del que habla Hu quiere dejar atrás aquella larga etapa en que la obsesión por el crecimiento dejó a un lado la preocupación por sus efectos en el orden social o ambiental, o cuando, orientándose a la exportación, cerró las puertas a la innovación propia o impidió la conformación de un mercado interno lo suficientemente sólido como para ser capaz de reorientar un crecimiento basado en la inversión exterior y la inundación de los mercados internacionales. China no quiere ser el “taller del mundo” y se dispone a impulsar su participación en la liga tecnológica, tal como nos ha hecho saber a través, por ejemplo, de su ambicioso programa espacial.

Reducir dependencias, reafirmar una senda propia, construir una sociedad más justa y equilibrada, con pautas de consumo a todos los niveles que aseguren la sostenibilidad del actual proceso, moderando las tendencias urbanizadoras a través de la mejora sustancial de las condiciones de vida en el estancado medio rural, constituyen propuestas centrales del discurso de Hu. En aplicación y desarrollo en los últimos años, cabe imaginar que, previsiblemente, serán revalidadas por el PCCh en este Congreso para darles un nuevo y decidido impulso.

La afirmación de este rumbo, que debe contribuir a reafirmar la soberanía de China y evitar la reproducción de relaciones de dependencia con el sistema internacional que lidera Estados Unidos, precisa de un grupo de líderes alejados de cualquier tentación de abdicar del proyecto y dispuestos a afrontar los sacrificios y dificultades que podrían surgir en los próximos años, tanto en el orden interno, como, especialmente, en la gestión de las relaciones exteriores.

Hu Jintao parece consciente de que llegaron a su fin los tiempos en que el poder y la influencia de un líder duraban el tiempo de su vida (como ocurrió con Deng Xiaoping, sin cargo alguno de relevancia en todo el período iniciado en 1978, pero conservando siempre la última palabra). Ahora, solo la tenencia y el ejercicio del poder, aprovechando el tiempo, le puede permitir afirmar el rumbo actual. Por ello, a sabiendas de que en las máximas instancias no todos comparten su mismo ideario y de que todos son conscientes de los años decisivos por llegar, la batalla entre bambalinas puede ser mucho más intensa y profunda de lo que pudiera sugerir esa calma unánime que todos los dirigentes se disponen a aparentar como si se tratara de una reporesentación, máscara incluída, de una ópera de Pekín.