Tres que son dos

¿Quién va ganando? Es difícil saberlo cuando las conversaciones se desarrollan a puerta cerrada. Pero pudiera decirse que las victorias están repartidas. En las formas, sin duda Pyongyang ha cosechado un éxito importante al aceptar Washington el establecimiento de un diálogo bilateral en el que China a duras penas puede disimular su condición de mero anfitrión. El rechazo a un diálogo multilateral formaba parte del paquete de exigencias de Kim Jong Il para reconducir la tensión a una mesa de negociaciones. Pero en cuanto a los contenidos, está por ver. Bush ha comunicado a Powell la táctica a seguir: no habrá ningún tipo de acuerdo en tanto no se elimine la amenaza nuclear.

Un dato demuestra el carácter básicamente exploratorio del encuentro iniciado en Beijing: el bajo perfil de las delegaciones reunidas. Un secretario asesor, James Kelly, por parte estadounidense, buen conocedor del problema; un vice director de un departamento del Ministerio de asuntos exteriores, Li Gun, experto en asuntos americanos, por parte norcoreana; al frente, cada uno de ellos, de una delegación de cinco miembros. Probablemente es lo más adecuado en las actuales circunstancias.

Kelly ha consensuado previamente posiciones con Japón y Corea del Sur en una reunión mantenida el pasado 18 de abril en Washington. China ha intentado ser más discreta, haciendo valer su interés por forzar una negociación que aleje el peligro bélico pero con el tacto suficiente como para mediar sin decantarse abiertamente por una de las partes. No obstante, el presidente Hu Jintao, recibía este martes en su residencia a Jo Myongrok, vicepresidente de la comisión de Defensa y director del Buró Político del Ejército Popular de Corea, en una demostración de la importancia que conceden a un diálogo que no desea ver fracasado. Por las consecuencias que se derivarían para su aliado y por interés propio. China necesita paz para fortalecer su desarrollo.

Los principales diarios de Corea del Sur destacaban justamente estos días el crucial papel desempeñado por China, en primer lugar, para impedir una condena expresa del actuar de Pyongyang por parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que sería interpretado por Corea del Norte como un paso más en la escalada agresiva contra su país. Esa exitosa gestión legitima algo más a Beijing para forzar un cambio de actitud de Kim Jong Il. Algunos observadores descartan la posibilidad de que EEUU emprenda una campaña militar para acabar con el régimen norcoreano, pero el rápido triunfo en Irak podría alentar nuevos impulsos para una liquidación expeditiva. Rumores no faltan.

La no proliferación nuclear en la península coreana puede tener solución en el marco diplomático sin necesidad de recurrir a la fuerza armada, siempre y cuando exista voluntad clara en ese sentido, lo que implica hacer concesiones para llegar a los equilibrios mínimos. No habrá Tratado de no agresión con EEUU pero este debe dar garantías suficientes y, sobre todo, permitir la reanudación de los suministros energéticos y otras ayudas de las que depende la subsistencia de un pueblo totalmente empobrecido. De lo contrario, incluso no sería descartable una casi inmediata proclamación de Corea del Norte como estado nuclear.

La de esta semana es una oportunidad importante para cambiar el rumbo de este conflicto. No la desperdiciemos. En mayo, Roh Moo-hyun, presidente de Corea del Sur, debe visitar a Bush para convencerle de la necesidad de proseguir con la política de distensión con el Norte. Y no lo tendrá fácil. Su antecesor fracasó en el empeño.