¿Una guerra lejana?

La posición china ante la crisis de Irak parece oscilar entre el tradicional asentimiento oficial y una explícita crítica para consumo social interno. De producirse una nueva resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que autorice expresa e inequívocamente el uso de la fuerza contra Bagdad, es seguro que Pekín no pondrá obstáculos serios, aunque no guste, ni en el fondo ni en la forma, del sometimiento de la ONU a la voluntad estadounidense. Y si existe otra alternativa impulsada por Francia y Alemania, se sumará a ella, cuidándose de evidenciar su posición de segunda fila.

Para Pekín, esta no es una guerra más. Son tres las consideraciones a hacer.

Primera. China no se cree la versión estadounidense. Es más, considera que la lucha contra el terrorismo le ha servido en bandeja de plata a EEUU la oportunidad de uniformar el mundo en lo político, asumiendo el papel de líder único del planeta, y expandiendo gradualmente su esfera de influencia: en Europa oriental tras la guerra por Kosovo; el control de Asia central con la guerra en Afganistán;y ahora en Oriente Medio con esta segunda versión de la guerra del Golfo. Para Yang Chengxu, director del Instituto de Estudios Internacionales de China, EEUU no ha renunciado, todo lo contrario, a la búsqueda de la hegemonía mundial o a imponer patrones geopolíticos como parte de su lucha contra el terrorismo.

En términos estratégicos, el objetivo chino de lograr la modernización y convertirse en una potencia mundial en el siglo XXI no concuerda con el unilateralismo de EE.UU., entendido en Pekín como el deseo de tomar las riendas de un mundo en desorden para ordenarlo sin hacer concesiones a ninguna estrategia multilateral. Hegemonía y terrorismo constituyen los principales peligros para la paz mundial.

Segunda. Preocupa además la fijación por el control de los recursos petrolíferos. A partir de 1993, China se convirtió en un país importador. En 2001, importó 81,71 millones de toneladas de petróleo crudo y refinado, y el volumen total de importación ascendió a 15.100 millones de dólares. Las demandas chinas de petróleo se incrementarán en un 10 por ciento anual en los próximos 15 años. La estrategia de seguridad petrolera es crucial para su economía. En ese mismo año, las importaciones de Rusia y Asia central ascendieron a un 8 por ciento del total. La mayoría fueron transportadas por barcos cisterna debido a la falta de oleoductos. China podría garantizar un suministro estable a largo plazo mediante un programa de oleoductos que planea tender desde Asia Central, a través de Xingjiang. Pero las propuestas de EEUU, que avanza posiciones incluso en Africa, pueden perjudicar los intereses chinos. En este contexto, no le quedan muchas opciones. El Brasil de Lula tiene mucho interés por convencer a las autoridades chinas sobre las bondades del alcohol energético.

Tercera. No olvidemos que Corea del Norte forma parte del “eje del mal” y está en la lista de espera del Sr Rumsfeld. En teoría, EE.UU. necesita la cooperación china en el problema de la península de Corea, pero bien podría verse tentado de prescindir de ella o condicionarla si suma alguna campaña exitosa más en su aventura imperial. Washington dispone ya de tres bases militares en Afganistán y nueve en Asia Central, al tiempo que amplía la colaboración militar con Taiwán, Filipinas, Indonesia, Tailandia y Singapur, entre otros. Paradójicamente, la estrategia estadounidense parece seguir al dictado la vieja máxima de Sun Tzu (vencer sin luchar), incrementando el cerco y la presión sobre China. Y, aunque se tome su tiempo, habrá, nadie lo dude, reacción de Pekín.