¿Puede el auge reciente de las tensiones sino-estadounidenses en Asia-Pacífico afectar a la importancia que China venía concediendo a Asia Central y a la Organización de Cooperación de Shanghái? Es público y notorio que EEUU, tomando buena nota de los cambios económicos y estratégicos en curso en el orden global, ha decidido suplantar el Atlántico por el Pacífico entre sus prioridades. La acción presidencial y diplomática de la Administración Obama ha explicitado un reflejo menor en su atención a una Europa paralizada y convulsa por la crisis, evidenciando la redefinición de sus intereses a medio y largo plazo. Europa pierde importancia en la agenda de Washington, mientras Asia se reafirma como un mercado con un horizonte prometedor. A finales de 2011, Hillary Clinton escribía en la revista Foreign Policy que EEUU debía estar donde se juega su futuro, es decir, en Asia, muy especialmente en ese sudeste que aglutina a unos 600 millones de consumidores con capacidad adquisitiva al alza y donde ha retrocedido en presencia e influencia en los últimos años.
¿Puede el auge reciente de las tensiones sino-estadounidenses en Asia-Pacífico afectar a la importancia que China venía concediendo a Asia Central y a la Organización de Cooperación de Shanghái? Es público y notorio que EEUU, tomando buena nota de los cambios económicos y estratégicos en curso en el orden global, ha decidido suplantar el Atlántico por el Pacífico entre sus prioridades. La acción presidencial y diplomática de la Administración Obama ha explicitado un reflejo menor en su atención a una Europa paralizada y convulsa por la crisis, evidenciando la redefinición de sus intereses a medio y largo plazo. Europa pierde importancia en la agenda de Washington, mientras Asia se reafirma como un mercado con un horizonte prometedor. A finales de 2011, Hillary Clinton escribía en la revista Foreign Policy que EEUU debía estar donde se juega su futuro, es decir, en Asia, muy especialmente en ese sudeste que aglutina a unos 600 millones de consumidores con capacidad adquisitiva al alza y donde ha retrocedido en presencia e influencia en los últimos años.
Esa reorientación ha tenido numerosas manifestaciones prácticas cuyo fruto podremos apreciar en términos estadísticos en poco tiempo. No obstante, cabe señalar que entre sus orientaciones se incluyen dos vectores esenciales: el reforzamiento del pilar APEC y un nuevo impulso al TPP (Acuerdo de Partenariado Económico Estratégico Transpacífico). Este último, no sin asombro, excluye a China, formalmente en razón de que Beijing, aduce Washington, no respeta las reglas del comercio internacional, en especial financiando las exportaciones o despreciando las normas ambientales. Pero no solo. También ha dado pábulo a una acelerada estrategia de presencia militar en un espacio geográfico que conoce a la perfección, especialmente desde 1945, con la subsiguiente fijación de bases militares en Corea del Sur, Filipinas, las islas Marshall, en Diego García, en Japón… Además de las bases de Hawái y de Guam, desde febrero de 2012, EEUU cuenta con 250 soldados desplegados en Darwin, Australia, con el compromiso de elevar su número gradualmente hasta los 2.500 efectivos. Y los proyectos en este orden van más allá. China ya ha reclamado prudencia ante los planes de construcción de escudos antimisiles en Asia y Oriente Medio.
Obviamente, en el gigante asiático se percibe esta reorientación como expresión de una voluntad de contención, a la que suma el incremento, probablemente no casual, de las tensiones marítimas en su espacio inmediato, tanto en el Mar de China meridional, especialmente con Vietnam y Filipinas, como en el Mar de China oriental, con Japón, en las que ve aprecia el interés de EEUU con objeto de atizar las tensiones poniendo en aprietos a Beijing con la excusa de la preservación de la libertad de navegación. La pugna en torno a las islas Diaoyu/Senkaku ha protagonizado una escalada de tensión desconocida hasta hoy en las relaciones China-Japón y las sombras condicionan la evolución de las relaciones bilaterales en medio de una compleja transición política a un lado (el XVIII Congreso del PCCh se inicia el 8 de noviembre) y una recomposición partidario-electoral en Japón con el derechismo nuevamente en auge.
Por el momento, de poco han servido las rondas bilaterales de consultas –la tercera se celebró en marzo de este año- entre China y EEUU para encarrilar este proceso. No obstante, Beijing no disimula su malestar al considerar inapropiada la presencia de más tropas de EEUU en la región. En paralelo, rechazando la multilateralidad reclamada por Washington para encauzar los litigios, Beijing asegura que negociará uno a uno con los países de la ASEAN el diseño de un código de conducta sobre los problemas del Mar de China meridional. Buena parte de ellos se sienten ahora amparados por Washington al elevar el tono de sus reclamaciones frente a Beijing.
Más que alentar una carrera de armamentos que nos traslade a una nueva versión de la pasada guerra fría o de orientarse en una escalada que pudiera conducir a ambos a un conflicto abierto, se trata, por ambas partes, de proteger los respectivos intereses, tanto económico-comerciales como estratégicos. De hecho, China también ha venido procurando asegurar sus rutas marítimas a través del llamado “collar de perlas” que le brinda apoyos logísticos en Camboya, Myanmar, Sri Lanka, Pakistán, etc., mientras una gran incógnita sigue sin despejar en cuanto al hipotético ofrecimiento de las Seychelles para acoger una base. Beijing lo ha descartado.
La alianza EEUU-Japón-India configura otro escenario de gran alcance estratégico que da sus primeros pasos con China, inevitablemente, ocupando el centro de las preocupaciones (la agenda formal se centra en la lucha contra el terrorismo, la seguridad marítima y la libertad de navegación). Este foro, iniciado en diciembre de 2011 en Washington, es una pieza clave de la arquitectura geopolítica regional. La política de EEUU pasa por elevar el perfil de India en Asia oriental para plantar cara a la apreciación china de este espacio como un territorio estratégico propio. Hillary Clinton reclamaba en Nueva Delhi en julio último que India asumiera un liderazgo sobresaliente en entornos como la Cumbre de Asia Oriental o el Foro ASEAN. El propósito final no puede ser otro que conferirle a India un papel de muro de contención frente a China, a la vista de su población, fortaleza económica y su propia dimensión como potencia nuclear.
En otra tendencia, el entendimiento China-Japón-Corea del Sur, también con marcos específicos de diálogo, ofrecen triangulaciones de gran alcance, de cuya evolución dependerá en buena medida el futuro del orden regional. En este triángulo, los principales avances se centran en las negociaciones trilaterales sobre inversión empresarial directa o en materia de operaciones bursátiles excluyendo el dólar. Las diplomacias y los líderes de los tres países se reúnen frecuentemente en los últimos años. China presentó en mayo de 2012 un Libro Blanco sobre la cooperación entre los tres países. Los esfuerzos que apuntan en esta línea tienen ante sí retos de enorme significación en razón de los diferendos históricos que les separan y que dificultan en extremo la afirmación de un entendimiento inevitable para construir marcos de seguridad que provean a la región de la mayoría de edad frente a los intentos ajenos de instrumentalización de sus diferencias.
China y Rusia prosiguen su acercamiento
China y Rusia comparten una alianza estratégica desde 1997. La convergencia de intereses de diverso orden parece disipar, aunque no anular del todo, los grandes diferendos del pasado no solo soviético sino incluso anterior, en los respectivos imperios zarista y Qing. En efecto, China y Rusia han sido capaces de afirmar espacios comunes de entendimiento, aun reconociendo la existencia de otros escenarios de competición, no solo en el marco de Asia Central-OCS sino igualmente en zonas aledañas como Mongolia, país rico en recursos minerales, cortejado a partes iguales por Moscú y Beijing.
La OCS, creada en junio de 2001, propone un marco regional de discusión de gran significado y proyección. Cabe recordar que el grupo de seis países que lo funda controla entonces el 20% de los recursos mundiales de petróleo, el 38% del gas natural, el 40% del carbón o el 50% de uranio… Es comprensible, por ello, que los aspectos económicos destaquen especialmente en sus contenidos. No obstante, a día de hoy, podríamos afirmar que la OCS no ha adquirido la relevancia geopolítica esperada que se desarrolla aun en términos de potencialidad en numerosos campos. Ello no será posible en tanto Rusia y China no aproximen más sus economías o resuelvan sus divergencias de fondo a la hora de intentar compartir su poder e influencia en la región.
Algunas mejoras se han producido en los últimos tiempos. La invasión silenciosa de los emigrantes chinos en el Extremo Oriente ruso, antaño objeto de recelo mutuo, ha sido protagonista de una reevaluación desde la llegada de Putin al poder, declarado partidario de ese acercamiento a China. Como consecuencia, han aumentado los intercambios económicos y se han establecido acuerdos como el firmado en septiembre de 2009 con el horizonte de 2018 entre las regiones rusas del Extremo Oriente y Siberia Oriental y las del norte de China, y que incluyen 205 proyectos de alcance que reforzarán los vínculos tecnológicos, laborales, y de recursos naturales.
China y Rusia, en la actualidad, tienen fuertes intereses a gestionar y compartir, convergiendo en la potenciación de infraestructuras básicas. De hecho, el presente año comenzaba con el inicio en fase de prueba del suministro eléctrico de Rusia a China. También se han logrado acuerdos en materia de cooperación pesquera. Durante la visita que Li Keqiang realizó a Moscú en abril de este año se firmaron acuerdos por valor de 15 mil millones de dólares. En septiembre de 2012 se anunció que China se había convertido en el primer socio comercial de Rusia en los primeros siete meses del año. Por otra parte, los contactos institucionales al máximo nivel, moneda común, se han complementado con la defensa de posiciones conjuntas o muy próximas en sus planteamientos en asuntos clave de la agenda internacional como la situación en Siria o en Irán, mientras ha proseguido también su desarrollo la agenda en materia de defensa con la realización de ejercicios militares conjuntos en aguas del Mar Amarillo. Durante la visita de Estado realizada por Putin a China en junio, pudo constatarse la buena salud y perspectivas de las relaciones bilaterales.
No obstante, siendo todo ello cierto y sin quitar un ápice a la trascendencia del acercamiento sino-ruso, en el plano estratégico, India sigue siendo el principal aliado de Moscú en la región asiática. Por ello, la evolución de ese triángulo es clave para el futuro de la zona. El jefe de la diplomacia china Jiang Yiechi ha destacado en más de una ocasión el papel de Moscú en los encuentros trilaterales que ambos sostienen con India. La diplomacia china es consciente de la importancia del acercamiento a Nueva Delhi y multiplica las visitas oficiales y los acuerdos en diversos planos. Este año, por ejemplo, al igual que con Japón, han acordado cooperar en actividades de escolta naval internacional, mientras prosiguen con normalidad las reuniones bilaterales para desatascar los litigios fronterizos, siempre sujetos a altibajos y acusaciones de supuestos traspasos de la frontera de las respectivas fuerzas armadas. Cuando en marzo pasado, India acogió la cumbre de los BRICS, China enfatizó la condición cooperativa de la relación con India, sin por ello dejar de tomar buena nota del lanzamiento de un misil balístico intercontinental por Nueva Delhi. También China debiera mejorar la transparencia de sus programas de misiles crucero y balísticos anti-buque y sus actividades en el campo espacial y ciberespacial que preocupan a India.
China y la OCS
En el entorno de Asia Central, sus alianzas y actores conceden enorme importancia a los problemas relacionados con el desarrollo, un asunto clave para afirmar los procesos en curso. En tal sentido, cabe significar la creciente importancia de muchas iniciativas bilaterales o multilaterales. Entre estas últimas, del Programa de Cooperación Económica Regional de Asia Central, auspiciado con el patrocinio del BAD, ha impulsado cuatro áreas prioritarias: transporte, energía, facilitación del comercio y política comercial, diseñando una realidad a cada paso superadora de las tradicionales taras de la zona. La apuesta por los corredores de transporte que enlazan Asia Central con los dos extremos del continente euroasiático atraerá mayores inversiones a la región e impulsará el desarrollo económico anhelado. En la pesada década, al abrigo de este programa se llevaron a cabo más de cien proyectos con una inversión de 15.000 millones de dólares. China concibe dicha estrategia en la confluencia de las acciones de la OCS y el Banco Asiático de Desarrollo.
Beijing, por otra parte, acogió en abril la cumbre de secretarios del Consejo de Seguridad de la OCS, que sirvió para preparar la XII Reunión de Jefes de Estado de la organización en junio. En ella, Afganistán fue admitido como observador y Turquía como socio de diálogo. También Irán fue invitado. Las dinámicas en el orden de la cooperación general y de la lucha antiterrorista han recibido nuevos impulsos. Ello revela que pese al repunte de las tensiones en su periferia marítima, para China, la relación con la OCS sigue desempeñando una relevancia de primer orden que no tiene intención de descuidar. La importancia económica y geopolítica de la zona unida a su relevancia para experimentar un marco constructivo en sus vínculos bilaterales y multilaterales con Rusia, auguran el impulso de nuevos desarrollos que podrían beneficiarse de la revisión del actuar diplomático en curso en Beijing.
En un mundo globalizado y en plena ebullición, los Grandes Juegos de antaño, tan asociados al Asia Central, se extienden a otras zonas donde convergen los intereses de las grandes potencias del momento. Asia oriental, el Sudeste asiático, constituyen sin duda escenarios que ganarán en protagonismo en los próximos años. A diferencia del pasado, el margen de maniobra de las grandes potencias es más limitado y la complejidad de los entornos y ambiciones que deben gestionar reconociendo mutuas interdependencias impone reglas restrictivas que, por fortuna, aconsejan moderación y hasta búsqueda de la complementariedad.