20060313anhui soldados chinos base militar hefei

Bajar la guardia

 Saldados chinos en la base militar de Hefei, clic para aumentar
Beijing no alberga la intención de convertirse en la URSS del siglo XXI, ni desde el punto de vista ideológico (tan confuso y enigmático a la vez), ni político, ni militar. Más de una vez altos dirigentes chinos se han preocupado de enfatizar que no caerán en la trampa de una carrera de armamentos que no podrían soportar y que daría al traste con sus posibilidades de desarrollo, aún lejos de alcanzar la plenitud. (Foto: Soldados chinos entrenan en la base militar de Hefei, capital de la provincia de Anhui, en marzo de 2006).
 

La principal paradoja del encuentro a celebrar entre los presidentes Bush y Hu Jintao reside en como repercute en sus negociaciones bilaterales la desigual situación de partida de cada uno de ellos. Bush se encuentra actualmente en el momento más bajo de popularidad. Por el contrario, Hu Jintao, desde su nombramiento en 2002, ha ganado mucho poder e influencia interna e internacional, visibilizándose con nitidez un mensaje propio que abunda en la continuidad del proceso reformista sin perder de vista unos orígenes civilizatorios y partidarios que reitera con habitual frecuencia. Este encuentro, el primero de carácter oficial, leído también en China en clave de reconocimiento, pondrá, el broche de oro, con algún retraso, a su breve transición interna.

Quizás por ello, Hu acude a este encuentro con Bush, sin ánimo de expresar discrepancias y dispuesto, desde la modestia, a hacer concesiones. Consciente de que las relaciones con EEUU es un asunto clave y que transciende las coyunturas, China ha preparado a conciencia esta cumbre, intercambiando numerosos mensajes de buena voluntad, incluyendo la conmemoración del 35 aniversario del inicio de la diplomacia del ping-pong. Por primera vez, a la desactivación de algunas diferencias comerciales se han sumado diálogos en materia de energía o seguridad, mientras que los asuntos internacionales de interés común incrementan su peso en la agenda: si antes era solo la no proliferación (Corea del Norte, Irán), o el antiterrorismo, ahora también América Latina. Los desencuentros no son pocos ni de poca importancia, pero casi todos son negociables, especialmente los más visibles, aquellos relacionados con los intercambios comerciales o los desajustes financieros.

¿Dónde está, entonces, el problema? Robert B. Zoellick, subsecretario de Estado, señalaba en septiembre pasado que las relaciones entre los dos países no sólo deben establecerse en función de la gestión de sus intereses comunes, sino también sobre la base de compartir una “concepción común de los valores esenciales”, en alusión a los derechos humanos y la democracia. En realidad, lo que Washington reclama es que el desarrollo de China se encauce de modo tal que tenga en cuenta, en la fijación del rumbo, los intereses de EEUU. Mientras no se vea así con total claridad, la contención y el contacto medido constituirán lo esencial de la estrategia de EEUU con respecto a China.

En relación al previo emitido en 2001, la principal novedad del informe cuatrienal de defensa, elaborado por el Pentágono y dirigido al Congreso el pasado febrero, es que EEUU fija cada vez más su atención en los asuntos militares chinos, señala a Beijing como el principal competidor y se pone en guardia frente a él. Así lo entiende Zhu Fen, profesor del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Beijing, quien añade que la modernización militar de China se desarrolla bajo parámetros de normalidad y que la emergencia sólo puede definirse como pacífica pues China no amenaza a nadie ni daña el crecimiento sano y estable de las relaciones internacionales. Washington no da crédito a esa insistencia en la humildad china, considera que es una estrategia para captar recursos a lo largo y ancho del planeta, acceder a altas tecnologías, y recabar indulgencia y tolerancia de los países occidentales en los temas que provocan una mayor erosión de la confianza bilateral.

Hu, que dispone de indicios suficientes para pensar que EEUU incrementa sus cautelas en relación a su país, quiere construir una relación que supere los altibajos y mutuas sospechas, pero a Bush, poco amigo de las medias tintas, le cuesta entender las sutilezas chinas. Beijing no alberga la intención de convertirse en la URSS del siglo XXI, ni desde el punto de vista ideológico (tan confuso y enigmático a la vez), ni político, ni militar. Más de una vez altos dirigentes chinos se han preocupado de enfatizar que no caerán en la trampa de una carrera de armamentos que no podrían soportar y que daría al traste con sus posibilidades de desarrollo, aún lejos de alcanzar la plenitud. Lo suyo es la economía (garante del dólar, no se olvide), por más que Washington se empeñe en presentarla como una amenaza militar. Su emergencia, pacífica, como adjetiva Zheng Bijian, ex vicepresidente de la Escuela Central del Partido, solo tiene como objetivo revitalizar su propia civilización, lo que no plantea ninguna inquietud para el mundo. Pero ese anhelo de soberanía, no solo cultural, hace que no todos lo vean así, tan de color de rosa, destacando su condición de potencia antagonista.

Es posible que Hu y Bush avancen en este encuentro en un mayor entendimiento respecto al problema de Taiwán. La reciente visita a EEUU de Ma Ying-jeou, presidente del Kuomintang, actualmente involucrado en un diálogo directo con el PCCh al margen de las autoridades oficiales de Taiwán, podría facilitar una aproximación que a China importa mucho.

Pero la cuestión de fondo permanecerá inamovible. EEUU está poco inclinado a bajar la guardia. Washington tiene el objetivo estratégico fundamental de garantizar su hegemonía planetaria, evitando que un país o un grupo de países puedan desafiar su posición. La estrategia con China se enmarca en un proceso activo e in crescendo de prevención. No obstante, lo cierto es que la emergencia de China está modificando la configuración mundial. Su influencia aumenta y hay que disponerse a hacerle un hueco, tanto en el plano regional, donde su papel económico es cada vez más determinante, como a escala global. China es un referente indispensable de la nueva época, pero, rival o aliado, según Bush, debe elegir. Y tanto sus gestos y actuaciones como el a menudo incivilizado comportamiento internacional de EEUU, parecen inclinarla más a lo primero que a lo segundo.