La irrupción de China en el continente africano como un actor económico y político de primer nivel está generando una viva controversia internacional ante el temor de que el pragmatismo desprovisto de sensibilidad social y ambiental que ha caracterizado su vertiginoso proceso de desarrollo en las tres últimas décadas, pudiera ahora extender también sus sombras al continente africano, desperdiciando una nueva oportunidad para que este pueda afrontar sus carencias más estructurales(1).
El aumento de la presencia de China en África, al igual que en otras partes del mundo, es consecuencia directa del incremento exponencial de las posibilidades de desarrollar una diplomacia sustentada en capacidades económicas antes inexistentes, susceptible de competir con los más importantes actores internacionales, acostumbrados a actuar en determinadas áreas sin apenas rivales estratégicos de consideración. Las necesidades del crecimiento chino, por otra parte, obligan a Beijing a procurarse nuevos mercados(2). La economía es la clave que anima la diplomacia china en todo el mundo y el factor que le permite incrementar de forma sustancial su influencia política, circunstancia que provoca sentimientos y percepciones contradictorias en otros países.
El primer efecto del aumento de la presencia china en África está relacionado con la renovación de su propia acción diplomática, hoy claramente alejada de las diatribas de los años sesenta y setenta del siglo pasado cuando Beijing soñaba con liderar la rebelión del tercer mundo, agrupado en torno a la conferencia de Bandung (1955). No es que China llegue ahora a África. Ha estado en el continente con otra intensidad, otros objetivos, otras formas, ciertamente más ideologizadas e inmersas en el juego de equilibrios de la guerra fría. Pero ahora, su desarrollo económico le permite presentarse en África como un país fuerte y poderoso, que opta por incrementar desde aquí su propia capacidad estratégica global.
La ausencia de pasado colonial es un factor de legitimidad histórica importante que se debe reconocer y que sirve a los dirigentes chinos el argumento perfecto para proponer una asociación estratégica con el continente africano que tiene su antecedente más inmediato en la política de no-alineamiento del mundo bipolar. El fomento de la cooperación Sur-Sur y la defensa de la multipolaridad son aspectos de un mismo posicionamiento y que abundan en la no ingerencia y en la neutralidad como baluartes de una relación por la que China ha venido apostando desde el triunfo de la revolución de 1949, animada por la solidaridad anticolonialista y el antiimperialismo, objetivos que han estado muy presentes en la trayectoria revolucionaria del propio Partido Comunista de China (PCCh). Esos atributos están muy presentes en el discurso africano de China con el objeto de poner en valor un compromiso que viene de lejos y que ahora se quiere actualizar sin alterar la naturaleza de la alianza: aquella solidaridad del pasado debe servir para promover el mutuo desarrollo y la confianza política.
Si la política africana de China es una oportunidad para plasmar un nuevo modelo de desarrollo basado en la igualdad y en la confianza reciproca o simplemente una nueva aventura colonial de la que África difícilmente podrá beneficiarse, es la principal cuestión sometida a debate y probablemente necesitaremos no solo evidencias empíricas, que las podremos encontrar en sentido afirmativo y negativo, sino también algo más de tiempo para llegar a conclusiones contundentes y claras.
La actual política africana de China
Las razones que hoy motivan el interés de China por África se pueden resumir en tres variables principales: garantizar el acceso a los recursos energéticos y determinadas materias primas, necesarias para asegurar el intenso ritmo de crecimiento de su economía; abrir mercados a sus productos y sus empresas; aumentar su influencia política directa y, al mismo tiempo, reforzar los vínculos con los países africanos para ampliar el nivel de cobertura y respaldo de sus puntos de vista o de sus funcionarios en los organismos internacionales y sus estructuras orgánicas.
En el orden político, los instrumentos de los que se vale la diplomacia china en África son dos. En primer lugar, las visitas de Estado, organizadas a modo de grandes giras y en las que acostumbran a participar las máximas autoridades. A comienzos de 2007, por ejemplo, el presidente Hu Jintao visitó ocho países africanos (Camerún, Liberia, Sudán, Zambia, Namibia, Sudáfrica, Mozambique y las Seychelles), multiplicando los acuerdos comerciales, anuncios de anulación de deuda (15 millones de dólares adeudados por Liberia, por ejemplo o 7,9 millones de dólares de Zambia), donativos para la reconstrucción de zonas afectadas por desastres, construcción de escuelas, hospitales, centros agrícolas, etc. En Mozambique, un país donde los intereses agrícolas son muy importantes, ha construido un centro de conferencias internacionales, inmuebles de oficinas para el Parlamento, el edificio del Ministerio de Asuntos exteriores y varias fábricas textiles. Cada gira de un alto dirigente supone un mensaje secundado por múltiples compromisos prácticos de diversa naturaleza(3).
En segundo lugar, la creación formal de espacios de diálogo con encuentros institucionalizados al máximo nivel que ha cristalizado en el Foro de Cooperación China-África, inaugurado en 2000, y en el que reúne a la práctica totalidad de los países africanos, a excepción de aquellos que reconocen a la República de China o Taiwán(4). Esta cumbre se reúne cada tres años. La última se celebró en noviembre de 2006 en Beijing, coincidiendo con el cincuenta aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas con África (Egipto) y sirvió para evidenciar con toda nitidez la fuerza de la ofensiva china y la importante atención que a ella prestan los líderes africanos. Con independencia de declaraciones y planes de acción aprobados en estos foros, acompañados siempre de anuncios de condonación de deuda y programas de diverso contenido, la insistencia en establecer una asociación de nuevo tipo es el eje discursivo clave de las autoridades participantes.
En el orden económico, las cifras que reflejan el incremento del comercio sino-africano, no dejan lugar a dudas respecto al éxito de la estrategia de Pekín, asentada en dos pilares esenciales: primero, la diplomacia petrolera; segundo, la creciente presencia de sus empresas. La producción petrolera africana ha aumentado un 25% en lo que va de nuevo siglo y representa más del 12% de la producción mundial actual. Lamentablemente, por el momento, ese crecimiento no se ha traducido en una mejora de las condiciones de vida de la población de los principales países productores (Nigeria, Argelia, Sudán o Angola), lo cual parece que no vaya a abordarse de motu propio. En materia de reservas, el continente africano abrigaba a finales de 2005 en torno al 9,7% de las reservas mundiales probadas de petróleo, pero con dos países acaparando el 65% de dichas reservas: Libia y Nigeria.
China es importadora de petróleo desde 1993 y necesita diversificar al máximo sus fuentes de aprovisionamiento, especialmente en aquellos entornos en los que puede acceder al control de la producción. El consumo total de petróleo en 2007 ascendió a 346 millones de toneladas, de las cuales el 46,05% procede de la importación, siendo Angola su principal abastecedor africano (por detrás de Arabia Saudita y por delante de Irán, primer y tercer cliente, respectivamente). Entre 1998 y 2005, las importaciones chinas de petróleo africano se han multiplicado por nueve, pasando de 100.000 a más de 980.000 barriles diarios. El petróleo satisface la quinta parte de las necesidades energéticas de China, que depende en un 73% del carbón. La estrategia de implantación de las compañías petroleras chinas (la China National Petroleum Corporation, la CNOOC y la SINOPEC) procura adaptarse a las condiciones de cada país, obviando las circunstancias de crisis que pudieran condicionar la explotación y buscando una rentabilidad a largo plazo. La necesidad obliga. Así, formalmente, en Sudán, Angola, o Nigeria, Beijing rechaza cualquier tipo de implicación en los conflictos o tensiones internas (aunque no elude vender armas a gobiernos en conflicto civil) y evita imponer condiciones políticas (salvo en lo que afecta al reconocimiento de Taiwán, hoy solo efectivo por parte de Swazilandia, Santo Tomé y Príncipe, Burkina Faso y Gambia). También hace oídos sordos a las exigencias de transparencia en la gestión de los fondos petroleros, tal y como reclaman a algunos países el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, suponiendo en tal caso y en la práctica una vía de escape importante para dichas autoridades.
La influencia de China es intensa en Sudán o Angola, menos en Chad o en Nigeria. En Sudán, por ejemplo, absorbe el 60% de la producción petrolera. A lo largo de 2006, los intercambios con Jartum han alcanzado los 3 mil millones de dólares. El nombramiento de un enviado especial para la crisis de Darfour ha permitido cierto alivio en la presión internacional (que apuntaba directamente a los Juegos Olímpicos) por su complicidad con un régimen al que se le atribuye la responsabilidad por la muerte de 200.000 personas desde febrero de 2003 y dos millones de desplazados. Pero está lejos de significar un cambio de orientación sustancial en su praxis diplomática. Cabe señalar que Sudán es un país de una gran importancia estratégica, ya que es bisagra entre el mundo árabe y el África negra, y cuenta con importantes reservas de muchos minerales, además de oro y diamantes. Su orientación islamizadora le enemistó con EEUU, quien ahora ve en China el rival que demora su estrategia de acoso y derribo del régimen de Jartum, en cuya capital construye su mayor embajada en África. Motivos humanitarios e intereses económicos y estratégicos distribuyen papeles entre buenos y malos, ambos escasamente comprometidos con la superación de la tragedia y sus víctimas(5).
El objetivo central de la búsqueda de una mayor independencia energética se acompaña de otras políticas complementarias como préstamos bonificados preferenciales, proyectos empresariales mixtos o no, o ayuda directa (canalizada a través de cooperantes chinos), una tupida red de acciones y mecanismos que tanto contribuyen a la adquisición de materias primas, minerales (cobre y cobalto en Zambia, carbón en Mozambique), alimentos, etc., como acompañan inversiones en el desarrollo de infraestructuras básicas en la práctica totalidad de los países africanos.
Las empresas chinas que se implantan en África se guían esencialmente por la satisfacción de oportunidades de negocio, actuando, en términos generales, conforme a criterios de mercado, pero los vínculos entre las grandes empresas públicas y el Gobierno chino son muy estrechos. En no pocas ocasiones, objetivos políticos y económicos caminan de la mano, lo cual brinda a las autoridades capacidades añadidas de influencia para mejorar la imagen de sus empresas y del propio país en el continente.
En el ámbito del comercio, la tecnología y las inversiones, China promueve diferentes fórmulas de cooperación con los países africanos, apoyándose en su amplia red de embajadas, cámaras de comercio y centros de promoción de las inversiones y el comercio. En paralelo, abre progresivamente el mercado chino a los países africanos, algunos de cuyos productos se benefician de la exención de tarifas aduaneras, o promueve la creación de zonas de cooperación económica y comercial en los propios países africanos. Por lo que respecta a las inversiones, el objetivo primordial se centra en la adquisición de yacimientos de materias primas y fuentes energéticas. En sus inversiones, China acostumbra a dar prioridad a la importación de material y de mano de obra propia para realizar aquellas actuaciones que considera básicas. Por otra parte, para facilitar las gestiones financieras, cada vez está más presente en el sector bancario del continente, lo que también permite cubrir mejor las necesidades de financiación del continente, aunque algunas voces denuncian la facilidad con que las entidades chinas conceden préstamos, sin tener en cuenta factores como las exigencias en materia ambiental o social de determinados proyectos. El Banco Europeo de Inversiones, por ejemplo, acusa a los bancos chinos de deslealtad por financiar proyectos en los que ellos habían trabajado con niveles de exigencia y rigor mucho mayor. El banco chino ICBC ha adquirido el 20% del Standard Bank sudafricano, la inversión más importante de una sociedad china en el extranjero (5,46 mil millones de dólares), con el propósito de expandir su negocio, pero también de acompañar a sus clientes. Por otra parte, en julio de 2007, China creó un Fondo sino-africano dotado de mil millones de dólares para animar a las empresas chinas a invertir en África. El 75% de los contratos serán ejecutados por compañías chinas, el resto por entidades africanas.
El comercio bilateral China-África se ha expandido de forma muy rápida en los últimos cinco años, con un crecimiento interanual aproximado del 30%. En 2006 el monto total ascendió a 55.500 millones de dólares USA y podría llegar a 100 mil millones de dólares en 2010(6).
En cuanto a la prestación de ayudas sin contrapartida, además de la condonación de deuda, Pekín tiende a centrarse en la financiación de obras emblemáticas, cuya viabilidad y mantenimiento futuro no siempre está debidamente garantizada. El 45% de la ayuda al desarrollo de China se dirige a África. Es difícil conocer la cifra exacta, pero algunas estimaciones hablan de una previsión de 8 mil millones de dólares para los próximos cinco años en este concepto.
El modelo chino de “cooperación pragmática” dice basarse en la no ingerencia en los asuntos internos y en la neutralidad. En paralelo, su objetivo es el desarrollo y la prosperidad económica compartida, evitando fijar cualquier tipo de condicionante político y reservando a la soberanía de cada cual la adopción de reformas o la elección del modelo a seguir. De esta forma, su modelo no solo está exento de mercantilismo exclusivista sino que propone una asociación estratégica que tenga en cuenta los respectivos valores y ritmos y que resulte mutuamente beneficiosa para ambas partes. Esa “inhibición consciente” ha sido criticada en numerosas ocasiones por considerar que puede facilitar el inmovilismo en la región.
En suma, China multiplica sus iniciativas con el objetivo de crear las condiciones indispensables para facilitar la implantación de sus empresas en el continente y la exportación de sus productos. No solo se trata de inundar los mercados con productos manufacturados a buen precio, algo habitual desde hace tiempo, sino de financiación de grandes obras públicas que los gobiernos africanos resuelven ejecutar a través de las propias empresas chinas, especialmente las relacionados con la construcción o las infraestructuras, que encuentran aquí un terreno idóneo para calibrar la idoneidad de su propia industria. Las voces críticas, quejosas de su voracidad a la hora de ganar los concursos de obra pública, las acusan de competencia desleal, pero la ofensiva económica no parece encontrar freno. Los propios gobiernos africanos consideran que esta invasión de China contribuye a dinamizar la economía(7).
Esa combinación de intenso diálogo político, bilateral y multilateral, al máximo nivel, y la inmensa capacidad para invertir y hacerse presente en África, accediendo al control de fuentes de gran valor, refuerza progresivamente la presencia china en el continente.
Respecto a otros elementos que complementan la presencia china en África, hay que referirse a la cooperación militar, centrada esencialmente en la venta de armas y la formación de personal. China ha construido fábricas de armas en Sudán, Zimbawe o Mali y provisiona de material militar (desde aviones y helicópteros a artillería ligera o vehículos blindados) a numerosos países (Angola, Zimbawe, Sudán, Namibia, etc.), con independencia de que se encuentren o no en conflicto. En lo que respecta a la formación, China ha aprovechado las dificultades para acceder a la formación en las academias militares europeas ofreciendo una alternativa de capacitación militar en su propio territorio. Por otra parte, desde 2003 China participa en varias misiones de mantenimiento de la paz en territorio africano: Congo, Liberia, Sahara, y colabora con la Unión Africana en el despliegue de cascos azules en Darfur.
China, por último, presta gran atención a las relaciones culturales, fomentando, a diferencia de los países occidentales ““mucho más timoratos y cicateros en este sentido”“, un reconocimiento de la identidad cultural africana a través de la multiplicación de iniciativas culturales en su propio país y el fomento del intercambio, mediante la potenciación de su red de centros Confucio o la implantación de la primera estación de radio china en suelo africano, en Kenia, en febrero de 2006.
Todo ello encuentra, por otra parte, un soporte humano cada vez más extenso en la red diaspórica china presente en el continente y que podría superar ya el millón de personas, aglutinada en torno a la actividad comercial que desarrollan los pequeños empresarios que se van agrupando en ciertos barrios (dando vida también aquí al fenómeno de los Chinatowns) donde deben defenderse, a veces, de las iras de los comerciantes locales, incapaces de hacer frente a su competencia. China tiene el proyecto de construir en África varias ciudades industriales integradas donde ubicará a sus empresas y su personal. África ofrece una oportunidad para aliviar la presión del empleo en China (tan solo en la República Democrática de Congo se crearán en los próximos cinco años, 40 mil puestos de trabajo para los chinos en el sector de las infraestructuras). Cabe imaginar que el número de ciudadanos chinos en África seguirá creciendo en los próximos años.
Hay, pues, una presencia pluridimensional y perfectamente visible, abarcando muy variadas formas de cooperación, e indicando que la voluntad de China en África no atiende solo a los prioritarios intereses de sus firmas petroleras y comerciales, sino que es más profunda y contempla un enfoque integral de las relaciones con el continente, lo que supone un valor añadido que robustece la solidez de sus vínculos.
Perspectivas
¿Contribuirá la presencia china a estimular las oportunidades económicas y de desarrollo de África o reproducirá los viejos errores y políticas sesgadas de Occidente? ¿Contribuirá a fortalecer la soberanía y la democracia o, por el contrario, seguirá debilitando ambas? ¿Como puede afectar su presencia a la evolución de los conflictos en la zona?
La demanda china de materias primas tiene como primer efecto beneficioso un aumento de los precios de venta, y ello facilita mayores disponibilidades económicas y crecientes facilidades para el desarrollo del comercio, alimentando el crecimiento. China compra materias primas a precios elevados y vende bienes de consumo a precios bajos (una relación inversa se diría a la tradicionalmente practicada por los países occidentales con África). Diferentes instancias internacionales acreditan que buena parte del crecimiento de África (6% en 2006) se debe al dinamismo de la presencia china. Los intercambios comerciales con China se han multiplicado desde 1995 hasta convertir a China en el tercer socio comercial del continente por detrás de Francia y EEUU. Unas 1.000 empresas están implantadas en África y la tendencia, en parte debida al aumento de los costes del transporte, es producir en el terreno tanto para este mercado como para acceder desde él al europeo.
Las hipotecas de la presencia económica china están relacionadas con una inversión muy condicionada por sus necesidades de extracción y comercialización de determinadas materias primas, pero sin contextualizar en un proyecto más amplio que tenga en cuenta una estruturación del desarrollo como conjunto. En ello debieran insistir mucho más las autoridades africanas. Por otra parte, la asimetría caracteriza los intercambios comerciales. Salvo en los casos de países productores de petróleo, el desequilibrio de la balanza comercial es la nota característica, lo que incide en el modelo de economías basadas en la explotación masiva de los recursos naturales, pero sin capacidad para crear valor y empleo añadido que asegure un desarrollo normal generador de riqueza y crecimiento sostenible (otra vez materias primas a cambio de productos manufacturados). En 2006 China decidió reducir los aranceles para más de 440 series de productos africanos, un paso importante pero aún insuficiente.
China dificilmente puede favorecer la diversificación de las exportaciones africanas ya que le interesa sobre manera las materias primas, inundando con sus manufacturas los mercados locales, lo que genera problemas de empleo y subsistencia en determinados sectores (textil, por ejemplo) en varios países (de Marruecos a Túnez o Madagascar, etc) donde la competencia se vuelve insostenible. Muchas patronales y organizaciones sindicales denuncian la competencia desleal y promueven incluso la expulsión de los comerciantes chinos o denuncian las pésimas condiciones laborales que rigen en los proyectos chinos (los mineros de Zambia se han rebelado contra las escasas medidas de seguridad en el trabajo). China crea poco empleo en África, ya que buena parte de la mano de obra es originaria y la subcontratación es marginal. Pero es sensible a estas críticas y sabe que sus intereses se verán afectados si no reacciona adecuadamente. Quizás por ello se insiste cada vez más en alentar a las empresas a invertir en África y regionalizar aquí su producción, o a ser más selectivos a la hora de decidir que personal experto debe ser objeto de expatriación para asegurar la viabilidad de determinadas explotaciones, pero apoyando el empleo local y no eludiendo las normativas.
Cerca de un millón de chinos viven o trabajan de forma estable en África, construyendo estadios, aeropuertos, vías de ferrocarril o carreteras, gestionando farmacias, salas de masaje o restaurantes. Diez veces más que hace un lustro. Jóvenes empresarios chinos encuentran en África oportunidades accesibles, con una competencia débil o prácticamente inexistente, y los productos y servicios ofrecidos, de bajo precio, no admiten comparación. Los colectivos que vienen de la mano de las empresas se traen sus propios facultativos y sus cocineros. La integración no existe.
¿Garantiza la política económica que China aplica en África un desarrollo sostenible? China insiste en la complementariedad de las respectivas economías. Como señaló Hu Jintao durante su visita a Nigeria en abril de 2006: “África tiene ricos recursos y un gran potencial de mercado, mientras que China dispone de una experiencia modernizadora y unas técnicas prácticas que ofrecen vastas perspectivas a la cooperación bilateral”(8). Materias primas para sostener su crecimiento, a cambio de capitales, productos y experiencia china en la transformación gigantesca de su economía. Esta cooperación, que implica transferencia de conocimiento en áreas de gran importancia como la agrícola o industrial, puede acelerar el desarrollo de ciertos sectores en África.
En cuanto a los ámbitos donde se centra la política de ayuda al desarrollo, son los siguientes: infraestructuras, agricultura, recursos humanos. En la cumbre de noviembre de 2006, China se comprometió a enviar a África 100 ingenieros agrónomos superiores, crear 10 centros pilotos agrícolas, construir 30 hospitales, y ofrecer 300 millones de yuanes hasta 2009 para luchar contra el paludismo. Jóvenes voluntarios chinos son enviados a escuelas rurales de África y se han doblado hasta 4.000 las bolsas ofrecidas por el gobierno chino a estudiantes africanos. Jacques Diouf, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) anunció en Addis Abeba, que la cooperación trilateral entre la FAO, China y África en materia agrícola ha logrado resultados efectivos. Diouf indicó que según un acuerdo firmado por el gobierno chino y su organización, en los próximos cinco años, dentro del marco de la cooperación Sur-Sur, China proporcionará más de 3.000 especialistas en agricultura a este continente, la mayoría de los cuales ha estado ya en la región, ofreciendo ayuda para fomentar el desarrollo agrícola. Esas inversiones pueden producir cambios positivos.
Desde los años 90 del siglo pasado, bajo el impulso de la caída del muro de Berlín y la ayuda condicionada de países occidentales e instancias internacionales, los esfuerzos africanos en favor de la democratización han sido notorios. China puede modificar las perspectivas de desarrollo económico del continente, pero también las políticas? Bien es sabido que para China la democratización en su propio país, como mucho, es un proceso lento y cuyo ritmo y formas deberá ser determinado en función de sus genuinas circunstancias. La importancia que concede a la estabilidad y a la no ingerencia no facilita la profundización de reformas que mejoren la transparencia y la participación en la acción de Gobierno, ofreciendo una vía alternativa a las presiones internacionales, aunque tampoco estas sean siempre inocentes, especialmente cuando se trata de regímenes en claras dificultades, perpetuando situaciones que alejan la perspectiva de democratización.
China no va a promover en África valores como los derechos humanos o la democracia occidental, ya que tampoco los asume claramente en su propio país. Ese respeto por la opción y evolución política de cada país, además de incentivar el déficit democrático del continente, también puede activar el nacionalismo como coartada para blindar gobiernos en situación precaria. En cualquier caso, dicha dinámica brinda a China la garantía de contar con los votos africanos en los foros internacionales (representan, aproximadamente, el 25% de los votos de Naciones Unidas) y una pieza más en su estrategia de aislamiento diplomático de Taiwán. Por otra parte, la condición de miembro del Consejo de Seguridad supone una garantía importante para determinados gobiernos que ven dificultado o impedido, con el apoyo de China, la aprobación de condenas internacionales.
La actitud de distanciamiento de China en relación a los procesos políticos internos de cada país africano, no obsta para que preste su respaldo al proceso de integración política del continente (en 2002 se crea la Unión Africana). La diplomacia china, aunque pueda generar algunas tensiones entre países petroleros y aquellos que no lo son ““y que reciben menos atención del gigante oriental-, respalda dicho proceso de forma incuestionable (incluso ofreció en la cumbre de Beijing de 2006 la construcción gratuita de la sede de la UA en Addis Abeba).
El incremento de la presencia china tiene un efecto importante en las tensiones estratégicas globales. Su presencia en el sector petrolero levanta las suspicacias en otras potencias, como la UE o EEUU, también Japón -que ha dinamizado su política de ayuda al desarrollo en Africa para competir con China-, incrementando las rivalidades y aumentando los riesgos de desestabilización derivados del atizamiento de rivalidades en sociedades en numerosas ocasiones caracterizadas por la fragilidad.
La lucha contra el terrorismo (contra los santuarios islamistas en el continente) o los motivos humanitarios ocultan a veces poderosos intereses estratégicos. La creación de AFRICOM, el nuevo comando africano de EEUU, previsto para septiembre de 2008, es bien indicativa de la estrategia de Washington, tendente a asegurar sus propios intereses (en 2006, África sustituyó a Oriente Medio como principal suministrador de petróleo de EEUU, y podría suponer el 25% del suministro petrolero en 2015), plantando cara a la presencia china en la región y su esfera de influencia. Pero EEUU tiene hoy en África menos embajadas que China. En cuanto a la UE, que recibe de África un 20% de sus importaciones petroleras, la cumbre celebrada en diciembre de 2007, con tres años de retraso, indica una cierta voluntad de redinamizar sus relaciones, aún a sabiendas de que no será fácil, como lo demuestra la negativa de numerosos países africanos a suscribir los acuerdos comerciales propuestos por Bruselas y que suponen una nueva versión de los ajustes estructurales del pasado. La negativa ha sido posible, en buena medida, porque saben que existe otra posibilidad. China ha ofrecido a la UE coordinar sus políticas en relación a África.
Los ataques sufridos por personal chino en algunas instalaciones petroleras motiva la reflexión sobre como reaccionará China para garantizar la seguridad de su personal, quizás abriéndose camino la idea de una presencia militar directa para contrarrestar los sabotajes y ataques a infraestructuras consideradas vitales mediante la creación de perímetros de seguridad que también, donde ya existen, provocan tensiones con la población local. En Nigeria, por ejemplo, esa inestabilidad ha afectado a la producción. La necesidad de invertir cada vez más en seguridad aumenta los costes y reduce los beneficios (el 80% del presupuesto de Nigeria depende de la renta petrolera).
Conclusión
Ha llegado el momento en que los elevados ritmos de crecimiento de China durante las tres últimas décadas se traduzcan en mayor presencia e influencia internacional. África constituye un paradigma de la expansión y afirmación de China en el mundo, de su apuesta por una emergencia pacífica y por el desarrollo del multilateralismo, tal como se recoge en el primer documento oficial relativo a la política africana, publicado por Pekín en enero de 2006. Renunciando a competiciones militares, tratando de evitar situaciones de confrontación, China avanza en África con una diplomacia centrada en la economía, pero atendiendo también a otras dimensiones, forjándose aquí una imagen de actor mundial relevante y determinando, a la inversa, qué tipo de superpotencia va a ser en el futuro inmediato, no solo en términos declarativos sino también operativos. En buena medida, el tipo de relaciones que está estableciendo con África y sus imperativos condicionarán el modelo resultante, con independencia de los asertos retóricos al uso, dando cuenta de su capacidad como fuente de inspiración para implementar un nuevo desarrollo.
La seguridad energética es hoy un asunto trascendental y constituye el epicentro de la estrategia de aproximación a África, una elección que no es casual y que le permite capitalizar su trayectoria histórica de compromiso con los movimientos antiimperialistas del pasado. Por eso no cabe imaginar que China se retire de Africa aún cuando sus trabajadores puedan seguir siendo objeto de agresiones y atentados, a veces con resultado de muerte, o cuando otras potencias competidoras exacerben con inteligencia sus propias contradicciones. El reto de Beijing es demostrar que es capaz de superar el desigual binomio materias primas-productos manufacturados, transformando las acusaciones de depredador de los recursos africanos en oportunidades de crecimiento y transformación de las economías africanas a medio y largo plazo, evitando acentuar otra vez la deriva y el naufragio de la ilusión del desarrollo, que define como la clave que debe permitir resolver las principales crisis del continente.
La política africana de China asegura querer ayudar a utilizar racionalmente los numerosos recursos del continente y a mejorar la vida de la población local, promoviendo proyectos que respondan a las exigencias del propio desarrollo africano. Desde que Hu Jintao llegó al poder (2002), las relaciones se han vigorizado especialmente, con grandes giras como la de enero-febrero de 2004 (Egipto, Gabón y Argelia), la de abril de 2006 ( Marruecos, Nigeria y Kenia) y la de enero-febrero de 2007 (ocho países en diez días), sin diferenciar entre países grandes o pequeños. Ningún dirigente occidental ha podido emularle.
El colonialismo impide el desarrollo y debilita la soberanía(9). Después de la aplicación de las reformas impuestas por el FMI, BM o G7 en los años 80, las deudas exteriores africanas no solo no disminuyeron, sino que aumentaron en un 500%. Muchos de esos capitales regresaron a Occidente, que también ha tenido la oportunidad de participar en controvertidos procesos de privatización de empresas estatales en numerosos países africanos. China tiene hoy más dinero que el FMI y puede prestarlo en mejores condiciones, pero no está del todo claro que pueda contribuir con ello a evitar la generación de nuevas y enfermizas dependencias. Incluso la no ingerencia en los asuntos internos que China esgrime como máxima evidencia del respeto a la soberanía puede llegar a significar simplemente indiferencia respecto a los dramas vividos en numerosos países africanos en tanto ello permita proseguir con diligencia la gestión de la cartera de negocios. A día de hoy y a pesar de las sombras del proceso, es evidente que las economías locales han mejorado y que los progresos democráticos del continente no se han resentido. El tiempo dirá en que medida es viable su pretendida cooperación de nuevo tipo.
Notas:
(1) GAYE Adama, Chine-Afrique le dragon et lâautruche: Essai dâanalyse de lâévolution contrastée des relations sino-africanes: saint ou impie alliance du XXIe siècle, Harmattan, 2006.
(2) SERVANT, Jean-Christophe, La Chine à lâassaut du marché africain, Le Monde Diplomatique, mai 2005.
(3) Hu Jintao en Afrique: opération séduction, en Radio France International, 23 de enero de 2007.
(4) HIFANG, Liu, Le Forum sur la coopération sino-africaine: un nouveau mécanisme de coopération globale, en Chine-Afrique nº 4/2006.
(5) HERY, Jennifer, Le Soudan entre pétrole et guerre civil, Harmattan, 2003.
(6) En La Jeune Afrique,-Lâintelligent, 29 de octubre de 2006.
(7) Presidente de Zambia alaba la cooperación comercial con China, despacho de Xinhua, 18 de diciembre de 2007.
(8) Despacho de Xinhua, 27 de abril de 2006.
(9) GUOWEI, Min, Qui practique le "nécolonialisme" en Afrique?, Chinafrique, 1/2004.