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El IRA deja las armas

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Si el IRA realmente dice adiós, sólo quedarían ETA y el conflicto vasco como el más antiguo e irresoluble problema que mezcla reivindicación nacional con métodos armados dentro de una Europa convulsionada por los vaivenes de su proceso de integración. Siempre se habló de la vía irlandesa como referente para negociar una paz en Euzkadi. No sabemos, a ciencia cierta, si esto será o no posible.
 

El histórico anuncio realizado por la organización armada irlandesa de abandonar la lucha violenta, deponiendo lo que resta de su arsenal y avanzando en los mecanismos electorales y pacíficos para lograr el objetivo de una Irlanda unificada, abre una nueva etapa en la sangrienta historia de Irlanda del norte.

No deja de ser interesante y oportuno este anuncio en una Europa consternada por los atentados de Al Qaeda en Madrid y Londres. Al igual que ETA, el IRA era el remanente de las principales bandas armadas y terroristas que se crearon en Europa entre finales de los cincuenta y los sesenta. Atrás quedaron, aparentemente, las Brigadas Rojas italianas, las Baader Meinhof alemanas o los Lobos Grises turcos, por citar algunos recientes ejemplos. Salvo el caso del PKK kurdo, supuestamente reactivado en los últimos meses, lo del anuncio del IRA se antoja como el final de una era.

¿Qué lectura se realiza de este anuncio? Se puede considerar que la banda armada venía atravesando un largo período de debilidad. Una facción histórica del IRA ya había renunciado a la vía armada en 1998, poco después de los Acuerdos de Viernes Santo. Quedó un nucleo aún más radical, pero con escaso apoyo financiero y logístico. El desmantelamiento del aparato terrorista corría parejo a los vaivenes de un proceso de paz incierto, ya que el considerado brazo político del IRA, el partido Sinn Fein de Gerry Adams y Allen McGuinness, intentaba salvar los acuerdos con los protestantes norirlandeses y el gobierno británico.

También es significativo que el anuncio provenga en un momento en que los acuerdos de Viernes Santo estaban prácticamente en punto muerto y también porque la credibilidad del IRA caía en picado, tras sendos casos delictivos ocurridos a finales de 2004 y comienzos de este año, con el robo de un banco y el asesinato de un obrero católico. Entonces, la dirigencia condenó el asesinato y prometió "severas represalias" hacia los culpables, lo que fue considerado por los familiares de la víctima como una respuesta propia de una mafia delictiva. La gente se movilizó para apoyar a los familiares, lo que restó apoyo político a la banda.

Por eso el paso dado ahora es histórico pero también revela enigmas de cara al futuro. Porque lo que no se sabe en realidad es qué pasará finalmente con las comunidades católica y protestante en Irlanda del Norte, qué acuerdo y qué tipo de convivencia será la que acuerden. Es probable que ahora, el problema sea mucho más complejo que el de estipular el desarme de las facciones armadas, tanto unionistas como independentistas.

Si el IRA realmente dice adiós, sólo quedarían ETA y el conflicto vasco como el más antiguo e irresoluble problema que mezcla reivindicación nacional con métodos armados dentro de una Europa convulsionada por los vaivenes de su proceso de integración. Siempre se habló de la vía irlandesa como referente para negociar una paz en Euzkadi. No sabemos, a ciencia cierta, si esto será o no posible.