La masacre israelí

El mortal ataque de tropas israelíes contra una flotilla turca de ayuda humanitaria para la Franja de Gaza el pasado lunes 31 de mayo encendió la indignación y el estupor internacional, colocando en grave riesgo la credibilidad de Israel y sus relaciones con aliados estratégicos como EEUU y Turquía.

Con confusas versiones sobre el ataque, la ya denominada “masacra israelí” de la embarcación humanitaria “Flotilla de la Libertad” deja en el tapete diversos aspectos relevantes que pueden cambiar variables aparentemente inalterables dentro del tablero geopolítico de Oriente Próximo.

Elevando la tensión

En medio de una marea de indignación internacional tras el ataque militar realizado por tropas israelíes contra la embarcación “Flotilla de la Libertad”, liderada por la ONG turca IHH con ayuda humanitaria para la Franja de Gaza, y que dejó al menos 9 muertos y decenas de heridos, así como del distanciamiento de aliados estratégicos como Turquía, el gobierno del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu se apresta a experimentar un clima de aislamiento internacional y una arriesgada pérdida de credibilidad.

La repercusión del caso es de elevada tensión. La flotilla enviada desde Turquía hasta Gaza estaba tripulada por civiles, entre los que se encontraban ex representantes diplomáticos de países europeos y de la ONU. Del mismo modo, la embarcación fue atacada en aguas internacionales del Mar Mediterráneo. Por tanto, y aunque manifieste su derecho a la legítima defensa, Israel se somete a la óptica de una serie de violaciones de tratados internacionales sobre seguridad marítima y derechos humanos.

Si bien Tel Aviv decidió el miércoles 2 repatriar a los 600 activistas detenidos tras su asalto a la flotilla, en una maniobra dirigida a reducir la presión internacional, pocos creen ya en la capacidad del gobierno de Netanyahu para crear un clima de confianza y compromiso. Con la censura oficial en curso, el gobierno y los medios israelíes iniciaron una campaña de descalificación de los tripulantes de la flotilla, mostrando imágenes televisivas de supuestos ataques contra soldados israelíes antes de abordar la embarcación.

Tel Aviv justificó su actuación por la defensa del bloqueo que tiene impuesto desde 2007 contra Gaza, al estar gobernando allí el movimiento islamista Hamas. Precisamente, en diversos medios israelíes, reproducidos posteriormente en diversos medios internacionales, se especuló con la idea de que la flotilla llevara a miembros de Hamas a bordo.

Pero la posición israelí apenas logra convencer al mundo. Las imágenes televisivas y las fotos que recorrieron los medios internacionales dan cuenta de una agresión brutal, injustificada y desproporcionada por parte de los soldados israelíes contra una embarcación de civiles desarmados. La presión se incrementó ante el envío de dos flotillas más un día después del ataque israelí, el martes 1 de junio. Tel Aviv aseguró que respondería con los medios a su alcance.

La crisis provocó una reunión de urgencia en el Consejo de Seguridad de la ONU el martes 1, en la cual se condenó el uso de la violencia y se lamentó la pérdida de vidas humanas. No obstante, la ONU evitó condenar públicamente a Israel por esta actuación, pidiendo así una investigación “transparente”. Posteriormente, el máximo organismo internacional pidió el fin del bloqueo a Gaza, lo cual constituyó una evidente derrota política para el gobierno de Netanyahu.

Por su parte, el gobierno israelí realizó una somera declaración lamentando “el uso de la fuerza” y las muertes ocurridas. Mientras pedía una “investigación independiente”, la reacción israelí parece más claramente diseñada a “quemar el tiempo” para que bajen los ecos del incidente, mientras observa cuál es la reacción final de países como EEUU y Turquía, dos actores clave en esta crisis.

La ruptura turca

El caso más grave para Israel es la fuerte posición en su contra por parte de un aliado militar y geopolítico estratégico como Turquía, primer país de religión musulmana en reconocer el Estado israelí en 1949 y cuya cooperación militar y tácito apoyo diplomático se amplió a partir de 1996, a través de la suscripción de un estratégico acuerdo militar.

Pero ahora el escenario varió sensiblemente. El gobierno del primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan condenó la acción israelí como “terrorismo de Estado inhumano”, mientras instaba a Tel Aviv a “asumir las duras consecuencias” de su acto. Entre la población turca aumenta exponencialmente su apoyo a la causa palestina, así como ciertas posiciones anti-israelíes que afectan el comercio bilateral entre ambos países, en especial un sector estratégico como el turismo: Turquía es uno de los países preferidos por los israelíes para ir de vacaciones.

La posición turca se afianza por ser el país originario de la ONG responsable de la flotilla, por enviar la misma desde su territorio hacia Gaza y porque cuatro de los nueve muertos hasta ahora reconocidos son de nacionalidad turca. Pero el actual distanciamiento entre Ankara y Tel Aviv tiene sus orígenes cuando el anterior gobierno israelí de Ehud Olmert inició la operación militar contra Gaza entre diciembre de 2008 y enero de 2009. En ese momento, Turquía tenía en mano un plan de paz para Palestina, avalado por Washington, que se vino abajo con la ofensiva israelí.

Los desencuentros con Erdogan aumentaron con la llegada de Netanyahu y la derecha israelí al poder en marzo de 2009. Al mismo tiempo, Erdogan viraba moderadamente la tradicional orientación prooccidental turca hacia potencias emergentes como Brasil, China, Irán y Rusia, situación que elevó los temores en Israel y EEUU sobre el verdadero significado de este cambio de orientación por parte de Ankara.

La crisis de la flotilla humanitaria explota en un momento en que Turquía redefine sus relaciones con Occidente e Israel. Un caso significativo fue el pacto nuclear de Teherán acordado entre Turquía, Brasil e Irán a mediados de mayo, que abrió una fisura en las relaciones turcas con Washington y Tel Aviv, al ofrecer una ventana de negociación sobre el programa nuclear iraní. Esto ocurría en un momento en que el gobierno estadounidense de Barack Obama iniciaba una serie de contactos en la ONU, avalados por Rusia y China, para incrementar sensiblemente las sanciones contra Teherán.

Actualmente, Turquía es miembro rotativo no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU hasta 2011. Con la crisis de la flotilla humanitaria en pleno desarrollo, así como la manifestación de tensiones y la indignación mundial, resulta altamente probable que Turquía lidere e intensifique una serie de demandas en la ONU para condenar y aislar a Israel.

Incluso, Israel comienza a perder el apoyo de sus aliados internos en Turquía. El Partido Republicano del Pueblo (CHP), opositor al gobernante e islamita AKP de Erdogan y vocero de las elites seculares y militares turcas, manifestó públicamente su aceptación de romper la cooperación militar con Israel y suspender temporalmente las relaciones diplomáticas.

Israel se aísla

La evolución de la crisis actual determinará hasta qué punto es sensible el congelamiento y posible ruptura temporal de las relaciones turco-israelí. La cooperación económica, turística y de inversiones entre ambos países asciende a más de US$ 20.000 millones, con lo cual pueden verse afectados una serie de acuerdos bilaterales en caso de materializarse una ruptura de relaciones.

Incluso, la crisis abrió una inédita posición pro-turca dentro de la Liga Árabe, reunida de urgencia en El Cairo, donde se manifestó el apoyo y solidaridad con el gobierno y la población turca, principal afectada por el ataque israelí. De este modo, Ankara puede sacar rédito político de esta crisis al aprovechar esta coyuntura para insertarse plenamente de la mano árabe en el escenario de Oriente Próximo, beneficiándose de un cambio de imagen en el mundo árabe, muy golpeada por su tradicional cooperación militar y política con Israel.

En cuanto a la cooperación militar turco-israelí, la evolución de la crisis pulsará hasta qué punto el congelamiento de relaciones por parte de Ankara surtirá efectos de peso entre ambos países. El ministro de Defensa turco Vecdi Gonul, consideró que a pesar de la crisis actual por el ataque a la flotilla turca, este país está a la espera de recibir un avión comprado recientemente a Israel.

Sin embargo, Ankara suspendió esta semana una serie de maniobras conjuntas previstas con el Ejército israelí, el cual también se beneficiaba del otorgamiento del desierto turco de la Anatolia para entrenamiento de su Fuerza Aérea. Con el actual clima de semi-ruptura con Ankara, la Fuerza Aérea y el Ejército israelí pierden por tiempo indefinido la cooperación militar con un aliado tan estratégico, que le permitía equilibrar la balanza en Oriente Próximo.

A nivel regional, cabe esperarse una mayor propagación del sentimiento antiisraelí, con el riesgo de atentados terroristas contra objetivos israelíes dentro y fuera de ese país. Mucho de ello dependerá la posición de Hamas, cuyo extraño silencio para reaccionar abre toda serie de especulaciones sobre sus pasos a seguir.

Igualmente, la presión diplomática y política de países vecinos contra Tel Aviv se hará sentir, certificando con ello el aislamiento israelí. En abierta protesta por la brutal agresión al barco humanitario, Egipto acaba de reabrir el paso de Refah con Gaza, lo cual podría estar sentado los pasos para derrumbar el bloque israelí contra Gaza. Por su parte, Jordania condenó igualmente la reacción militar israelí. Ambos casos, el egipcio y el jordano, son significativos porque son los únicos Estados árabes que reconocen al Estado israelí y mantienen relaciones fluidas con Tel Aviv.

Como era de esperarse, Siria y Líbano también mostraron su descontento hacia Israel, manifestando su apoyo a Turquía. Del mismo modo, este incidente reforzó la línea antiisraelí en Teherán, con lo cual Tel Aviv se encontraría en un delicado contexto, probablemente persuadido a esperar una reacción favorable desde Washington.

La encrucijada de Obama

Por lo tanto, este panorama deja en el tapete cuál será la posición real de Obama para solucionar la crisis, o si bien dentro de la administración estadounidense comienza a manifestarse una falta de confianza hacia Israel que obstaculice cualquier tentativa de solución.

Si el distanciamiento turco-israelí es tan evidente que ya se habla sin tapujos de un “congelamiento” o ruptura de facto de relaciones bilaterales, la misma sensación se observa entre Obama y Netanyahu, distanciados desde mediados de 2009 a tenor de su falta de empatía, incluso con posiciones divergentes hacia temas sensibles para la seguridad mutua como el programa nuclear iraní.

A finales de marzo, Obama y Netanyahu habían logrado moderadamente acordar la apertura de una ronda de negociaciones entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina, un plan largamente apetecido por Obama para reencauzar el proceso de paz en Oriente Próximo que le permitiera afianzar su imagen diplomática para afrontar otros retos, como el programa nuclear iraní.

Sin embargo, la crisis actual de la flotilla turca complicará esta alternativa de paz, toda vez la comunidad internacional está a la espera de conocer cuál será la posición real de Washington sobre la brutal actuación israelí. Hasta ahora, la administración de Obama ha evitado ligeramente condenar a Israel, pero el aumento de la indignación mundial puede revertir esta situación, especialmente si se concreta una situación de impunidad favorable a Israel.

Por lo tanto, la crisis de la flotilla turca atenaza a un Obama cercado por una serie de problemas en el tapete, tales como los efectos ecológicos del vertido petrolero en el Golfo de México, la inestabilidad en Afganistán, la reciente tensión entre las dos Coreas y el interminable pulso nuclear con Irán.

Bajo un doble juego marcado por el frío cálculo y la paciencia, en la que Netanyahu espera una alternativa diplomática exterior mientras “quema el tiempo” a la espera de conocer si realmente Washington está capacitado para revertir la situación a su favor, la indignación y la desconfianza están minando la credibilidad israelí a nivel mundial, propiciando incluso un inédito aislamiento.