Reflexiones sobre los Instrumentos del poderío nacional de los EE.UU.

Se aborda como los EE.UU. se valen de los instrumentos del poderío nacional  para implementar de forma más consensuada, los intereses de su política exterior y de seguridad en Latinoamérica. En este empeño se analizan los objetivos prioritarios a lograr, viendo como se articulan los instrumentos económicos, políticos, diplomáticos, militares e informacionales. Para este análisis se consideran elementos de la diplomacia trasnformacional, el smart power y las tres D (Desarrollo, y Diplomacia como complemento de la Defensa) como instrumentos claves de su política exterior y de seguridad de hegemón.

Se aborda como los EE.UU. se valen de los instrumentos del poderío nacional  para implementar de forma más consensuada, los intereses de su política exterior y de seguridad en Latinoamérica. En este empeño se analizan los objetivos prioritarios a lograr, viendo como se articulan los instrumentos económicos, políticos, diplomáticos, militares e informacionales. Para este análisis se consideran elementos de la diplomacia trasnformacional, el smart power y las tres D (Desarrollo, y Diplomacia como complemento de la Defensa) como instrumentos claves de su política exterior y de seguridad de hegemón.

Los instrumentos fundamentales del poderío nacional de los EE.UU. se articulan en lo fundamental, por los instrumentos militares, políticos, económicos, diplomáticos, ideológicos, culturales e informacionales. Estos se desarrollan a partir de las prioridades que establece el Estado-Nación para lograr sus objetivos estratégicos a nivel internacional. Mediante su combinación efectiva se logra ejercer influencia no sólo con el uso de la fuerza (militar) o la amenaza de la misma, sino también a través del empleo a fondo de los instrumentos diplomáticos, políticos e informacionales. En este sentido se conforma la política exterior y de seguridad de los EE.UU.  para lograr sus objetivos estratégicos.

El uso o combinación de estos instrumentos suele estar condicionado por la coyuntura política, económica o militar que afronte el país, así como por los instrumentos que hayan delineados como preponderantes por cada Administración. No obstante, siempre existe una continuidad entre un gobierno y otro, independientemente de que el partido que este al frente sea demócrata o republicano. A fin de cuentas la clase dominante, la elite de poder es la que impone sus intereses prioritarios y en función de ello es que se articulan los instrumentos del poderío nacional.

Por otra parte, cada administración debe trabajar en base al legado dejado por su antecesor, de modo que al término del gobierno de W. Bush, Obama debió esforzarse por emplear instrumentos políticos, diplomáticos e informacionales que mejoraran la credibilidad y la imagen exterior de ese país, sin prescindir por ello de la fuerza militar.  Los instrumentos del poderío nacional se combinan y complementan como un complejo de herramientas a utilizar en cada momento, atendiendo a las circunstancias específicas que se afrontan. Valorando las situaciones, los objetivos e intereses de la elite de poder,  así como el contexto interno y las circunstancias internacionales, se aplican los instrumentos, atendiendo a las prioridades que se establecen en la conformación de la política exterior.

El proceso de conformación de la política exterior se comprende, según puntualiza la Dra. Soraya Castro como “(…) el complejo patrón de interacciones entre organizaciones, mecanismos e instituciones del sistema político, que dan origen a decisiones y líneas de acción específicas, tomando en cuenta las orientaciones y objetivos del Estado. Este proceso refleja la esencia y naturaleza del Estado, en el cual se evidencian las ideas y concepciones de las clases que ostentan el poder político del país en cuestión y la interrelación existente con otras clases de la sociedad.

Debe precisarse que el uso de un instrumento no discrimina a otro, de modo que lo que más se aprecia en la actualidad es la combinación de los instrumentos claves del poderío nacional para hacer posible el liderazgo internacional, buscando la consolidación hegemónica. La hegemonía vista como reto y objetivo, se comprende como una necesidad para alcanzar un mayor poderío nacional. Esta se entiende como la “(…) capacidad de la clase dominante de obtener y mantener su poder sobre la sociedad, no sólo por su control de los medios de producción económicos y de los instrumentos represivos, sino sobre todo porque es capaz de producir y organizar el consenso y la dirección política, intelectual y moral de la misma.”

En el empleo de instrumentos que posibiliten lograr el consenso sin la necesidad del uso de la fuerza, se crean un conjunto de valores y condicionamientos morales y socioculturales, impuestos directa o indirectamente por la clase dominante. Esta clase cuenta con un poder cultural que le posibilita influenciar ideas y matrices de opinión, para lo cual se vale no sólo de un control sobre las instituciones y órganos represivos sino también de los centros de pensamiento y los grandes medios de comunicación. El alcance de los patrones políticos-ideológico y morales de esa élite de poder resulta inmedible, en una era donde la revolución científico-tecnológica hace llegar la información a cualquier lugar del mundo en fracciones de segundos. Con este poder informacional, el ejercicio de influencia rebasa las fronteras nacionales, pretendiendo internacionalizar patrones político ideológicos que faciliten el consenso.

En esta dinámica se aprecia como el soft power y su interrelación con la ideología y la cultura dentro del sistema de dominación estadounidense, busca consolidar  y mantener el liderazgo y hegemonía de los EE.UU. a nivel global. Para ello establecen una interrelación entre organizaciones, mecanismos e instituciones del sistema político estadounidense.

El sistema político de los EE.UU. debe ser entendido como un conjunto de instituciones, organizaciones, mecanismos y normas de clase, constituido por elementos organizativos del sistema, así como de Instituciones políticas. El mismo, se concibe como un aparato de poder político de las clases dominantes; como un sistema de coerción, de cooptación y clientelismo.

El sistema político también puede concebirse como el estudio de las relaciones de poder. El objeto de estudio son las relaciones políticas y el estudio de los sistemas. Para el caso de EE.UU. resulta necesario el conocimiento de los instrumentos claves del sistema político no como un ente aislado sino como un país que se entiende como primera potencia mundial. Desde este presupuesto, el sistema político no sólo concibe la necesaria estabilidad política al interior del país, sino también en los lugares de interés allende a sus fronteras. Desde esta perspectiva, es que se analizan las herramientas mediante las cuales se construye su hegemonía.

El soft power, según J. Nye, pretende cambiar el rostro militarista de dominación de los EE.UU. por otro que busca un mayor consenso y participación, que le conceda diplomáticamente la cortina del multilateralismo. De esta forma su participación pretende el liderazgo pero no bajo la imposición declarada sino en coordinación –al menos formal- con otros países.

El soft power puede entenderse como el dominio de los espacios en construcción y reproducción de las ideas, cuyo objetivo se centra  en lograr el respaldo de los intereses de la clase dominante.  Con ello se ansia el apoyo de la sociedad civil a nivel internacional. En  el actual contexto internacional, donde los EE.UU. atraviesan una se sus más graves crisis, que parte de la economía pero se extiende a la política, la cultura y los valores; el desarrollo de otras formas de influencia resulta imprescindible.

La clase dominante entiende la necesidad de aplicar efectivamente instrumentos del poderío nacional como multiplicador de sus intereses y, por tanto; le brindan su apoyo a partir del control que poseen sobre las transnacionales, las ONGs, las fundaciones, los centros de pensamiento, la instituciones internacionales, los grandes medios de comunicación y las Tecnologías de la Informática y las Comunicaciones (TICs).

Un ejemplo de estos programas multiplicadores de ideologías fue el Proyecto Democracia de Reagan en 1983, cuando se centraliza en la Casa Blanca la Dirección de la Diplomacia Pública. Dentro de los temas priorizados en los instrumentos del poderío nacional se destacan: los derechos humanos, la democracia, la gobernabilidad, la seguridad (narcotráfico, el terrorismo internacional, el medio ambiente etc.) Estos temas se ubican en la opinión pública global, impulsada por el uso de los instrumentos informacionales, política y diplomática, que condicionan las matrices de opinión.      

Con el propósito de darle seguimiento a varios de estos temas, surgen instituciones como la USAID, que le de un respaldo político diplomático al verdadero rostro imperial. Los instrumentos del poderío nacional tienen como encargo vincular la ideología, los valores, la cultura e información de la sociedad con la diplomacia y el poderío militar, para lograr los objetivos de de la elite del poder. En este sentido, en la actualidad pudieran incluirse a las  Empresas Privadas de Contratación como otros elementos del poderío nacional, en tanto su utilización les arroja menor compromiso político-diplomático.

El instrumento diplomático ha sido tan efectivo que el Departamento de Estado -a partir de la asesoría de eminentes ideólogos- incorporó el concepto de Diplomacia Transformacional, como una necesidad de los nuevos tiempos. En esta “nueva” forma de hacer diplomacia se prepondera el instrumento informacional, a conciencia de su efectividad para llegar a sectores poblacionales que comúnmente no tienen una alta participación política. Con este objetivo se utiliza las TICs como complemento de los medios de comunicación convencionales, para una efectiva propaganda de la diplomacia pública y la ayuda al exterior.

Teniendo en cuenta que los intereses del poderío nacional pretenden preservar el liderazgo y hegemonía de los EE.UU. a nivel global, se refuerzan instrumentos claves como el económico, el diplomático, la fortaleza del Complejo de Seguridad Industrial, el poder cultural y el informacional.

El poder informacional tiene un gran impacto en las guerras culturales y en la dominación ideológica por parte de los EE.UU., particularmente hacia Latinoamérica y el Caribe. La evidente asimetría tecnológica, posibilita que el control y las formas de transmitir la información por los grandes medios, faciliten la demonización de los procesos políticos contestatarios que se viven en Latinoamérica.

Dentro de los instrumentos diplomáticos pueden incluirse aspectos de seguridad y economía que adquieren un matiz diplomático. Un ejemplo  claro de esta instrumentación se evidencia en la llamada diplomacia contra las drogas, donde se encausan proyectos de dominación tomando por justificación este flagelo. Belén Boville Luca (2007) define que: “La Diplomacia contra las drogas constituye una doctrina político y diplomática que se ajusta perfectamente a los cometidos y las necesidades de los Estados Unidos en su especial relación política, social con América Latina, y sustituye la percepción ideologizada de los presupuestos de la guerra fría.”

Ciertamente la complementación de los instrumentos posibilita la construcción de fachadas político-diplomáticas que intentan encubrir el verdadero rostro imperial del poderío nacional de los EE.UU.
El Poder Nacional de acuerdo a la teoría realista desarrollada por Hans Morgenthau en “Política entre las Naciones. La lucha por el poder y la paz” es el conjunto de elementos que determinan la capacidad de influenciar los acontecimientos que tiene una nación. Asimismo el poder nacional, que constituye la fuerza de un Estado-Nación, se compone según Hartman por siete elementos: el geográfico, el demográfico, el económico, el científico-tecnológico, el histórico sociológico y el organizativo administrativo.

Para el caso estadounidense el Complejo Militar Industrial, pudiera ampliarse al complejo de Seguridad Industrial, pues dentro de los aspectos de seguridad se incluyen otros instrumentos no militares que comprenden el entramado de la seguridad informacional, donde se incluyen las TICs y los medios de comunicación convencionales, enfatizando la compleja interdependencia entre los instrumentos del poderío nacional.

Matías Marini precisa que los “(…) países pueden valerse de sus recursos de soft power (comunicación, información, cultura, medios) para intentar modelar la agenda informativa y orientar las preferencias de otros actores.” J Nye por su parte, define entre los medios: la coerción con al amenaza o uso de la fuerza (militar), los instrumentos económicos y la atracción a partir del soft power.

El soft power intenta re-articular las fortalezas del poderío nacional estadounidense, para el cumplimiento de sus intereses estratégicos. En este afán se emplean los instrumentos que ejerzan una hegemonía simbólica, intelectual y culturalmente, sobre la llamada aldea global, en un intento de internacionalizar los valores estadounidenses.

En esta “suerte” de globalización de los estereotipos estadounidenses, debe considerarse la evolución de los instrumentos del poderío nacional a tono con los cambios que se producen en la arena internacional. La complejidad de las relaciones demanda de una interdependencia compleja -al decir de Keohane- y, por ello, los instrumentos políticos, diplomáticos, culturales e informacionales juegan un rol crucial en la construcción de matrices de opinión, que generen consensos y obtengan el apoyo de terceros países.

Entre los motivos que han generado esta evolución en los usos de los instrumentos del poderío nacional debe señalarse como fundamental, la revolución de las comunicaciones, que ha generado nuevas formas de hacer la diplomacia, producto de la importancia que la opinión pública gana, y las disímiles vías que se crean para su condicionamiento. Bajo las actuales circunstancias, el liderazgo internacional no se resume al predominio militar, político o económico; sino que es preciso condicionar la mente de los hombres y es en este espacio donde juega un rol esencial el instrumento informacional.

Esta situación hace más compleja la emisión de consensos y la falacia de la democracia se complejiza, en las enrevesadas proyecciones de los instrumentos del poderío nacional. Mediante su combinación se construyen enemigos imaginarios, se sobredimensionan peligros foráneos y se acentúan otros latentes, que posibiliten continuar acelerando los gastos militares y la canalización de fondos hacia programas como los de USAID.

A partir de estos instrumentos se hilvanan ideologías como el Smart power, para la consolidación de la política exterior y de seguridad del Hegemón, a partir aspectos claves como la diplomacia y el desarrollo como complemento de la defensa (las tres D). La posibilidad que tienen los medios de incluir temas en la agenda internacional, a partir de las mediaciones y la construcción de consensos los convierten en un actor de peso en las dinámicas político-diplomáticas, al punto tratarse de una diplomacia de los medios.
En este contexto histórico, los usos de los instrumentos del poderío nacional recuerdan  las premisas de Hans Morgenthau, al definir la diplomacia como el arte de combinar los distintos elementos del poderío nacional de mayor impacto en el interés nacional. Lo tristemente célebre, es que este interés, instrumentado por el poderío de los EE.UU. suele atentar contra la soberanía, la integridad territorial y la autodeterminación de otros pueblos.  

La intervención a Afganistán primero y la intervención y ocupación de Irak para marzo de 2003 demostró que la fuerza militar y su variable tecnológica como dispositivo cardinal del poderío nacional estadounidense, renace como el instrumento de poder más notable en la política exterior y de seguridad contra aquellos que, unilateralmente, el gobierno de los Estados Unidos define como “estados villanos.”